Desayuno de Paz No. 13 de 2016
Invitada: Deidamia García, psicopedagoga
Tema: Educación para la Paz
30 de abril de 2016
Deidamia García, psicopedagoga de la Universidad Pedagógica Nacional, expuso su trabajo en la Secretaria de Educación de Bogotá durante la administración pasada y la propuesta desarrollada e implementada en relación con la convivencia y la participación ciudadana en la construcción de paz.
La política y las emociones
Deidamia inició su intervención contando cómo su trabajo de grado en la universidad tuvo que ver con la relación entre la política y las emociones, específicamente la educación sexual y la política. Luego, en su primer trabajo como docente en un colegio, fue parte del equipo que implementó un nuevo proceso de pedagogía en la institución. Entre sus responsabilidades, los cursos de Comportamiento y Salud y Formación Política fueron la forma de vincular su quehacer con su trabajo de grado y formación académica.
Más adelante se vinculó a organizaciones de mujeres que fomentaban el trabajo comunitario y la construcción de tejido social. Se preguntaba Deidamia por qué si las mujeres construyen redes para trabajar, no están en lo alto de la pirámide social para dirigir y administrar. Posteriormente, ejerció como alcaldesa encargada de las localidades de Kennedy y Tunjuelito. En sus palabras, esos cargos fueron su “maestría y doctorado” en el sector público. En 2013 se vinculó a la Secretaría de Educación Distrital (SED) en torno a una propuesta de educación para la ciudadanía que coincidía con la recién instalada mesa de negociaciones en La Habana entre el gobierno y las FARC.
De esta coyuntura surgen interrogantes que dan pie a la consolidación de la propuesta educativa. En primer lugar, se preguntaba la SED: ¿cuál es la responsabilidad del sector educativo el proceso de paz? Segundo, ¿cuáles son los cambios que deben hacerse en el sector para construir paz? Y tercero, ¿cómo construir una generación de paz? Volver al sector educativo, afirma Deidamia, fue darse cuenta de que la vida está llena de ciclos, que “una volvía sobre sí misma pero distinta.”
La construcción de una generación de paz
Para Deidamia esta era una oportunidad que significaba deber y responsabilidad, puesto que los acuerdos se centran en la cesación del conflicto armado, pero la paz todavía hay que construirla. De ahí que la propuesta de educación para la ciudadanía y la convivencia girara en torno a tres temas claves:
- Educación rural: educación para y por los territorios rurales y las zonas afectadas por el conflicto. Sumapaz, localidad rural de Bogotá, es el ejemplo de que la política pública muchas veces se generaliza pero no responde a las necesidades del territorio.
- Educación integral: educación para la ciudadanía y la convivencia. En este sentido, no se enfoca únicamente en la paz, sino en una educación de calidad para todas las personas, construir empoderamiento, ciudadanía para todos.
- Movimiento social alrededor del arte y la cultura: otros lenguajes, otras maneras de comunicarse. El desarrollo de prácticas culturales y artísticas para resistir y tramitar los conflictos de otra forma.
La propuesta de educación para la ciudadanía y la convivencia se trabajó y se implementó. Deidamia destacó los logros: el empoderamiento y la movilización de personas capaces de cambiar su realidad permitieron que los poderes y las formas de relacionarse dentro de una estructura vertical pudieran transformarse; la integración de la ciudadanía en el currículo supuso pensar en cómo incorporar estos temas en las distintas materias, lo que llevó a considerar el papel de los profesores como facilitadores del aprendizaje y el papel de las tecnologías para llegar a los estudiantes de otras maneras. La construcción de la convivencia implicó tratar la relación con el conflicto y el hostigamiento.
No obstante, este proceso también supuso una serie de complejidades. Hablar del poder en la escuela conllevaba debatir o controvertir el poder de los rectores en las instituciones, ya que la propuesta incentivaba a los estudiantes a participar en los temas del colegio. Por otro lado, se puso de relieve la distancia entre la SED y el Ministerio de Educación Nacional al hablar de capacidades de los niños y jóvenes y no de competencias, como lo hace la agenda del Ministerio. Adicionalmente, aparecen debates en torno a la enseñanza de la memoria, la historia, el conflicto. El interrogante surge alrededor de si deben integrar estos temas dentro del currículo o no.
Transformaciones y reflexión desde el individuo
Deidamia afirma que la educación no es sólo contenidos sino también hechos. De ahí que una cátedra para la paz entendida como un curso no transforma, pues se necesitan prácticas y no sólo conocimientos. Las reformas estructurales que la paz, la convivencia y la ciudadanía requieren podrían verse beneficiadas por un espacio en el currículo, pero tomará años.
El sector educativo es muy complejo en su gobernabilidad, y contar con un programa no garantiza su implementación, ya que cada institución es libre de ejercer su autonomía. Hay necesidad de diálogo y reflexión dentro de las comunidades educativas: se requiere, además, el involucramiento de las familias, de los padres, porque las familias crecieron de maneras distintas y el colegio no las entendió.
Cabe destacar el papel de los maestros. Durante los tres años de implementación de este programa, con sus avances y obstáculos, el 33% de los 33000 docentes del Distrito se aproximaron a la propuesta. Por el contrario, la construcción del posconflicto durará décadas, al igual que las reformas que se necesitan. Hace falta trabajar en la formación humana de los maestros; es esencial pensar en el manejo emocional, el trabajo colaborativo, en crear redes de docentes.
Deidamia enfatiza que la principal transformación en la cotidianidad es la de nosotros mismos porque educar para la paz significa educar en distintas dimensiones, y una de ellas implica la capacidad de ser con otros; una educación emocional que requiere saber decirle al otro sin herirlo.
Consideraciones finales
Para cerrar, Deidamia afirma que los jóvenes y los niños dentro de la comunidad educativa, a pesar de sus limitaciones, quieren hacer mucho, aprender y cambiar. De ahí que se haga imperioso incidir en la política pública, ya que el Estado se ha construido sobre una base de desconfianza y el diálogo cumple un papel fundamental para restablecer y transformar las relaciones. Es allí donde la ciudadanía tiene cabida y donde las propuestas ciudadanas que aporten al postconflicto son bienvenidas.