Snapshot de la Comisión de la Verdad # 17
“La verdad es una de las cosas que en tiempos de guerra es de las más alejadas, humilladas, oscurecidas”; Daniel Maestre, un médico tradicional de la comunidad Kankuamo compartió estas palabras durante un encuentro con grupos indígenas del Caribe. Este fue uno de los varios encuentros realizados durante los últimos meses por la Comisión de la Verdad sobre el tema #LaVerdadIndigena a lo largo de las regiones Caribe, Andina, Pacífica, Amazonía y Orinoquía. Estos han abierto espacios para que las comunidades indígenas compartan sus experiencias del conflicto al resto de la sociedad colombiana, culminando con el Sexto Encuentro por la Verdad, llevado a cabo el pasado 23 de octubre, y llamado “Las comunidades indígenas, en peligro de extinción física y cultural”. Este snapshot indaga por la búsqueda de la verdad indígena y cómo proveer una plataforma para que los colombianos se enteren sobre las experiencias tanto de las víctimas como de quienes han defendido la paz es un paso crucial para el reconocimiento de los abusos y para garantizar la no repetición.
Narrando sus experiencias
A lo largo de una serie de eventos, miembros de 115 pueblos indígenas colombianos compartieron sus relatos personales de la victimización sufrida por sus comunidades como parte del conflicto. Se estima que hay 400.000 víctimas indígenas en al menos 137 masacres perpetradas dentro de sus tierras ancestrales e innumerables actos de violencia adicionales. Estos casos deben ser vistos en relación con un mayor daño cultural y ambiental infringido por el conflicto; muchos territorios indígenas han tenido poca o ninguna presencia estatal y, adicional a esto, la abundancia de recursos naturales ha fomentado la presencia de grupos armados ilegales. En estos epicentros de violencia, muchos grupos indígenas han sido desplazados forzosamente y su roles históricos de protectores de tierras ancestrales y cuidadores del medio ambiente han sido amenazados. La gravedad de estas acciones ha llevado a 68 comunidades al riesgo de extinción física y cultural, de acuerdo a la Organización Nacional Indígena de Colombia. También se reconoció que el conflicto armado interno es una continuación de violencias ancestrales y actos de exclusión, racismo y abandono. Estos comenzaron durante la era de la colonización, y desde entonces han sido agravados por otros actores, incluyendo la presencia de compañías petroleras multinacionales en la región de la Orinoquía.
Guardianes de la paz y de la tierra
Los encuentros sirvieron como espacios críticos para hacer visibles a estas comunidades, no sólo como víctimas sino también como defensoras de su territorio y de su cultura. Reconocer la verdad indígena invita a los colombianos a poner en cuestión la relación y el entendimiento que el resto del país tiene con sus comunidades indígenas. La determinación mostrada por los grupos indígenas a la hora de continuar la práctica de su espiritualidad, su medicina tradicional, su propia lengua, y su propia economía, dentro de sus territorios ancestrales, deben ser vistos como actos de resistencia ante la oleada de violencia de la cual han sido víctimas. Al tomar como propio este esfuerzo, los encuentros de la Comisión de la Verdad abrieron espacios para que los grupos indígenas mostrarán sus costumbres, tales como sus rituales de curación de la tierra llevados a cabo durante el encuentro y reconociendo de la verdad indígena en el Amazonas.
Reconocimiento y no repetición
Dos sucesos notables de los encuentros de la Comisión fueron las declaraciones de actores claves en el conflicto. Como consecuencia del sexto encuentro, Rodrigo Londoño, antiguo comandante de las FARC-EP, reconoció que las comunidades indígenas están entre las víctimas más afectadas por el conflicto. Londoño admitió la responsabilidad del grupo armado en diferentes masacres, como la de 1986, en la que asesinaron a ochos líderes indígenas en Murindó como parte de la estrategia de “limpieza” de las FARC con el objetivo de asumir control territorial. Por esto, y por otros crímenes, incluyendo la violencia de género en contra de las mujeres indígenas, Londoño pidió perdón en representación de la organización.
Una declaración similar fue dada por Salvatore Mancuso, antiguo segundo cabecilla al mando de las Autodefensas Unidas de Colombia, grupo paramilitar. Como parte del encuentro, Mancuso reconoció su rol en el asesinato del líder indígena Kimy Pernia Domico, de la comunidad Emberá Katío. En un conversatorio público con la hija de Kimy en octubre de 2020, Mancuso retomó y elaboró sobre su admisión de culpabilidad de 2007, señalando que entonces no le fue permitido establecer comunicación directa con las víctimas para disculparse, reconocer o clarificar la verdad. Mancuso hizo un llamado al gobierno y a otros actores del conflicto para involucrarse en diálogos similares en aras de asegurar la no repetición de estos actos de violencia.
.
Los grupos indígenas también presentaron sus propias recomendaciones sobre cómo asegurar su supervivencia física y cultural, así como la no repetición. Un punto clave fue la necesidad de desarrollar un sistema de educación intercultural en Colombia, el cual resalte tanto la riqueza de los grupos indígenas como del país en su totalidad. Este mensaje ha sido reiterado por Belkis Izquierdo, magistrada de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), recalcando su carácter esencial para crear una memoria colectiva y nacional. Como lo aseguró Marcelino Sosa, de la tribu Sikuani, la falta generalizada de consciencia pública respecto a las tradiciones y prácticas de las comunidades indígenas contribuye a su victimización y a la amenaza de extinción cultural.
Rodeemos el Diálogo celebra la participación de las comunidades indígenas en los procesos de búsqueda de la verdad y el reconocimiento por parte de la Comisión a la verdad indígena como componente crucial de la memoria nacional. Instamos a la sociedad colombiana a reconocer el lugar esencial que ocupan estas comunidades indígenas, aprendiendo sobre sus tradiciones, así como sobre sus importantes contribuciones a la paz.