Desayuno de paz No 22
Desayuno de Paz No. 22
Invitado: Alejandro Parra, miembro de la Acción colectiva de objetores y objetoras de conciencia (ACOOC).
4 de julio de 2015.
Alejandro, quien trabaja con la Secretaría de Integración Social del Distrito y colaboró con la organización Coalicon (Coalición contra la vinculación de niños al conflicto armado), se hizo objetor de conciencia siendo estudiante del INEM. Cuando le faltaba un año para presentarse al servicio, un amigo mayor que él, quien ya había tenido la experiencia, le insistió en que no fuera. Esto fue hace 12 años, cuando este derecho no estaba tan claramente sustentado en la Constitución. Sin embargo contó con el respaldo de organismos como la Fellowship of Reconciliation y logró resistirse a pesar de la presión del Ejército, el cual finalmente le propuso pagar una suma, que ante sus reiteradas negativas iba siendo cada vez menor. Se negó a entregar dinero para esta institución y propuso a cambio entregarlo a una obra social, pero no se le aceptó. Posteriormente fue demandado por “evasión de impuestos” pero allí tuvo el apoyo de la Comisión Colombiana de Juristas, hasta que los militares desistieron. Al final, en el año 2009 mediante la sentencia C-728 se reglamentó la objeción de conciencia, definida como: el derecho de la persona a rehusarse a cumplir una norma o una ley si ésta va en contra de su conciencia.
Mientras tanto, por no tener Libreta Militar, sólo en abril de este año, después de 5½ años de egresado Alejandro obtuvo su título profesional, luego de ganar una demanda para exigir el reconocimiento de ese derecho, sin el requisito de la libreta. Recientemente, dentro de la nueva Ley de Orden Público, se incluyó la eliminación de la Libreta Militar como condición para poder graduarse. Actualmente se sigue exigiendo para la vinculación laboral, sólo en el sector público. Además, mediante la sentencia T-455 del 2014, la Corte Constitucional estableció que el Ejército tiene la obligación de informar, además de las causas de exención y de aplazamiento del servicio, sobre el derecho a la objeción de conciencia. Esta divulgación es también parte de la labor que cumple la ACOOC.
La militarización y el militarismo
Desde 1907, se estableció en Colombia la llamada “conscripción universal” que significaba que todos debían ir al servicio militar; sin embargo en la práctica, esta obligatoriedad les ha correspondido a los grupos socioeconómicos más bajos de la población: actualmente, el 98% de los reclutas pertenecen a los estratos 1 y 2. Aunque el pago de la Libreta Militar no está contemplado en la ley, con tres millones de pesos se puede “comprar” este documento sin tener que prestar el servicio militar obligatorio.
Este servicio, que dura 18 meses, en muchas regiones de Colombia se considera un honor, más que una obligación. Al existir pocas oportunidades para los hombres jóvenes de niveles socioeconómicos bajos, el servicio militar y la posibilidad de hacer la carrera militar, es una alternativa de empleo que da prestigio, con ciertas ventajas como la jubilación temprana.
Se habló de dos conceptos clave: el militarismo y la militarización. El primero comunica, con valores y símbolos, que el uso de la fuerza es la principal manera de afrontar los conflictos del país. La militarización se refiere a los medios que se utilizan – efectivos, armamento, presupuesto, inversión – para fines bélicos. Colombia es un país a la vez militarista y militarizado. Tiene una larga tradición de guerras y durante muchos años ha priorizado los valores militares; además, tiene el segundo ejército más grande de nuestro continente (después de Brasil), con más militares per cápita que médicos o docentes. Colombia pasó de un Ejército con 148.000 miembros en el 2002 a 473.000 en 2015. Nuestro grado de militarización solo se compara con algunos de los llamados regímenes totalitarios como Corea del Norte, China, Rusia, y varios países africanos.
Se dijo La mentalidad militarizada genera violencia, especialmente contra civiles: en estos años hemos tenido un aumento significativo de agresiones contra las mujeres, desplazamientos, niños reclutados a la fuerza, etc. Las víctimas civiles son mucho más numerosas que las militares. Las cifras oficiales hablan de 4,3 millones de personas desplazadas, mientras que ACNUR y otras ONG cuentan 6,5 millones. A esto se suman 65.000 víctimas de desaparición forzada, y aproximadamente 17.000 secuestrados en los últimos 20 años, de los cuales 4.380 han muerto en cautiverio.
El aumento del militarismo tiene una relación directa con el incremento de la violencia, del número de desplazados, y con la inseguridad en las ciudades. En el año 2010 Cali y Medellín estuvieron entre las ciudades más violentas del mundo, ocupando el 5º y el 9º lugar respectivamente. Se planteó que es un error pretender que para garantizar la seguridad hay que aumentar el número de soldados: lo que hay que hacer es recortar los recursos para el negocio de las armas. El costo financiero de un mes de guerra, $600.000 millones, equivale al valor de 21.000 viviendas de interés social.
Las mujeres vs la militarización
Las mujeres, desde la antigüedad, han tenido un rol en contra de la mentalidad militarizada. Se mencionan la Antígona de Sófocles (“mi conciencia antes de la ley”) y Lisístrata de Aristófanes, de la época clásica, Bertha von Suttner en Europa- la primera mujer en recibir el Nobel de la Paz-(1905) y, en Colombia, la tolimense Carlota Rúa, apoyada por organizaciones religiosas. A partir de allí las mujeres vienen exigiendo la objeción de conciencia en muchos lugares. En 1991 se reconoció la objeción de conciencia en Colombia, al ser incluida en el Artículo 18 de la Constitución.
Las demandas a La Habana
En cuanto a las demandas a los negociadores en las actuales conversaciones de paz en La Habana, la ACOOC ha enviado una carta que plantea cuatro elementos “para una paz duradera”:
- Desmilitarizar el presupuesto de la nación para invertir más recursos en temas sociales como la educación, el empleo y la salud.
- Educar para la paz, promoviendo un cambio en la educación para formar a los jóvenes para la paz.
- Tomar en cuenta la perspectiva de las mujeres en la construcción de paz – una perspectiva no guerrerista, no patriarcal. No se está dando la suficiente relevancia a la representación de la mujer en La Habana.
- Verdad y reparación: dar a conocer qué grupos, qué empresas, qué inversiones se vieron beneficiados por la guerra y se lucraron con ella. Reconocer la amplitud de los intereses detrás de la guerra.