Colombia: La Conversación más Grande del Mundo
Por Gwen Burnyeat
9 de febrero de 2016
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Latin America Bureau. Para ver más blogs de la autora en este plataforma, visite http://lab.org.uk/gwen-burnyeats-colombia-blog/
Traducción: Beatriz Vejarano por Rodeemos el Diálogo
Se están desarrollando grandes esfuerzos por promover no sólo el diálogo sino una verdadera conversación entre todos los actores del proceso de paz de Colombia, tanto a nivel local como nacional.
7 de febrero de 2016
“La conversación es una práctica social que ha sido una de las víctimas del conflicto armado. Pues hay muchas conversaciones que han sido dominadas por todos los actores armados, y muchas más conversaciones que han sido silenciadas”. – Carlos Chica.
Mientras las negociaciones en La Habana siguen adelante con sus altibajos, la sociedad civil colombiana no está de brazos cruzados. Está participando en la Conversación más Grande del Mundo, una iniciativa gubernamental para vincular y visibilizar los miles de foros, manifestaciones, seminarios, conferencias, diálogos públicos, talleres, discusiones en las aulas, conciertos y debates en línea sobre la paz en Colombia. El grupo transnacional Rodeemos el Diálogo (ReD), que ha venido realizando “desayunos de paz” semanales en Bogotá a lo largo de dos años, invitó a Carlos Chica y a Alejandra Villamizar del equipo presidencial que impulsa la iniciativa y les pidió explicar este proyecto con un nombre tan ambicioso.
LA CONVERSACIÓN HA SIDO UNA DE LAS VÍCTIMAS DEL CONFLICTO
Carlos dijo: “Conversar, en su raíz griega, quiere decir convivir y dialogar con los demás; el diálogo, en el sentido aristotélico, significa persuadir con argumentos fidedignos. Debemos comenzar a valorar el arte de la conversación. La conversación es una las prácticas sociales víctimas del conflicto armado. Pues hay muchas conversaciones que han sido dominadas por los actores armados, y muchas más conversaciones que han sido silenciadas”.
Carlos y Alejandra insistieron que no se trata de que el gobierno se apropie de iniciativas de la sociedad civil. “Simplemente estamos haciendo un esfuerzo por subirle el volumen a miles de conversaciones sobre la paz que están desarrollándose todos los días en este país”, explicó Carlos. Alejandra añadió que no se trata tampoco de defender al Presidente Santos, ni de persuadir a la gente sobre la pertinencia de los acuerdos que se están llevando a cabo en La Habana. “Sin embargo, es un escenario que busca persuadir a la gente sobre la importancia del diálogo como un medio de resolución pacífica de los conflictos”.
Destacaron que las personas escépticas o hasta contrarias al proceso de paz deberían participar en la Conversación más Grande del Mundo. “Tenemos que atraer a los escépticos”, dijo Carlos, “y sobre todo a los indiferentes. Como dijo el Papa Francisco en enero de este año, la indiferencia es la amenaza más grande contra la paz”. Esto es especialmente significativo dado que el acuerdo va a ser sometido al voto del pueblo colombiano en un plebiscito, y la indiferencia electoral podría poner en peligro la legitimidad de los acuerdos. El simple hecho que exista un proyecto que resalte la importancia de la conversación sobre la paz es una incitación al diálogo, en un sentido positivo.
Carlos explicó que la Conversación más Grande del Mundo no tiene como fin divulgar los acuerdos de paz de La Habana. Educar a los colombianos sobre los acuerdos es importante, anotó, pero hay muchas organizaciones que ya lo están haciendo, entre ellas la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, organizaciones no gubernamentales internacionales y organizaciones de base. El objetivo trasciende La Habana y los acuerdos, y busca transformar la sociedad de tal manera que las personas puedan aprender a resolver los conflictos y a aceptar las diferencias por medio de la discusión pacífica.
¿QUÉ HACER FRENTE AL ODIO HACIA LAS FARC?
“Por ejemplo”, dijo Carlos, “¿qué vamos a hacer con el odio nacional que se les tiene a las FARC? Un conocimiento detallado de los textos de los acuerdos no ayuda. Hay una idea culturalmente arraigada que las FARC son los únicos malos en Colombia”. Es un comentario llamativo, pues viene de un funcionario del gobierno. La Conversación va más allá de La Habana y aborda las prácticas culturales cotidianas en Colombia que se ven afectadas por la violencia y que contribuyen a reproducirla. Alejandra anotó: “Muchas personas promueven la tolerancia hasta que tienen que hablar con gente intolerante”. A lo que Carlos añadió que “este conflicto ha moldeado la manera como nos relacionamos unos con otros. Hay maneras perversas de relacionarse en esta sociedad y tenemos que comenzar a hablar de ello”.
Rodeemos el Diálogo (ReD), un grupo de la sociedad civil, lleva tres años promoviendo la cultura del diálogo como método de construcción de paz entre civiles. Después de la presentación de Carlos y Alejandra, se abrió la discusión; por lo menos este es un espacio en que el arte de la conversación ya se ha venido practicando a un nivel sofisticado. Los asistentes tenían muchas preguntas: ¿Cómo va la Conversación más Grande a llegar a los sitios más remotos y olvidados del país? ¿Y qué pasa en las áreas donde el conflicto todavía es parte de la realizad cotidiana? ¿Cómo puede la gente en esos lugares ‘conversar’ en medio del miedo? ¿Cómo va la Conversación a incorporar a los medios de comunicación? Una persona confesó su escepticismo frente a las posibilidades reales de paz; otra dijo que había sido indiferente en cuanto al conflicto, pero que desde que participa en ReD se ha entusiasmado con la importancia del proceso de paz.
Yo pregunté qué estrategias van a utilizar y Alejandra respondió: “La Conversación ya existe. Muchas personas y organizaciones diferentes ya están conversando. Si ya se está desarrollando alguna conversación organizada de algún tipo que tenga que ver con incitar a la reflexión sobre la paz, puede formar parte de la Conversación”. Explicó que la Conversación más Grande del Mundo puede brindar visibilidad a diferentes eventos e iniciativas, ofrecer su logo y, si los organizadores así lo desean, se pueden divulgar fragmentos de su conversación a través de los medios de comunicación de la Conversación. La Conversación puede mandar personas de la Presidencia, si los organizadores así lo desean, pero “nosotros no tenemos que participar, no se trata de que se lo apropie el gobierno”. Ofrecen un kit en línea que aporta diferentes posibilidades, entre ellas material didáctico, apoyo a los organizadores locales para seleccionar e invitar un orador, así como acceso al cubrimiento mediático. Hay también una plataforma virtual en la que las personas pueden colgar fotos, videos y canciones y participar en foros en línea. “La idea es tener una experiencia compartida”, dice Alejandra. “Hemos tenido la experiencia compartida de la guerra. Pero esta experiencia la construimos por medio de la conversación”.
NO HABRÁ MANIPULACIÓN DE ARRIBA HACIA ABAJO
Carlos agregó que “no queremos manipular estas discusiones. Las metodologías y los temas de las Conversaciones dependen de los grupos individuales que participan. Este país está lleno de metodologías creativas. Ya hay organizaciones en el terreno, en las regiones, que conocen a la gente, que saben de sus preocupaciones. Nosotros sólo queremos articular todo eso”.
ReD fue uno de los pioneros en el desarrollo de espacios de diálogo en Colombia. En un país con una vibrante historia de movimientos sociales, muchos grupos han venido discutiendo sobre la paz, la política y los derechos humanos desde hace décadas, pero generalmente lo hacen desde perspectivas ideológicas específicas, y no necesariamente con el propósito de incorporar las diferencias y aprender a escuchar al ‘otro’. Pero cada vez queda más claro que la sociedad civil, además de tener parte de la responsabilidad en la perpetuación del conflicto armado – ya sea pagando extorsiones, manteniéndose indiferente o beneficiándose de la guerra económicamente – deberá jugar un papel crucial en la transformación del país, de uno en que finalmente se logre el delicado cese al fuego bilateral (¡nada fácil!) a otro en que la paz esté enraizada en la cultura cotidiana. Lo nuevo de la Conversación más Grande del Mundo es que el gobierno ha entendido la importancia de apoyar el diálogo como mecanismo para conversar a través de los abismos políticos y sociales, y está intentando encontrar las maneras de contribuir a que tales prácticas progresen, sin asumir el control ni imponer una agenda política.
Carlos concluyó que “la Conversación más Grande del Mundo es una poderosa herramienta para transformar la sociedad, para formar e identificar líderes, para unir a la gente, para permitir que las conversaciones individuales y aisladas converjan y se unan. También, para desarrollar empatía, una característica humana que hemos perdido en la guerra – la capacidad de ponernos en los zapatos del otro. La conversación es un vehículo por medio del cual diferentes percepciones de la realidad pueden ponerse sobre la mesa, lo que nos permite comprender que la realidad no es absoluta”.
Lo que está ocurriendo en Colombia es único. La convergencia de la agenda política nacional con las conversaciones de personas comunes y corrientes y el desarrollo de un lenguaje que pone el diálogo en el centro de la práctica política y social es una extraordinaria expresión de lo que significa buscar la verdadera democracia. El resultado no será perfecto, pero la idea establece un rasero alto y anima a ejercer la ciudadanía activa – algo que podría convertirse en una lección para las sociedades de todo el mundo.
Gwen Burnyeat es antropóloga y escritora británica. Actualmente es profesora de antropología política en la Universidad Nacional de Colombia. Ha trabajado en Colombia a lo largo de seis años en instituciones como el Centro Internacional de Justicia Transicional y Brigadas de Paz Internacional en el Urabá. Además de publicaciones académicas, escribe ficción y actualmente está produciendo un documental llamado “Chocolate de Paz”.