Los desayunos de paz se realizan bajo la dirección de ReD Bogotá con el objetivo de reunir a diferentes conferencistas para que nos expliquen diferentes temas politicos relacionados con la paz de Colombia.

Desayuno de Paz No 17

Desayuno de Paz No. 17 de 2015

Invitado: Oscar Gómez. Psicólogo.

Tema: el daño social en contextos de violencia; desafíos del posconflicto.

30 de mayo de 2015

La conversación con Oscar, quien durante varios años ha trabajado con víctimas de la violencia, se orientó inicialmente a conocer su motivación para dedicarse a este difícil  campo. Cuenta que desde pequeño observaba cómo el más fuerte se aprovecha del más débil y que también  lo marcó la enseñanza de sus mayores sobre la importancia de ayudar a quien está en condiciones de desventaja.

Al entrar por primera vez en contacto con huérfanos y viudas víctimas de la violencia en Urabá, mujeres que habían perdido a sus familiares en la guerra, sentía que no tenía cómo ayudar; sin embargo,  aprendió que el solo hecho de escuchar, de facilitar que las personas hablaran de su dolor, de sus emociones negativas, y contaran su historia, representaba una gran ayuda para las víctimas.

Escuchar y contar

Saber escuchar a las personas en estas circunstancias requiere una preparación de quien escucha; es necesario sobretodo que el psicólogo o terapeuta se conozca a sí mismo y entienda el contexto. Más que un profesional con estudios especializados, debe ser alguien que conozca y pueda comprender la situación. En Chile, en la época posterior a Pinochet, había psicólogos con buena formación, pero ajenos a la experiencia de las víctimas, que se vieron sin la capacidad para brindar el apoyo que aquellas requerían. En Colombia, en varias regiones se ha estado promoviendo la formación de terapeutas populares, que no necesariamente deben ser psicólogos, pero sí tener las herramientas necesarias para ayudar. Es muy importante el primer contacto de las víctimas sea con una persona dispuesta a dar apoyo. Por esto, concluye Oscar, la salud mental no es un dominio exclusivo de los psicólogos, sino que también depende del apoyo que brinde la misma comunidad.

Cuando hablamos de afectación de la salud mental pensamos en el trauma. Cuando se produce, puede aparecer la desesperanza. Los actos violentos generan horror y emociones negativas, tan fuertes que muchas veces no se pueden traducir en palabras. Además, en muchos casos los victimarios prohíben a las víctimas contar lo que vieron o lo que pasó. Controlan así el poder de contar, de dejar salir el miedo y el dolor, y esto aumenta el daño. Por ejemplo, en el Genocidio Nazi; los horrores fueron tales, que hasta que no se vieron las evidencias reales, a las víctimas no les creían que fuera cierto lo que contaban. En Colombia, hace unos años se hablaba de fosas comunes con cuerpos desmembrados y nadie imaginaba que realmente esto existiera, hasta que las empezaron a descubrir. Por tanto, el hecho de contar y expresar los sentimientos es liberador, y muchas personas sólo necesitan que se les facilite esta posibilidad.

El daño

Oscar define el daño psicosocial como el impacto negativo que se genera en la vida personal y emocional, y que en algunos casos puede llegar a generar trastornos psiquiátricos. Aunque algunas personas sí requieren atención especializada, la mayoría necesita sobretodo solidaridad.

Quien ocasiona el daño quiere generar una fractura en la persona, que a la vez afecta su red social, pues los seres humanos son parte de redes sociales. Esto se observa en la creación de la comuna 13 en Medellín,  donde las familias desplazadas llegaban y recibían la solidaridad de todos; cuando llegaron los paramilitares cortaron la comunicación entre los sectores, fracturaron estas redes, y los habitantes de la comuna empezaron  a desconfiar de los que no conocían. La violencia rompe relaciones, rompe comunicaciones.

Reflexiones y comentarios

¿Cómo lograr que las personas aprendan a expresar las emociones? Esta prohibición es muy generalizada en nuestra sociedad; no sólo en el contexto de la violencia política.

¿Cómo llegar a responder a las necesidades de la gente? Colombia es modelo para muchos países por las instituciones que ha creado para atención a víctimas, restitución de tierras; tenemos muchos profesionales preparados, pero sin una idea real de lo que las personas han vivido.

¿Existe una brecha entre la institucionalidad y lo que realmente reciben las víctimas? ¿Por qué es más difícil perdonar para quienes no han sido víctimas directas? ¿Qué tan necesarios son el perdón y la reparación para sanar? ¿Cómo recomponer la solidaridad? ¿Cómo se podrá reconstruir el tejido social, donde los  actores armados van a tener que volverse invisibles?

Oscar nos invita a comprender que estos son procesos de largo plazo. Dice que es propio de los colombianos querer encontrar las soluciones a todos los problemas. Necesitamos tener presente que cada individuo es una realidad, un mundo complejo. Cuando hablamos de las víctimas en general, los desplazados, los falsos positivos, tendemos a invisibilizarlos.

Hay que reconstruir la memoria. Y esto es especialmente una labor de las  mujeres. Hay instituciones trabajando en esto, como el Centro de Memoria Histórica, que  hace una gran labor. Pero es importante ver quién escucha a las víctimas; quién reconstruye las escenas; si realmente son las víctimas, u otros lo hacen por ellas.

Sobre la necesidad de perdonar, de ayudar a otros a cambiar la rabia o el odio  por otros sentimientos, nos dice que no tenemos por qué cambiar al otro: cada quién es dueño de sus emociones. El perdón es un acto individual; como un don. Es cuestión de construir y reconstruir relaciones.

Finalmente, llama la atención que la violencia nos ha quitado la capacidad de soñar y necesitamos recuperarla.

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Desayuno de paz No 23

Desayuno de paz 23

Invitado: Mauricio Rodríguez.

Serie: “Medios de comunicación y construcción de paz”

11 de julio de 2015.

La conversación con Mauricio Rodríguez, periodista, exembajador de Colombia en Londres, se enfocó en el papel de los grandes medios de comunicación en la construcción de paz, y en  las posibilidades y los riesgos que se abren en Colombia, en el contexto de una transición del conflicto hacia la paz.

Llevamos 50 años de guerra, frustraciones, engaños, intentos fallidos y respuestas violentas a otras opciones de pensamiento. Llevamos muchos años de indiferencia, escepticismo y promesas incumplidas. No es raro, por tanto, que haya una profunda desconfianza en el proceso por parte de la opinión pública. En la mesa de La Habana, las partes deben tener como prioridad la construcción de confianza, mutua y con la opinión.

¿Cómo se sale del círculo vicioso de la guerra para entrar al círculo virtuoso de la paz? A partir de gestos recíprocos es posible transformar, no sólo la percepción sino la realidad del conflicto. Desde problemas entre vecinos, hasta guerras internacionales y conflictos internos, la construcción de confianza es posible a partir de gestos mínimos. El 20 de julio arranca otro proceso de construcción de confianza que debe  dar resultados y mantenerse hasta la firma del acuerdo final y la declaratoria formal de un cese bilateral definitivo.

A pesar de la emergencia de nuevas formas discursivas por parte de las FARC, como el noticiero y su presencia en redes sociales, y de estrategias del Gobierno para ambientar los acuerdos y promover su aceptación, hay que llegar a una opinión pública prevenida y buscar  la transformación de percepciones para el éxito del proceso de paz. Además de los grupos más explícitos en su apoyo al proceso, como las víctimas, las organizaciones civiles y sociales, y la academia, hay  3 grupos poblacionales que son receptivos y que serán fundamentales para la ampliación del consenso: las mujeres, los niños y los jóvenes.

Son destacables iniciativas y voces alternativas, como el documental de Daniela Abad Carta a una sombra, o la producción artística de Jesús Abad Colorado, como su libro Mirar de la vida profunda, que informan y sensibilizan al público, abriendo la puerta a experiencias de reconocimiento y de catarsis en medio del dolor y los horrores de la guerra.

También es importante que el país conozca mejor experiencias en América Latina y el resto del mundo. Abordar en esta perspectiva las implicaciones del proceso para los militares y los agentes del Estado. Superar el conflicto involucrando a todos los actores.

En este sentido, es clave comunicar la proyección hacia una participación política efectiva de todas las corrientes ideológicas en el marco de las instituciones, que transforme las realidades sociales y económicas que han sido caldo de cultivo de la violencia en Colombia.

Atribuirle la culpa al gobierno y a las FARC por todas las fallas de comunicación del proceso  es un error. No es fácil comunicar un proceso complejo como el que tiene lugar en La Habana; y el reto de transformar la cultura de la confrontación en una cultura de diálogo no es ajeno a las partes. Pero los grandes medios tradicionales tampoco pueden delegar su responsabilidad profesional y su función social.

Los grandes medios no están haciendo bien la tarea, con contadas excepciones. Hay interferencias personales, ideológicas, o de intereses políticos o económicos. La comunicación del proceso de paz no ha estado a la altura del desafío por una combinación de factores. Hay facilismo, superficialidad y sensacionalismo en la reportería. La opinión pública tiende a usarse irresponsablemente, generando o promoviendo percepciones erradas o ignorando hechos elementales.

¿Ha sido completo el cubrimiento regional de los grandes medios? ¿Puede decirse que la falta de cubrimiento en las zonas más afectadas por la violencia, y particularmente de la perspectiva de las víctimas, ha parcializado a la opinión pública urbana en contra del proceso o, por lo menos, ha restado elementos que podrían fomentar su apoyo? ¿Por qué la gente no le cree al proceso de paz?

Sobre el rol de los medios para suavizar la extrema polarización de la opinión pública y transformar el lenguaje por medio del cual se está transmitiendo, lo que se ha llamado “desarmar la palabra”, hubo posiciones encontradas durante el desayuno. En particular, sobre el uso de calificaciones como “terrorista”, “narcoterrorista” y “criminal” en relación a las FARC. ¿Cambiar los términos de la conversación desde ya es responsabilidad de los medios? ¿O la firma del acuerdo con el Gobierno es un prerrequisito para modificar esta postura?

En cualquier caso, es esencial que haya una apuesta por el futuro, considerando los errores cometidos, los riesgos en que incurrimos, pero ante todo las grandes oportunidades de cambio y mejoría que se vislumbran. Ya es hora de romper barreras, creando mecanismos y escenarios de intercambio entre las extremas más vehementes y las convergencias del centro.

Lo que está en juego no sólo es el fin del conflicto, sino la transformación de la cultura. No importa que tarde una generación, o tres horas y media –lo que tarda alguien en llegar a otro país donde, por cualquier razón, es capaz de obedecer normas básicas de conducta que desconocía en el suyo. Tarde lo que tarde, es mejor empezar cuanto antes. En esto también será determinante la respuesta del sistema educativo, que es un proceso comunicativo de largo plazo, alta penetración y con un gran potencial transformador.

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Desayuno de paz No 22

Desayuno de Paz No. 22  

Invitado: Alejandro Parra, miembro de la  Acción colectiva de objetores y objetoras de conciencia (ACOOC).

4 de julio de 2015.

Alejandro, quien trabaja con la Secretaría de Integración Social del Distrito y colaboró con la organización Coalicon (Coalición contra la vinculación de niños al conflicto armado), se hizo objetor de conciencia siendo estudiante del INEM. Cuando le faltaba un año para presentarse al servicio, un amigo mayor que él, quien ya había tenido la experiencia, le insistió en que no fuera. Esto fue hace 12 años, cuando este derecho no estaba tan claramente sustentado en la Constitución. Sin embargo contó con el respaldo de organismos como la Fellowship of Reconciliation y logró resistirse a pesar de la presión del Ejército, el cual finalmente le propuso pagar una suma, que ante sus reiteradas negativas iba siendo cada vez menor. Se negó a entregar dinero para esta institución y propuso a cambio entregarlo a una obra social, pero no se le aceptó. Posteriormente fue demandado por “evasión de impuestos” pero allí tuvo el apoyo de la Comisión Colombiana de Juristas, hasta que los militares desistieron. Al final, en el año 2009 mediante la sentencia C-728 se reglamentó la objeción de conciencia, definida como: el derecho de la persona a rehusarse a cumplir una norma o una ley si ésta va en contra de su conciencia.

Mientras tanto, por no tener Libreta Militar, sólo en abril de este año, después de 5½ años de egresado Alejandro obtuvo su título profesional, luego de ganar una demanda para exigir el reconocimiento de ese derecho, sin el requisito de la libreta. Recientemente, dentro de la nueva Ley de Orden Público, se incluyó la eliminación de la Libreta Militar como condición para poder graduarse. Actualmente se sigue exigiendo para la vinculación laboral, sólo en el sector público. Además, mediante la sentencia T-455 del 2014, la Corte Constitucional estableció que el Ejército tiene la obligación de informar, además de las causas de exención y de aplazamiento del servicio, sobre el derecho a la objeción de conciencia. Esta divulgación  es también parte de la labor que cumple la ACOOC.

La militarización y el militarismo

Desde 1907, se estableció en Colombia la llamada “conscripción universal” que significaba que todos debían ir al servicio militar; sin embargo en la práctica, esta obligatoriedad les ha correspondido a los grupos socioeconómicos más bajos de la población: actualmente, el 98% de los reclutas pertenecen a los  estratos 1 y 2. Aunque el pago de la Libreta Militar no está contemplado en la ley, con tres millones de pesos se puede “comprar” este documento sin  tener que prestar el servicio militar obligatorio.

Este servicio, que dura 18 meses, en muchas regiones de Colombia se considera un honor, más que una obligación.  Al existir pocas oportunidades para los hombres jóvenes de niveles socioeconómicos bajos, el servicio militar y la posibilidad de hacer la carrera militar, es una alternativa  de empleo que da prestigio, con ciertas ventajas  como la jubilación temprana.

Se habló de dos conceptos clave: el militarismo y la militarización. El primero comunica, con valores y símbolos, que el uso de la fuerza es la principal manera de afrontar los conflictos del país. La militarización se refiere a los medios que se utilizan – efectivos, armamento, presupuesto, inversión – para fines bélicos. Colombia es un país a la vez militarista y militarizado. Tiene una larga tradición de guerras y durante muchos años ha priorizado los valores militares; además, tiene el segundo ejército más grande de nuestro continente (después de Brasil), con más militares per cápita que médicos o docentes. Colombia pasó de un Ejército con 148.000 miembros en el 2002 a 473.000 en 2015. Nuestro grado de militarización solo se compara con algunos de los llamados regímenes totalitarios como Corea del Norte, China, Rusia, y varios países africanos.

Se dijo La mentalidad militarizada genera violencia, especialmente contra civiles: en estos años hemos tenido un aumento significativo de agresiones contra las mujeres, desplazamientos, niños reclutados a la fuerza, etc. Las víctimas civiles son mucho más numerosas que las militares. Las cifras oficiales hablan de 4,3 millones de personas desplazadas, mientras que ACNUR y otras ONG cuentan 6,5 millones. A esto se suman 65.000 víctimas de desaparición forzada, y aproximadamente 17.000 secuestrados en los últimos 20 años, de los cuales 4.380 han muerto en cautiverio.

El aumento del militarismo tiene una relación directa con el incremento de la violencia, del número de desplazados, y con la inseguridad en las ciudades. En el año 2010 Cali y Medellín estuvieron entre las ciudades más violentas del mundo, ocupando el 5º  y el 9º  lugar respectivamente. Se planteó que es un error pretender que para garantizar la seguridad hay que aumentar el número de soldados: lo que hay que hacer es recortar los recursos para el negocio de las armas. El costo financiero de un mes de guerra, $600.000 millones, equivale al valor de 21.000 viviendas de interés social.

Las mujeres vs la militarización

Las mujeres, desde la antigüedad, han tenido un rol en contra de la mentalidad militarizada. Se mencionan la Antígona de Sófocles (“mi conciencia antes de la ley”) y Lisístrata de Aristófanes, de la época clásica, Bertha von Suttner en Europa- la primera mujer en recibir el Nobel de la Paz-(1905) y, en Colombia, la tolimense Carlota Rúa, apoyada por organizaciones religiosas. A partir de allí las mujeres vienen exigiendo la objeción de conciencia en muchos lugares. En 1991 se reconoció la objeción de conciencia en Colombia, al ser incluida en el Artículo 18 de la Constitución.

Las demandas a La Habana

En cuanto a las demandas a los negociadores en las actuales conversaciones de paz en La Habana, la ACOOC ha enviado una carta que plantea cuatro elementos “para una paz duradera”:

  1. Desmilitarizar el presupuesto de la nación para invertir más recursos en temas sociales como la educación, el empleo y la salud.
  2. Educar para la paz, promoviendo un cambio en la educación para formar a los jóvenes para la paz.
  3. Tomar en cuenta la perspectiva de las mujeres en la construcción de paz – una perspectiva no guerrerista, no patriarcal. No se está dando la suficiente relevancia a la representación de la mujer  en La Habana.
  4. Verdad y reparación: dar a conocer qué grupos, qué empresas, qué inversiones se vieron beneficiados por la guerra y se lucraron con ella. Reconocer la amplitud de los intereses detrás de la guerra.

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Desayuno de Paz No 19

Desayuno de Paz No. 19

Invitado Especial: Robinson Ramírez

Tema: Experiencias de vida de un excombatiente

26 de junio de 2015

“Tanto el conflicto como el diálogo empiezan en casa; por lo tanto, se debe motivar más a las familias para disminuir la violencia e inculcar valores básicos como el respeto”

Robinson Ramírez nació en Palmira, Valle (1968), Actualmente trabaja como operario de aseo del Distrito Capital además de ser instructor de yoga, estudiante de Gestión del Talento Humano en el SENA y conferencista en diversos espacios. Ha sido beneficiario de la Agencia Colombiana para la Reintegración. Creó hace algunos años la fundación Nueva Vida para  Desmovilizados (Nuvipades), que suspendió actividades por falta de recursos. Decidió dejar las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) después de 18 años de pertenecer a este grupo.

El inicio de una travesía

Robinson comienza contando que salió de su casa en Palmira cuando tenía 7 años de edad,  huyendo de la violencia de su hogar. El azar lo trajo a Bogotá donde terminó en la Calle del Cartucho. Allí  encontró personas que lo aconsejaron de manera equivocada, le enseñaron a robar para otros  y para sobrevivir. Consumió drogas, en especial bóxer, que le ayudaba a soportar las condiciones adversas. Vivió así hasta los 13 años, cuando llegó a esta calle un personaje en una camioneta de vidrios polarizados, que buscaba gente para trabajar, y Robinson le pidió que lo llevara. Desde ahí su destino sería otro.

Recolectando en la Hormiga                               

El señor de la camioneta era un narcotraficante que trasladó a Robinson hasta la Hormiga, Putumayo. Caminaron más o menos por dos días entre montañas y lomas para llegar una finca donde se cultivaba coca. Robinson estaba feliz, pensando que podría tener la droga que quisiera, hasta cuando le pidió un poco a su nuevo patrón y éste lo amenazó: -“si usted se llega a robar así sea un gramo, lo mato -¿y con esa amenaza quién no cumple?”. Así empezó Robinson a trabajar como recolector de hoja de coca.

Mi revolución, tú revolución

En Putumayo, Robinson descubrió que sentía gran afinidad por el socialismo, por esta ideología que defendía la igualdad social. Esta fue una de las razones por la que Robinson se unió a las FARC, donde pasaría a ser el camarada Roger. Cuenta que hizo parte del frente sexto de las FARC y llegó a ser el comandante ideológico de esta guerrilla, después de escuchar sobre la historia del país, las teorías socialistas, la lucha agraria y el impacto del bogotazo.

Me sentí utilizado

Ante algunas preguntas de los asistentes, Robinson cuenta que siente agradecimiento hacia la organización, pero a la vez desengaño. Según su experiencia, la organización no obliga a nadie a pertenecer a ella. Cuenta que durante su permanencia “en ningún momento se pudo decir que las FARC obligó a alguien a estar allí”. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo se sintió utilizado; “yo iba analizando que algunos planteaban la toma del poder por la fuerza.” Cada compañía tiene un comandante político y uno militar, “yo pertenecía al brazo político, el que siempre se encaminaba por el diálogo, por no tener que fusilar a un policía o a un paramilitar. Me desilusioné cuando un día el comandante Calixto me utilizó: yo tenía buena relación con el comandante de policía de Belalcázar, Cauca. Con él nos entendíamos y buscábamos controlar la delincuencia.” Sin embargo, Calixto mató en su presencia al comandante de la policía y le prohibió notificar del evento al comandante Miguel Pascuas. Robinson sintió que todo su trabajo se había derrumbado, además “Calixto violó el estatuto,  el reglamento interno.”

La deserción

El 24 y el 25 de diciembre, las FARC celebran la fiesta del guerrillero. En 2008, Robinson estaba cuidando la fiesta y Calixto estaba tomando; cuenta que un alto oficial del ejército era hermano de Calixto y había ido a visitarlo. En medio de la fiesta, Calixto comentó que planeaba aprovechar la fiesta del 31 de diciembre para matarlo; su decisión de desertar, contemplada desde hacía un tiempo, se concretó en ese momento.

Si tú existes, me dejas salir de acá”

Aunque Robinson veía difícil su deserción, desde al año 2005 había hablado sobre este tema con el camarada Miguel Pascuas. Además de los desacuerdos, no quería envejecer en la guerrilla. Había pedido un cambio de frente por problemas con Calixto, pues fallaba la comunicación entre ellos. El día de su fuga, huyó vestido de civil, con la excusa de recoger leña para dar ejemplo a sus subalternos. A los 42 años,  después de 18 de pertenecer a las FARC, Robinson salió el 25 de diciembre del  campamento y tomó una ruta que no conocía para evitar que lo encontraran; en ese momento, aunque no creía en Dios, en medio de la angustia lo invocó: “si tú existes, me dejas salir de acá”. Robinson duró cinco noches y cuatro días hasta llegar a su casa.

La reintegración

Robinson se ocultó por un mes. Luego se vio obligado a ingresar al programa de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), cuando  por insistencia de una tía fue a la iglesia y se confesó. El sacerdote le dio dos opciones: o ayudaba al Ejército a hacer inteligencia contra las FARC, o se tendría que presentar a la ACR. Robinson optó por la segunda. Hoy es bachiller y tiene una familia, con dos hijas  de 9 y 11 años. Sin embargo, el programa que viene adelantando la ACR no llena las expectativas; se le prometió vivienda digna y aun no se la han dado.

La negociación

Para Robinson, en La Habana están hablando de paz, pero no incluyen a los desmovilizados, o por lo menos, los desmovilizados no se sienten incluidos. En la Habana está actuando principalmente el lado político de las FARC, pero para hablar de paz hay que sentarse también con los sindicatos y los indígenas, con las Bacrim y los paramilitares.

Reflexiones finales

Robinson cerró el desayuno diciendo: “No he hablado en representación de las FARC. Amo a mi patria, yo no soy un desmovilizado que salió a delinquir. Yo salí a construir paz.” Así, reafirmó que “en las FARC se formó en la vida, en valores, en salvar vidas. Lo malo de esta guerrilla son algunos de sus mandos.” Sin embargo, al igual que miles de  desmovilizados, se siente discriminado por algunas empresas. En su caso, tiene un empleo con la ciudad gracias a que el alcalde actual promueve la política de la inclusión. La situación es tan precaria que los desmovilizados no están incluidos en el  SISBEN; muchos están vendiendo su cuerpo para sobrevivir.

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Desayuno de Paz No 18

Desayuno de Paz  No. 18  

Invitado: Christian Voelkel, analista International Crisis Group (ICG)

6 de junio de 2015

¿Puede ser el anuncio de la creación de la Comisión de la Verdad una coincidencia en momentos en que el proceso de paz parece estancarse por los ataques de las FARC, o es el resultado de un trabajo extenso? ¿Es la comisión de la verdad suficiente para llegar a los procesos de reconciliación a la que están llamados los colombianos? ¿Cómo lidiar con las verdades oficiales y con el esclarecimiento de los actos cometidos tanto por el Estado como por las FARC? Estos fueron algunos cuestionamientos que orientaron el desayuno de paz.

Se trató no solamente de discutir las implicaciones y retos de una Comisión de la Verdad en el post-conflicto, sino también de recoger lo que ha sucedido en el último año de las negociaciones entre el Gobierno y las FARC.  El cese unilateral al fuego y el acuerdo de desminado orientaron en un primer momento la discusión y pusieron sobre la mesa la importancia de que las próximas medidas que se tomen sean de carácter bilateral. Por un lado, se reconoció la desconfianza que generó el fracaso del cese unilateral en la opinión pública y sus implicaciones humanitarias. Por otro lado, al retomar el acuerdo de desminado se identificó éste como un gesto de voluntad conjunta de las partes, que lastimosamente ha sido subvalorado por la sociedad colombiana.

Después llegamos al punto crucial: reconocer la importancia de la creación de la Comisión de la Verdad. Esta discusión generó diferentes posturas, desde lo semántico hasta los efectos sociales y políticos de crear una comisión de este corte. Se dijo que este primer acercamiento a la creación de una Comisión de la Verdad no debe ser visto como una coincidencia sino como el resultado de tensiones y presiones políticas dentro de la mesa de negociación. En ese sentido, también es relevante reconocer el trabajo que hay detrás, que se ha visto reflejado en la consulta de diferentes expertos del mundo que han trabajado en comisiones de la verdad.

Frente a las expectativas que esta Comisión de la Verdad puede generar, vale mencionar que ésta no puede ser vista como la respuesta a las exigencias de las dos partes;  si bien es cierto que el punto central son las víctimas, esta comisión no será suficiente para la reconciliación y para resolver problemas de carácter estructural que han aquejado al país desde el inicio del conflicto armado. No obstante, al evaluar el diseño de la comisión es importante resaltar sus puntos positivos. Uno de ellos, la orientación extrajudicial de esta comisión, significa que las declaraciones que allí se realicen no tendrán valor judicial, por lo que se espera que lo que allí sea manifestado  sea veraz. Este punto permitió responder algunos cuestionamientos sobre la trascendencia de la verdad colectiva, crucial para los procesos simbólicos de memoria histórica.

Sin embargo, esta comisión tiene vacíos que pueden hacer que la verdad que allí se construya entren en tensión con la justicia penal y con las garantías de no repetición. Este vacío condujo a una mirada retrospectiva hacía ejercicios anteriores como lo fue la de la Ley de Justicia y Paz del 2005. Se habló de la efectividad de una comisión que carece de obligatoriedad y que adicionalmente cuenta con un método interesante de escogencia de los comisionados. También surgieron preguntas sobre el tipo de victimas que hacen parte del diseño de la comisión. Se expresó el temor frente a un posible  proceso de justicia transicional donde son invisibilizadas unas víctimas y sólo se piensa en las victimas que están en La Habana.

Al concluir se resaltó la importancia de admitir que la comisión no puede reconocer una sola verdad, ya que hay diferentes actores en el conflicto y habrá diversas versiones del mismo. En esta construcción de la verdad, es importante pensar en capítulos regionales que puedan dar respuesta a hechos violentos locales. La comisión es aún maleable y aún está sujeta a cambios. Sin embargo, esto último no debe generarnos falsas expectativas, ya que esta comisión más que dar soluciones a las víctimas debe entenderse como un espacio de diálogo.

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Relatoría Desayuno de Paz No 16

Desayuno de Paz No. 16

Invitada: Ana María Forero, antropóloga, profesora Universidad de los Andes

Tema: La construcción de identidad de los militares y sus implicaciones para el proceso de paz.

23 de mayo de 2015

La investigación doctoral de Ana María fue  una búsqueda para conocer y comprender la forma en la que algunos oficiales conciben la historia del Ejército y la historia nacional colombiana, para con ello entender como conciben su quehacer, su misión y visión en el contexto nacional. Fue un ejercicio de escucha. Antes, en 1996, había visitado el Museo Histórico de la Policía y al ingresar, después de pasar una gran fachada con los símbolos de la institución, se encontró con la sala de caídos, en la que había imágenes de los uniformes baleados y ensangrentados de los hombres que cayeron prestando servicio: sintió que las víctimas no estaban sólo en la sociedad civil.

El escenario etnográfico de su tesis doctoral fue la Escuela Militar de Cadetes José María Córdova más específicamente la biblioteca Tomás Rueda Vargas. Trabajó con algunos miembros de la Academia Nacional de Historia Militar e hizo trabajo de archivo con la revista de ACORE (Asociación Colombiana De Oficiales Retirados). Conoció la historia de las víctimas de las fuerzas militares. Comprendió cómo se ha creado una relación de hostilidad con los civiles.

En este contexto, en nuestro desayuno, desarrollamos una conversación entre muchos participantes alrededor de los siguientes temas:

Ficciones:[1] Algunas ficciones ayudan a definir a la identidad del Ejército. Los mitos fundacionales se remontan a la noche de los tiempos en los que, al decir de algunos oficiales, el hombre era lobo para el hombre. Fue solo gracias a la voluntad de delegar el uso de la fuerza en un grupo de hombres, que se dieron las condiciones necesarias para la evolución de la humanidad. Otro mito se refiere a Simón Bolívar, quien, en palabras de algunos militares supo liderar el único momento glorioso de nuestra historia militar. Luego vino ‘la Patria Boba’, y desde ahí hemos tenido unas fuerzas armadas politizadas, que en la historia contemporánea han cumplido su misión en un permanente “estado de excepción” en donde los militares adquirieron autonomía sobre el orden público, cuestión que contribuyó a que la la identidad de la insttución fuera moldeada alrededor de principios antisubversivos.

La desconfianza hacia el Estado nace en el momento en el que este limita su presencia en las regiones a mandar tropas. El Ejército después de sofocar focos de insurgencia no es seguido por otros brazos estatales, a saber: educación, salud, vías etc., lo que repercute en el recrudecimiento de las fuerzas insurgentes que muchas veces son quienes cuentan con el apoyo de la población civil. Cuestión que dificulta la relación con los sectores más vulnerables de la población.

Línea de mando: En nuestra conversación, durante el desayuno, también surgió el tema de cómo en las regiones la línea de mando no necesariamente funciona. Así mismo, la identificación con Uribe y su discurso, no es obvia en la totalidad de la institución. La afinidad o lejanía con los discursos del exmandatario no sólo varía de persona en persona sino de región a región. Esto mismo sucede con respecto al actual proceso de paz: no hay un solo posicionamiento dentro del Ejército. El Ejército es, como cualquier institución total, una fuerza heterogénea.

Autoimagen: Es un Ejército que se autodefine como bolivariano; en esto se asemeja a la guerrilla, que también se considera bolivariana.  A la vez, se  percibe como víctima: está dolido, resentido, pues ha servido siempre a la democracia (no ha dado ningún golpe de Estado a diferencia de las instituciones militares de otros países de la región), y está necesitado de reconocimiento y gratitud de parte de la sociedad civil. Algunos miembros del Ejército reconocen ha habido errores, lo que de ninguna manera altera la  quinta esencia de la institución que se ha mantenido intacta. El Ejétcito, en las narrativas militares, pese a los errores cometidos se conserva como una fuerza democrática respetuosa del estado de derecho.

Encuentros: Por las circunstancias de la guerra, que dejan víctimas de ambos lados, hay situaciones de encuentro en las regiones en donde, soldados, guerrilleros,  madres y familiares de las diferentes partes en conflicto se solidarizan en el dolor. Se vio como en los escenarios regionales procesos de paz cobran vida, sin importar las agendas o ritmos de las instituciones centrales. Se subrayó que en estos escenarios se dan relaciones cara a cara, y que  esta cercanía se da en medio de  emociones que llevan a  una apertura en la escucha, paso indispensable para apuntar a una posible solución. En el posconflicto se requiere lograr un cambio de mentalidad, pues debe cambiar la relación entre todos los sectores de la población colombiana.

Justicia: Con respecto a la justicia transicional, hay mucho temor dentro del Ejército, algunos miembros sienten que no hay seguridad jurídica por lo cual están buscando hacer sus  versiones de memoria que desemboquen en materiales que los apoyen en procesos de justicia transicional. Además del castigo, sus reticencias aumentan al ver amenazada su identidad,  su imagen ante sus hijos y familiares: pasar de ser el héroe a ser sancionado por sus actos.  Más que un binario, el héroe que vence a los malos, podemos observar en la institución  una superposición: “soy héroe y a la vez soy víctima.”

Debilitamiento: La posible estrategia del Gobierno en un plausible escenario post conflicto es darle nueva fuerza a la Policía. A medida que se va reduciendo el Ejército,  la Policía podría  fortalecerse preparándose para un posible escenario postconflicto, por ejemplo vinculando muchas mujeres destinadas a la a educación de la población en el cuidado, en la cultura del no-conflicto.  En este contexto, el Ejército debe buscar alternativas para justificar su misión en un posible escenario post-firma y debe apostar que se defina entre los ciudadanos como una institución digna, lo que  es difícil debido a  otros retos asociados con el posconflicto.

Reflexión final: Sentir empatía por ese otro que se estudia, y a la vez condenar algunas de sus acciones, es emocionalmente muy difícil. Esta paradoja de la antropología se piensa desde la polifonía, es decir permitir que una variedad y cantidad de voces coexistan no solo en la  investigación sino en la escritura de la misma. Sin embargo, este elemento no le pertenece solo a la antropología, quizá en la apuesta de rodear el diálogo hemos recurrido inconscientemente a la polifonía como una práctica para la construcción de una Cultura de Diálogo, abonando el terreno para apoyar un eventual acuerdo de paz

[1] De ninguna manera hablar de ficciones significa dar un carácter de falsedad a las narrativas militares. Significa simplemente reconocer su carácter de construcción cultural. El interés de la investigación de Ana María no fue el de establecer la veracidad o la falsedad de las afirmaciones escuchadas, fue el de entender su significado en el contexto de su producción

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Relatoría desayuno 13

Desayuno de Paz No. 13.

Invitado: Manuel Garzón, abogado de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz

Tema: Para-economía, desplazamiento forzado, responsabilidad empresarial y los retos para el posconflicto.

Mayo 9 de 2015

El desayuno inició con Manuel cantando un rap, ya que combina el arte con su actividad profesional y social; pasó luego a una  reseña sobre las comunidades afro-colombianas e indígenas que habitan las cuencas del Curvaradó y Jiguamiandó, poblaciones de la región del Bajo Atrato, Urabá Chocoano.  En las formas tradicionales de producción de estas comunidades, afrodescendientes, indígenas, y campesinas hay una cosmovisión étnica de defensa del territorio. Ellos viven en tierras muy ricas y fértiles que desafortunadamente son lugares de  tránsito de grupos armados, tráfico de armas y de drogas ilegales.

Manuel habló de una ofensiva paramilitar en connivencia con el Ejército Nacional liderada por los hermanos Castaño que tenían su base en el Urabá, a mediados de los años noventa. Mencionó cómo la Operación Génesis (febrero de 1997) que tenía como propósito ostensible combatir a la subversión,  originó un éxodo masivo de  miles de habitantes de todo el Bajo Atrato. Este éxodo favoreció los intereses de los empresarios de la costa atlántica,  quienes se dedicaron al cultivo de palma africana y la ganadería extensiva, apoyados por el paramilitarismo. La Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado por estos hechos y 16 empresarios de la palma africana han recibido sentencia condenatoria en un caso llevado por Manuel ante la justicia colombiana.

En el año 2000 el Incora les tituló las cuencas ribereñas, que les pertenecen por Constitución, bajo la condición de preservar los recursos ambientales; sin embargo, las comunidades no ejercieron su derecho a esa titulación colectiva debido a la presencia de los actores armados del conflicto. En el año 2002, mientras que el gobierno daba incentivos a la palma africana,  la Comisión Interamericana de Derechos Humanos requirió al Estado adoptar medidas cautelares para proteger a estas comunidades a fin de que pudieran retornar al territorio, y proteger la vida e integridad personal de las comunidades constituidas por los Consejos Comunitarios del Jiguamiandó y familias del Curvaradó. No obstante,  la arremetida paramilitar continuó, con asesinatos, desapariciones, torturas y destrucción de casas y cultivos. Como una forma de mantenerse en el territorio y de proteger sus derechos, las comunidades crearon “Zonas humanitarias de refugio”,  espacios de vida en medio del conflicto armado, en donde no tienen cabida los actores armados, mecanismo de protección basado en el Derecho Internacional Humanitario. Lo anterior ha resultado en persecución y señalamiento de ser refugio de grupos armados.

En el año 2005 la Defensoría del pueblo expidió una Resolución defensorial en la que exigía la protección de las comunidades. La Comisión Intereclesial de Justicia y Paz instauró una demanda penal contra representantes de juntas directivas de empresas palmicultoras. En el año 2014 se condenó a 29 personas y se ordenó la restitución territorial. Sin embargo, las comunidades no han podido regresar por causa de la presencia de grupos paramilitares.

De otra parte, campesinos que han sido traídos de otras regiones por los paramilitares con el objeto de repoblar el territorio, han llegado a terrenos que ya tenían su dueño, razón por la cual han chocado con sus verdaderos propietarios, por la tenencia de la tierra. Para agravar la situación que viven las comunidades, los empresarios que continúan en el territorio no sólo cuentan con poder regional, sino que tienen a su servicio grupos armados que los cuidan y que adicionalmente, incursionan en terrenos de campesinos rompiendo las cercas, metiendo su ganado, y destruyendo los cultivos de pancoger.

Después de una conversación entre los participantes al desayuno, surgieron varias reflexiones y algunas conclusiones:

¿Cómo lograr que realmente se logre restituir los derechos a estas comunidades, si a pesar de que parece existir voluntad política, permanecen en el territorio quienes con el poder de la fuerza y las armas se siguen oponiendo?

Aunque exista voluntad del Estado, se cuestiona cómo se piensan los empresarios como ciudadanos, cuando buscan desarrollar su negocio a costa de las comunidades y su forma de vida.

Se esperaría que se llegue al momento de imponer una “sanción ética” de la ciudadanía, que deberá pasar por un conocimiento de la verdad.

Las conclusiones más importantes fueron:

  1. A pesar del panorama desalentador, el optimismo es un ingrediente fundamental que salta a la vista al estar en contacto con las comunidades. En medio de las circunstancias, son felices y quieren seguir luchando.
  2. El ejercicio de resistencia y sobrevivencia de las comunidades nos muestra que es importante cuestionar nuestras prácticas de consumo, hacernos conscientes de lo que compramos, y de quién está detrás de la producción y/o cultivo de estos productos.
  3. En Colombia los defensores de Derechos Humanos enfrentan situaciones muy difíciles, su trabajo es más reconocido y admirado en el exterior que en círculos sociales en nuestras ciudades, más espacios de interacción en nuestras redes sociales deberían servir para visibilizar y reconocer su contribución a la construcción de paz en Colombia.

Finalmente el desayuno concluyó a ritmo de rap. Manuel a través de sus versos  reforzó el mensaje de la necesidad de cambio de estas realidades que algunos sienten y para muchos son indiferentes Y qué mejor inspiración que “mantener la alegría como trinchera.”

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DÉCIMO DESAYUNO DE PAZ

DÉCIMO DESAYUNO DE PAZ

28 de marzo de 2015

Invitado: Alirio Uribe

Tema: El papel del Congreso en la construcción de paz

Alirio Uribe, durante muchos años defensor de los derechos humanos, es ahora congresista por el Polo Democrático y miembro de la Comisión de Paz de la Cámara de Representantes. El desayuno comenzó con una serie de preguntas de los asistentes centradas en el papel del Congreso en apoyo al proceso de paz, en la refrendación de los acuerdos entre el gobierno y las Farc, en la reintegración de los ex combatientes, y en iniciativas legislativas que busquen reformas para la construcción de paz por fuera de los acuerdos de La Habana. También se le preguntó sobre el mecanismo más idóneo para la refrendación de los acuerdos de paz.

Alirio está recién llegado al Congresoy no puede hablar por todo lo que allí ocurre. Pero admite que para él el Congreso es un escenario hostil pero importante, donde se mueven todas las expresiones de poder.

Habla de las dificultades de ejercer la oposición en un entorno altamente polarizado. Admite que es difícil hacerse escuchar y traer a la discusión temas cruciales para la desactivación de la violencia, por ejemplo la supervivencia de los desmovilizados (señala que han sido asesinados hasta ahora 4.000 paramilitares desmovilizados).

Muchos de los temas relacionados con el proceso de paz no han sido debatidos aún en el Congreso. La Comisión de Paz debería ser quien jalonara el proceso de paz en el Congreso; sin embargo, su composición, con una mayoría proveniente de partidos de la coalición en el poder, le resta independencia y la inmobiliza. La Comisión se dedica mayormente a defender las posturas del gobierno frente a los ataques del Centro Democrático. Además, es débil porque carece de recursos.

En otros escenarios naturales para promover la construcción de paz, comolos Consejos de Paz municipales y departamentales, también hay poco movimiento, aunque la Comisión de Paz quiera empujarlos. Los cambios estructurales del posconflicto deberían venir de las regiones, con sus lógicas particulares, y allí los Consejos de Paz locales deberían tener un rol preponderante.

Mirando hacia el futuro cercano y la firma de los acuerdos de paz, el Congreso tiene como tarea cambiar la legislación del pasado, ajustarla a las nuevas circunstancias, y reordenar el país. El mapeo del desarrollo nacional, que se debía a la violencia, deberá ahora ser trazado por los sectores productivos. Desafortunadamente, el Plan Nacional de Desarrollo no recoge lo acordado en La Habana, más bien va en contravía de lo relacionado con la paz, ni siquera con el lema gubernamental de “Paz, equidad y educación”. El Plan tiene sólo dos artículos relacionados con la paz (Nos. 122 y 123). El énfasis sigue siendo en la minería y la agroindustria, y en la infraestructura en función de éstas. Es decir, para el gobierno los actores de la paz son los empresarios. En contravía con la Ley de Víctimas, los baldíos se destinan prioritariamente a megaproyectos. En materia presupuestal, el único rubro que crece es el de seguridad y defensa. Y no se ve una agenda legislativia propicia para la paz.

En materia de justicia transicional, Alirio señala que Marco Jurídico para la Paz va a reglamentarse, lo cual contará con el visto bueno de la Corte Penal Internacional; pero, en este tema hay dos lógicas diferentes: la de las Farc, que exigen un indulto completo, y la del gobierno, que prefiere una justicia transicional con juicios y penas (aunque no necesariamente cárcel). El difícil debate se centra en si todos los crímenes son iguales y merecen el mismo castigo, o si las violaciones cometidas con armas del Estado son peores que las cometidas por la insurgencia. Los militares temen resultar perdedores y tener que pagar penas de cárcel.

En cuanto a los mecanismos de refrendación de los eventuales acuerdos de paz, Alirio señala que se aprobó el mecanismo del referendopese a la oposición de las Farc, que abogan por una asamblea constituyente. Alirio estima que actualmente no hay condiciones para una constituyente, pero que podría haberlas posteriormente, cuando se silencien las armas.

Existe un divorcio entre lo que se negocia en La Habana y lo que ocurre en Colombia, con una guerra total en Colombia y un diálogo que avanza en La Habana. En este momento de la negociaciónla mesa de La Habana no debe estar aislada de la sociedad en su conjunto. Por tanto, una de las propuestas paracerrar esa brechaes que el Congreso escuche a los negociadores de La Habana, siguiendo el ejemplo de lo que hizo el Parlamento inglés en marzo pasado.

Alirio considera queademás se debeabrir espacios en la negociación para otras voces y otros temas relacionados con la agenda social, atrasada por más de 50 años. El país debe construírse sobre la base de la agenda social y con sectores amplios, pues el Congreso solo no puede hacer todo el posconflicto y reconstruir el país.

En general, el balance del Polo es ir con Santos hasta el fin del conflictoarmado pero tomar caminos distintos en el modelo de construcción de paz porque el modelo del gobierno no es generoso. Esto nos muestra la importancia de seguir dialogando, porque, parafraseando a Alirio,aunque todos hablemos de paz no todos estamos hablando de lo mismo.

Reporte Noveno Desayuno de Paz

NOVENO DESAYUNO DE PAZ

21 de marzo de 2015

Invitado: Daniel Pécaut

Tema: Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas

Luego de darle la bienvenida a Daniel Pécaut,sociólogo francés y experto en temas de Colombia, cada asistente planteó un interrogante con respecto al conflicto colombiano y a la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, que surgió a partir de las negociaciones de paz entre el Gobierno Nacional y las Farc.

Algunas de las preguntasde los asistentes:¿Qué nuevas luces aportódicha Comisiónsobre el origen y las causas del conflicto colombiano? ¿Cómo los insumos proporcionados por la Comisión pueden aportar a la educación en el país?¿Cuál es el rol de los empresarios en la construcción de paz?¿Cuál es el papel de los medios de comunicación en la construcción de paz y cuál su responsabilidad?¿Cuál será el papel de los movimientos sociales en el posconflicto?

Con respecto a la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas (CHCV), Pécaut señaló que la conformaron 12 académicos, seis de ellos nombrados por el Gobierno Nacional y seis postulados por las Farc.

Pecaut criticó el enfoque adoptado por el grupo de comisionados postulados por las Farc, centrado en el origen estructural al conflicto, ya que, según él, es ahistóricoy no contempla los cambios ocurridos en el país: no se puede comparar la situación de Colombia en los años 50 del siglo pasado con la situación actual.Por el contrario, Pecautconsidera que es necesario enfatizar la multicausalidad del conflicto.

Pécaut indicó que a diferencia de lo ocurrido con los comisionados de las FARC, el grupo de comisionados postulados por el Gobierno Nacional, nunca se reunió. Además, calificó el trabajo de la Comisión, en general, de ‘decepcionante’ y los informes de ‘autistas’, al no aceptar puntos de vista divergentes.

Otra de sus aseveraciones es que en Colombia hay un profundo desconocimiento de la historia, por lo que, para explicar el origen del conflicto, se apela a lugares comunes. Para ilustrar esta falta de conocimientos históricos se refiere a ejemplos relacionados con Jorge Eliecer Gaitán, el Frente Nacional y el narcotráfico. Así, sobre el supuesto comunismo de Gaitán, indica que muchos desconocen los duros enfrentamientos de Gaitán con el comunismo y el sindicalismo. Sobre el Frente Nacional señala que la gente suele creer que ese acuerdo impidió toda forma de oposición, cuando, por el contrario, fue un periodo de huelgas de gran envergadura y un auge de los movimientos sociales. Por otra parte, observa que el fenómeno del narcotráfico ha sido abordado con ‘tibieza’, mientras que generó una crisis institucional de gran amplitud.El narcotráfico y el paramilitarismo causaron una disminución en la intensidad de los movimientos sociales, algo lamentable si se tiene en cuenta que entre más activos los movimientos sociales, menos sefavorece la lucha armada.

Para Pecaut, la lucha armada ha ayudado a sostener el statu quo social y político, lo que hace que Colombia sea el único país de América Latina sin reformas sociales profundas en los últimos 100 años. En el país persiste la misma desigualdad que en los años 20 del siglo pasado. La concentración de la tierra y la perpetuación de la misma clase en el poder han prolongado el conflicto armado.

Tras resaltar la importancia de los testimonios y la necesidad de que desde ahora se vaya construyendo la memoria para dentro de 50 años, Pécaut hace una de las afirmaciones más importantes de todo el desayuno: el éxito del posconflicto está en la capacidad del sistema político de aceptar movimientos sociales fuertes.

Con respecto al rol y la responsabilidad de los medios de comunicación en el conflicto y el posconflicto, Pécaut dice que en Bogotá se desconoce lo que pasa en la periferia del país. No obstante, señala que es injusto culpar a los medios de esta situación, puesen las regiones había pactos de silencio a causa del terror. Así mismo, si bien le otorga alguna responsabilidad a los medios en el conflicto, asegura que esa es una responsabilidad que todos compartimos como sociedad.

Respecto a los empresarios, señala que vale la pena distinguir entre empresarios que se han beneficiado directamente en las las zonas del conflicto, -por ejemplo mediante la acumulación de la tierra-, y los empresarios que han resultado beneficiados indirectamente,por ejemplo, de la bonanza del narcotráfico. Pécaut atribuye a los empresarios un papel muy importante en la etapa de posconflicto, puesto que esta no será exitosa sin el pago de impuestos. Asegura además que la construcción de la paz será mucho más costosa que seguir con la guerra.

Finalmente, ante la eventual conformación de una Comisión de la Verdad, Pécaut señala que esta deberá contener un alto grado de simbolismo y hacer un juicio simbólico para tratar de establecer qué es lo que ha pasado en Colombia.Plantea además la necesidad de que se superen las estructuras corruptas que han permeado la institucionalidad colombiana, y otorga una gran importancia al hecho que de que los movimientos sociales sean escuchados, sin ser estigmatizados o asesinados, para lo cual se debe cultivar el diálogo.