Desayuno de Paz No 17

Desayuno de Paz No. 17 de 2015

Invitado: Oscar Gómez. Psicólogo.

Tema: el daño social en contextos de violencia; desafíos del posconflicto.

30 de mayo de 2015

La conversación con Oscar, quien durante varios años ha trabajado con víctimas de la violencia, se orientó inicialmente a conocer su motivación para dedicarse a este difícil  campo. Cuenta que desde pequeño observaba cómo el más fuerte se aprovecha del más débil y que también  lo marcó la enseñanza de sus mayores sobre la importancia de ayudar a quien está en condiciones de desventaja.

Al entrar por primera vez en contacto con huérfanos y viudas víctimas de la violencia en Urabá, mujeres que habían perdido a sus familiares en la guerra, sentía que no tenía cómo ayudar; sin embargo,  aprendió que el solo hecho de escuchar, de facilitar que las personas hablaran de su dolor, de sus emociones negativas, y contaran su historia, representaba una gran ayuda para las víctimas.

Escuchar y contar

Saber escuchar a las personas en estas circunstancias requiere una preparación de quien escucha; es necesario sobretodo que el psicólogo o terapeuta se conozca a sí mismo y entienda el contexto. Más que un profesional con estudios especializados, debe ser alguien que conozca y pueda comprender la situación. En Chile, en la época posterior a Pinochet, había psicólogos con buena formación, pero ajenos a la experiencia de las víctimas, que se vieron sin la capacidad para brindar el apoyo que aquellas requerían. En Colombia, en varias regiones se ha estado promoviendo la formación de terapeutas populares, que no necesariamente deben ser psicólogos, pero sí tener las herramientas necesarias para ayudar. Es muy importante el primer contacto de las víctimas sea con una persona dispuesta a dar apoyo. Por esto, concluye Oscar, la salud mental no es un dominio exclusivo de los psicólogos, sino que también depende del apoyo que brinde la misma comunidad.

Cuando hablamos de afectación de la salud mental pensamos en el trauma. Cuando se produce, puede aparecer la desesperanza. Los actos violentos generan horror y emociones negativas, tan fuertes que muchas veces no se pueden traducir en palabras. Además, en muchos casos los victimarios prohíben a las víctimas contar lo que vieron o lo que pasó. Controlan así el poder de contar, de dejar salir el miedo y el dolor, y esto aumenta el daño. Por ejemplo, en el Genocidio Nazi; los horrores fueron tales, que hasta que no se vieron las evidencias reales, a las víctimas no les creían que fuera cierto lo que contaban. En Colombia, hace unos años se hablaba de fosas comunes con cuerpos desmembrados y nadie imaginaba que realmente esto existiera, hasta que las empezaron a descubrir. Por tanto, el hecho de contar y expresar los sentimientos es liberador, y muchas personas sólo necesitan que se les facilite esta posibilidad.

El daño

Oscar define el daño psicosocial como el impacto negativo que se genera en la vida personal y emocional, y que en algunos casos puede llegar a generar trastornos psiquiátricos. Aunque algunas personas sí requieren atención especializada, la mayoría necesita sobretodo solidaridad.

Quien ocasiona el daño quiere generar una fractura en la persona, que a la vez afecta su red social, pues los seres humanos son parte de redes sociales. Esto se observa en la creación de la comuna 13 en Medellín,  donde las familias desplazadas llegaban y recibían la solidaridad de todos; cuando llegaron los paramilitares cortaron la comunicación entre los sectores, fracturaron estas redes, y los habitantes de la comuna empezaron  a desconfiar de los que no conocían. La violencia rompe relaciones, rompe comunicaciones.

Reflexiones y comentarios

¿Cómo lograr que las personas aprendan a expresar las emociones? Esta prohibición es muy generalizada en nuestra sociedad; no sólo en el contexto de la violencia política.

¿Cómo llegar a responder a las necesidades de la gente? Colombia es modelo para muchos países por las instituciones que ha creado para atención a víctimas, restitución de tierras; tenemos muchos profesionales preparados, pero sin una idea real de lo que las personas han vivido.

¿Existe una brecha entre la institucionalidad y lo que realmente reciben las víctimas? ¿Por qué es más difícil perdonar para quienes no han sido víctimas directas? ¿Qué tan necesarios son el perdón y la reparación para sanar? ¿Cómo recomponer la solidaridad? ¿Cómo se podrá reconstruir el tejido social, donde los  actores armados van a tener que volverse invisibles?

Oscar nos invita a comprender que estos son procesos de largo plazo. Dice que es propio de los colombianos querer encontrar las soluciones a todos los problemas. Necesitamos tener presente que cada individuo es una realidad, un mundo complejo. Cuando hablamos de las víctimas en general, los desplazados, los falsos positivos, tendemos a invisibilizarlos.

Hay que reconstruir la memoria. Y esto es especialmente una labor de las  mujeres. Hay instituciones trabajando en esto, como el Centro de Memoria Histórica, que  hace una gran labor. Pero es importante ver quién escucha a las víctimas; quién reconstruye las escenas; si realmente son las víctimas, u otros lo hacen por ellas.

Sobre la necesidad de perdonar, de ayudar a otros a cambiar la rabia o el odio  por otros sentimientos, nos dice que no tenemos por qué cambiar al otro: cada quién es dueño de sus emociones. El perdón es un acto individual; como un don. Es cuestión de construir y reconstruir relaciones.

Finalmente, llama la atención que la violencia nos ha quitado la capacidad de soñar y necesitamos recuperarla.

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