Desayuno de paz No 23

Desayuno de paz 23

Invitado: Mauricio Rodríguez.

Serie: “Medios de comunicación y construcción de paz”

11 de julio de 2015.

La conversación con Mauricio Rodríguez, periodista, exembajador de Colombia en Londres, se enfocó en el papel de los grandes medios de comunicación en la construcción de paz, y en  las posibilidades y los riesgos que se abren en Colombia, en el contexto de una transición del conflicto hacia la paz.

Llevamos 50 años de guerra, frustraciones, engaños, intentos fallidos y respuestas violentas a otras opciones de pensamiento. Llevamos muchos años de indiferencia, escepticismo y promesas incumplidas. No es raro, por tanto, que haya una profunda desconfianza en el proceso por parte de la opinión pública. En la mesa de La Habana, las partes deben tener como prioridad la construcción de confianza, mutua y con la opinión.

¿Cómo se sale del círculo vicioso de la guerra para entrar al círculo virtuoso de la paz? A partir de gestos recíprocos es posible transformar, no sólo la percepción sino la realidad del conflicto. Desde problemas entre vecinos, hasta guerras internacionales y conflictos internos, la construcción de confianza es posible a partir de gestos mínimos. El 20 de julio arranca otro proceso de construcción de confianza que debe  dar resultados y mantenerse hasta la firma del acuerdo final y la declaratoria formal de un cese bilateral definitivo.

A pesar de la emergencia de nuevas formas discursivas por parte de las FARC, como el noticiero y su presencia en redes sociales, y de estrategias del Gobierno para ambientar los acuerdos y promover su aceptación, hay que llegar a una opinión pública prevenida y buscar  la transformación de percepciones para el éxito del proceso de paz. Además de los grupos más explícitos en su apoyo al proceso, como las víctimas, las organizaciones civiles y sociales, y la academia, hay  3 grupos poblacionales que son receptivos y que serán fundamentales para la ampliación del consenso: las mujeres, los niños y los jóvenes.

Son destacables iniciativas y voces alternativas, como el documental de Daniela Abad Carta a una sombra, o la producción artística de Jesús Abad Colorado, como su libro Mirar de la vida profunda, que informan y sensibilizan al público, abriendo la puerta a experiencias de reconocimiento y de catarsis en medio del dolor y los horrores de la guerra.

También es importante que el país conozca mejor experiencias en América Latina y el resto del mundo. Abordar en esta perspectiva las implicaciones del proceso para los militares y los agentes del Estado. Superar el conflicto involucrando a todos los actores.

En este sentido, es clave comunicar la proyección hacia una participación política efectiva de todas las corrientes ideológicas en el marco de las instituciones, que transforme las realidades sociales y económicas que han sido caldo de cultivo de la violencia en Colombia.

Atribuirle la culpa al gobierno y a las FARC por todas las fallas de comunicación del proceso  es un error. No es fácil comunicar un proceso complejo como el que tiene lugar en La Habana; y el reto de transformar la cultura de la confrontación en una cultura de diálogo no es ajeno a las partes. Pero los grandes medios tradicionales tampoco pueden delegar su responsabilidad profesional y su función social.

Los grandes medios no están haciendo bien la tarea, con contadas excepciones. Hay interferencias personales, ideológicas, o de intereses políticos o económicos. La comunicación del proceso de paz no ha estado a la altura del desafío por una combinación de factores. Hay facilismo, superficialidad y sensacionalismo en la reportería. La opinión pública tiende a usarse irresponsablemente, generando o promoviendo percepciones erradas o ignorando hechos elementales.

¿Ha sido completo el cubrimiento regional de los grandes medios? ¿Puede decirse que la falta de cubrimiento en las zonas más afectadas por la violencia, y particularmente de la perspectiva de las víctimas, ha parcializado a la opinión pública urbana en contra del proceso o, por lo menos, ha restado elementos que podrían fomentar su apoyo? ¿Por qué la gente no le cree al proceso de paz?

Sobre el rol de los medios para suavizar la extrema polarización de la opinión pública y transformar el lenguaje por medio del cual se está transmitiendo, lo que se ha llamado “desarmar la palabra”, hubo posiciones encontradas durante el desayuno. En particular, sobre el uso de calificaciones como “terrorista”, “narcoterrorista” y “criminal” en relación a las FARC. ¿Cambiar los términos de la conversación desde ya es responsabilidad de los medios? ¿O la firma del acuerdo con el Gobierno es un prerrequisito para modificar esta postura?

En cualquier caso, es esencial que haya una apuesta por el futuro, considerando los errores cometidos, los riesgos en que incurrimos, pero ante todo las grandes oportunidades de cambio y mejoría que se vislumbran. Ya es hora de romper barreras, creando mecanismos y escenarios de intercambio entre las extremas más vehementes y las convergencias del centro.

Lo que está en juego no sólo es el fin del conflicto, sino la transformación de la cultura. No importa que tarde una generación, o tres horas y media –lo que tarda alguien en llegar a otro país donde, por cualquier razón, es capaz de obedecer normas básicas de conducta que desconocía en el suyo. Tarde lo que tarde, es mejor empezar cuanto antes. En esto también será determinante la respuesta del sistema educativo, que es un proceso comunicativo de largo plazo, alta penetración y con un gran potencial transformador.

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