Desayuno de Paz No. 31 de 2016

Invitada: Ana Teresa Bernal, de Un millón de mujeres por la paz

Tema: Los retos para la construcción de paz en Colombia

17 de septiembre de 2016.

Ana Teresa inicia compartiéndonos su sensación sobre el momento que estamos viviendo: se siente una gran esperanza, hay explosión de creatividad, muchísimas acciones de todo tipo que expresan un fuerte entusiasmo. A la vez, piensa que tantos años de guerra han hecho mucho daño en el país y han acentuado una mentalidad retrógrada en muchos, en especial en las clases populares, por lo que hay una gran tarea por hacer en la construcción de paz.

Un largo camino en busca de la paz

Nos cuenta que no ha conocido un día de paz: recuerda que de niña vivía frente a la sede de la ANAPO y fue testigo del tropel que se armó cuando en 1970, después de un primer anuncio en el cual Gustavo Rojas Pinilla ganaba la elección presidencial, se cambió el resultado y se declaró ganador a Misael Pastrana. También recuerda cuando mataron a Camilo Torres pues era amigo de su mamá y fue algo que la tocó muy de cerca. En su adolescencia estuvo cercana a la JUCO (Juventud Comunista) y al teatro con sentido social. Recuerda que luego surgió FIRMES, liderado por Gerardo Molina, uno de los primeros socialistas de Colombia. En los años siguientes el conflicto arreció y vino el holocausto del Palacio de Justica; fue la época en que tuvo su primer hijo.

Ana Teresa siempre ha estado apoyando los movimientos e iniciativas en la lucha por la paz y por la vida, y cree que esto no puede parar. Con un grupo de artistas crearon el Movimiento por la Vida. Con Francisco de Roux y Horacio Arango, del CINEP, organizaron la primera Semana por la Paz en 1988; invitaron a los niños a dibujar o escribir sobre el país que soñaban y esto lo llevaron a la Plaza de Bolívar con los niños de muchos colegios. En 1991 surge el Movimiento por la Paz, cuando el M19, el Quintín Lame, y el Ejército de liberación Nacional acababan de firmar la paz.

El movimiento estudiantil lideró la votación de la Séptima Papeleta que condujo a convocar una asamblea constituyente. En 1992, se creó la Iniciativa ciudadana por la paz. La constituyente del 91 había traído un aire renovador, y estaban cerca de firmar con el ELN y las FARC –quienes se habían quedado por fuera de la Asamblea Nacional Constituyente–, cuando César Gaviria decretó la guerra integral. Después de la guerra declarada por Gaviria, se organizó el Encuentro de iniciativas ciudadanas por la paz.

Fue entonces cuando se creó la Red de Iniciativas Ciudadanas por la Paz REDEPAZ en 1993, con participación de empresarios, jesuitas y otros movimientos para oponerse a esa “guerra integral”. Esto muestra que la construcción de paz por la ciudadanía tiene una larga trayectoria. Por eso, considera María Teresa, la participación y el entusiasmo de hoy no son sólo producto de la negociación de La Habana.

El Mandato por la paz

En el 96 surgió la idea de hacer una Consulta por la Paz, liderada en los santanderes por Monseñor Leonardo Gómez Serna. Se unió Luis Carlos Restrepo, quien le dio el nombre de Mandato Ciudadano por la Paz. Obtuvieron apoyo de Unicef en Colombia, y de Francisco Santos quien dirigía la Fundación País Libre, entre muchos otros. La Registraduría accedió a contar los votos de los más de 3 millones de niños y niñas que participaron. Fue en octubre de 1996 y 10 millones de personas votaron. Por esa época, Álvaro Uribe desde la Gobernación de Antioquia impulsaba las Convivir.

La alta votación del Mandato por la Paz sirvió para que en las elecciones de 1998 los cuatro candidatos a la presidencia –Horacio Serpa, Andrés Pastrana, Noemí Sanín y Harold Bedoya– firmaran el compromiso de hacerlo cumplir. También sirvió ese mandato para pedir al ELN que liberara a los niños que tenía en sus filas, lo cual cumplió. También gracias al mandato se logró que el ejército no siguiera reclutando a menores de 18 años.

Así, el presidente Pastrana (1998-2002) inició negociación con las FARC. En ese momento se creó el Consejo Nacional de Paz, y Ana Teresa Bernal fue elegida por la sociedad civil para participar en el Comité Temático para la negociación del Caguán, que inició con una agenda muy extensa, de 135 puntos. Pudo comprobar que ninguna de las partes estaba verdaderamente comprometida: la aspiración de Raúl Reyes, como él le manifestó, “era obtener un poder compartido “miti-miti” con el Gobierno.”

Las FARC eran una guerrilla muy empoderada, casi un ejército. En La Habana se vio un enorme cambio: aparecieron sin uniformes, sin armas, y mostraron real voluntad de llegar a acuerdos.  En esa época ambas partes buscaban ganar tiempo. El gobierno, a la vez que adelantaba el proceso de paz, llevaba a cabo el Plan Colombia para fortalecerse en la guerra. Después del fracaso del Caguán la guerra se profundizó.

Durante los gobiernos de Álvaro Uribe (2002-2010) se cambió la estrategia para combatir a las FARC mediante las armas; esto trajo un cambio de mentalidad en Colombia. Entretanto, la sociedad ha servido de “amortiguador” de la guerra. Así se crearon y/o fortalecieron las comunidades de paz en el Urabá, en Mogotes, y en el Cauca (pueblo Nasa), una importante forma de resistencia contra la guerra. Se creó el Premio Nacional de Paz.

Temores frente al momento actual

  1. El acuerdo con las FARC no se dio cuando toda la sociedad quería la paz sino después del período de la guerra más intensa y de 8 millones de víctimas. El país está polarizado frente a esta salida. Por el fuerte rechazo hacia las FARC, se teme que haya represalias contra los desmovilizados. La mejor protección será que la sociedad los rodeé.
  2. Aún está por fuera de un acuerdo el ELN, y existe el riesgo de que las Bacrim escalen el conflicto. Si el Estado no promueve el desarrollo en los territorios, es posible que esto ocurra.
  3. El narcotráfico continúa y es el combustible para la guerra. Busca ganancia a cualquier precio involucrando a los niños y los jóvenes. Es un logro  lo acordado con las FARC pero, advierte, los paramilitares también son narcotraficantes.

Finalmente, Ana Teresa manifiesta que sí cree que el presidente Santos está comprometido con sacar adelante el proceso, pero es al Estado, y al gobierno próximo, a quienes corresponde la responsabilidad de cumplir el Acuerdo de Paz; de lo contrario podríamos volver a lo mismo o a algo peor. No obstante, la paz significa más oportunidades, educación, tierras para los campesinos, etc. y en esto tiene un papel crucial la sociedad civil.