Desayuno de Paz No. 35 de 2016
Invitada: Jenny Pierce, profesora de Estudios de Paz del London School of Economics (LSE)
Tema: ¿Es posible la paz en Colombia?
15 de octubre
¿Y ahora qué? Es la pregunta con la que comienza este desayuno. Tras dos semanas de incertidumbre, Rodeemos el Dialogo se reunió, como acostumbra a hacerlo, a discutir en torno a la situación actual del país con respecto a su historia y al mundo.
La violencia: hito trans-generacional
Colombia, desde el siglo XX, ha estado inmersa en una cultura de reproducción de violencias que ha llegado a marcar a, cuando menos, tres generaciones distintas, como las que nos reunimos a conversar ese sábado. Retomando los años 80, nos damos cuenta de que la violencia ha tomado múltiples formas y se ha establecido a gran escala, situación que perdura hasta nuestros días. No obstante, desde 2012 aparece (y sigue vigente) la posibilidad de una salida negociada al conflicto armado; hay cierta apertura, y constatamos el surgimiento de movimientos sociales y movilizaciones desde los resultados del plebiscito el 2 de octubre.
Las múltiples marchas que se han convocado han tenido como objetivo último expresar el apoyo a la paz y la necesidad de un acuerdo que nos saque pronto de la incertidumbre, pero no denuncian directamente la violencia y sus múltiples caras. No basta con denunciar la guerra. Hay una necesidad enorme de reconocer la violencia de género, infantil, política y muchas otras, porque lo único que las combate es la justicia social. El problema de fondo no es únicamente la guerra, sino todo lo que esta trae consigo. Afortunadamente, crece en Colombia la conciencia de esas otras violencias y su relación con la paz.
Por otra parte, la movilización social actual, que viene de la clase media, aunque valiosa no le llega a la gente, como sí le llegan el mensaje del populismo y su emocionalidad.
¿Cómo se reproduce la violencia?
Los conflictos no tienen necesariamente que ocasionar violencia. Sin embargo, el no enfrentarlos, delegarlos a otros (por lo general a los hijos, quienes los delegarán a sus hijos, etc), o retomarlos con aires de venganza, hacen irremediablemente que la violencia se presente. En el caso colombiano se ha elegido, como forma de enfrentarla, la indiferencia.
En este punto se hace indispensable hablar del Estado y su responsabilidad con la reproducción de las violencias, al igual que de la responsabilidad de las élites. ¿Por qué a las élites colombianas no les interesa invertir en el estado de derecho ni en el acuerdo de paz, siendo este un acuerdo contra la reproducción de la violencia y por la modernización del país?
Colombia es un país cuyas brechas sociales son enormes; la concentración del poder es terriblemente alta, dejando a su paso heridas de clase y haciendo que los temas de la paz y el conflicto armado se aborden de manera más emocional que racional. Y hay fuerzas polarizantes y peligrosas que aprovechan estas heridas.
La paz como dinámica polarizadora
El pasado 2 de Octubre los resultados del plebiscito mostraron dos cosas: 1) hay una fragmentación del país entre quienes votaron (36%) y quienes no lo hicieron (64%) 2) dentro de aquellos que fueron a votar hay una polarización enorme entre el sí y el no, ganando el segundo por una diferencia muy pequeña.
¿Cuál puede ser el motivo de semejantes diferencias dentro del país? El primer elemento a tener en cuenta es el concepto de paz: ¿qué es exactamente paz? No hemos conceptualizado la paz y sigue siendo un concepto vacío, especialmente para el más de 60% que no votó. Seguramente cada uno de nosotros entiende algo diferente, y quizá se parezca (o no) a lo que piensan los otros; pero en Colombia no se definió exactamente qué es.
Se dijo que era una salida al conflicto armado, se dio a entender más como lo opuesto a la guerra que otra cosa, pero el conflicto tenía varios ángulos desde los cuales mirarse: sus causas y consecuencias. La paz significaría resolver las dos. No obstante, se le confundió con los acuerdos de La Habana y con las ideas propias de cada uno. Dicho de otra forma, la paz se encuentra encerrada entre la pobreza económica y la política, buscando un significado que, al no estar establecido socialmente, se tiende a llenar de forma inconsciente.
El choque de proyectos en la esfera internacional impacta a Colombia
Hay dos modelos fracasados, el proyecto cosmopolita modernizante y liberal, y el proyecto conservador totalitarista: entre civilización y barbarie. Entre los dos habría un tercer proyecto, el de la izquierda, que aún no ha nacido. ¿Hasta qué punto puede el modelo modernizante de Santos satisfacer a los más marginados?
Las brechas sociales y económicas deben cerrarse a partir del papel de la ciudadanía y a través de la educación. Lo que necesita Colombia en este punto es un cambio en la cultura. La guerra y la violencia se han encargado de autolegitimarse a través de demeritar al contrincante, de quitarle su carácter humano, y ahora hay que reconocerlo. Es necesario encontrar, como país, un equilibrio, aún más tomando en cuenta la reconfiguración del bloque hegemónico (es decir, aquellos que han estado siempre en el poder), la cual se está dando en este momento, así como también las disposiciones afectivas que deben transformarse en un diálogo que reconozca la legitimidad de los que piensan distinto.