El último año de la Comisión de la Verdad

Snapshot 19

Febrero de 2021

La Comisión de la Verdad  entra en su último año de actividades y deberá asumir la difícil tarea de producir un informe final que dé cuenta de las causas del conflicto, de los patrones de victimización y de las invisibles historias de resiliencia y resistencia de los colectivos de sobrevivientes. Las dificultades provienen de distintos frentes, todos de ellos importantes. Por un lado, hay un reto metodológico y editorial: ¿qué información entra y qué queda por fuera del documento? Por otro lado, hay un reto político: ¿cómo asumirá la Comisión los ataques que de manera inevitable vendrán de los sectores políticos que se vean afectados por el contenido del informe final? En entrevistas realizadas al comisionado Alejandro Castillejo y al analista Luis Fernando Pacheco, preguntamos por los logros de la Comisión en el año 2020, los  retos que vendrán este año y el rol que tendrá la sociedad civil para proteger y difundir el  legado de la Comisión. Este Snapshot analiza estos aspectos.

Los logros de la Comisión en el año 2020

La Comisión pudo continuar con sus labores a pesar de las dificultades operativas que enfrentó  durante su segundo año de funcionamiento. No solamente el fallecimiento de dos comisionados tuvo un impacto sobre el trabajo investigativo de la Comisión, sino que también la emergencia sanitaria a nivel mundial implicó a un replanteamiento de todas las actividades institucionales del Estado. Esto significó una reinvención para el desarrollo de actividades de investigación que no estaban inicialmente pensadas en un contexto de virtualidad. Castillejo destaca el rápido proceso de adaptación que tuvo la Comisión. Ésta no solicitará una prórroga de su mandato y se propone entregar el informe para el esclarecimiento de la verdad a finales de 2021.

El último año de trabajo de la Comisión

Los retos para el último año de trabajo de la Comisión no se agotan en las inusuales condiciones en que ha debido trabajar en los últimos meses. La difusión del informe final,  según Castillejo y Pacheco, será el aspecto de mayor trascendencia en el futuro. Ambos coinciden en que el informe no debe quedarse solamente para el análisis y apropiación por parte de las instituciones del Estado y del mundo académico. Por el contrario, la idea que subyace al trabajo de la Comisión radica en apostarle a la apropiación social del informe y de sus hallazgos. En este sentido, Castillejo menciona dos elementos que podrían ayudar en este proceso. Por una parte, la presencia en el debate público que debe tener la Comisión con el fin de defender el legado de la Comisión y el trabajo institucional detrás del informe final, entendido como una narrativa rigurosa desde el punto de vista investigativo, si bien no definitiva e inescrutable. Por otra parte, la función de las organizaciones sociales que pueden ayudar como “cajas de resonancia” para la difusión y apropiación social del informe.     

La sociedad civil y el legado de la Comisión

Tanto Castillejo como Pacheco coinciden en que el informe, por sí solo, no lo resolverá todo. En esa medida es fundamental lo que la sociedad civil haga con él. Pero difundir no es sencillo  Pacheco sugiere que se deben tener en cuenta dos prioridades. Primero, buscar la forma de atraer nuevos públicos a los contenidos producidos por la Comisión. Segundo, y tal vez la más importante, es la honestidad con respecto a los contenidos del informe. 

Pacheco dice que es inevitable que haya enfrentamientos entre distintos sectores de la sociedad sobre la interpretación del legado de la Comisión. Esto ha sucedido en el contexto de otras comisiones de la verdad, por ejemplo en Perú. Por eso, recomienda mostrar la historia más completa posible, lo que implica señalar la complejidad de unos actores que no pueden ser reducidos a las usuales categorías de bondad o maldad pura. En su opinión, resulta importante considerar algunas transformaciones positivas que vinieron tras los efectos de la violencia, como los procesos de organización colectiva de los y las sobrevivientes. Esas transformaciones vienen siendo uno de los efectos más invisibilizados del conflicto armado en Colombia. Pacheco también resalta el papel que la sociedad civil puede jugar en proteger el material tangible e intangible que las organizaciones de víctimas aportaron a la Comisión durante sus tres años de trabajo. Algunos museos han venido custodiando esos materiales, pero universidades o colectivos organizados podrían empezar a prepararse para hacer lo mismo, ayudando de esa forma a producir y proteger las memoria locales.

Finalmente, Pacheco y Castillejo sugieren que la creatividad en la difusión de su contenido será uno de los puntos clave para todas las organizaciones que decidan comprometerse con el legado de la Comisión. Más allá del informe, hay cientos de horas de videos cargados en el canal de Youtube de la Comisión que también hacen parte de dicho legado, y este material debería ser utilizado por los difusores del trabajo de la Comisión y por los investigadores que quieran aproximarse al esclarecimiento de la verdad o la construcción de paz. En este sentido, Castillejo considera que podría haber mecanismos alternativos para lograr la difusión y apropiación social del informe. Otros medios de comunicación oral y artística pueden cumplir una función crucial en el proceso de divulgación.

Rodeemos el Diálogo entiende que para que el trabajo de la Comisión tenga éxito, debe haber compromiso y solidaridad por parte de la sociedad civil. El último año de trabajo de la Comisión es una oportunidad para que emerja un renovado esfuerzo por revalorar el significado de la verdad y la justicia desde la sociedad civil. 

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