Imaginarios y polarización: ¿cómo interpretarlos desde el psicoanálisis?
Invitada: Amanda Oliveros, Psicoanalista e investigadora.
Desayuno de paz No.35
21 de octubre de 2017
En esta ocasión nos acompañó Amanda Oliveros, psicoanalista e investigadora formada en la Escuela Lacaniana.
Amanda realizó una explicación teórica sobre algunos conceptos del psicoanálisis, mencionando que el inconsciente es una alteridad necesaria para todo diálogo: “El diálogo se rompe cuando se rompe ese tercero que es la alteridad del inconsciente”, afirmó.
Para contextualizar su tema, dio a conocer una Banda de Moebius, una tira de papel que, sin necesidad de romperse, conecta el interior con el exterior de la misma. El interior representa el pensamiento subjetivo y éste se conecta con el exterior, la realidad social.
El diálogo se llevó a partir de su concepción de sociedad: la sociedad se arma con reglas, lo cual permite la convivencia. Este pensamiento lo comparte el psicoanálisis con la antropología. Basándose en Sigmund Freud, Amanda explica que para la creación de una convivencia en un pacto social, es necesario perder un goce. Algo se debe restar, algo se debe perder para poder vivir dentro de ese pacto social. Así, existen unos principios para la convivencia. El más importante establece que “hay que perder la aspiración de re-totalizarse en un goce”. Esto no se observa en las sociedades actuales.
Mito de Tótem y Tabú
Como tesis central de su explicación fue citado el mito de Tótem y Tabú, el cual se expresa en la hipótesis de que existiría un origen común del totemismo y la exogamia, determinados por el conflicto humano fundamental entre el deseo y la prohibición. La ambivalencia que caracteriza la relación con el padre en el complejo de Edipo, sería estructuralmente análoga al conflicto mítico que daría origen a la cultura: el asesinato de un padre originario perpetrado por el clan de hermanos. La cena totémica del padre asesinado simboliza también la internalización del padre y de su autoridad o “ley”. De esta forma el yo de los hermanos, su goce personal, se supedita a la autoridad impuesta por el padre.
Según este pensamiento se establece que ningún miembro de un grupo social renuncia a la aspiración de recuperar ese “goce perdido” dentro de la sociedad. Es allí donde cada uno tiene una singularidad con respecto al otro, “el otro diferente de cada otro”. Es así como se construyen diferentes versiones de la historia, cada una creada desde una perspectiva distinta.
Para la Escuela Lacaniana, lo social no se funda en los ideales sino en el residuo. La huella es lo que deja una memoria de que alguna vez existió una civilización. Para Jacques Lacan el inconsciente es nuestro discurso sobre el otro en nuestra historia; el inconsciente es una página en blanco que se va llenando en la historia de cada quien.
Cómo se arma el imaginario
Amanda expresa que el imaginario es el germen de la rivalidad; por ejemplo, “yo rivalizo con mi hermano porque no tengo algo que el sí tiene y que a mi mamá le gusta; es decir, no soy satisfactorio”. De manera que fuera de la Banda de Moebius cada ser humano va a salir a buscar en el mundo real una persona o un grupo que tenga rasgos parecidos con los que se pueda identificar: el otro yo en el espejo. Por otro lado, aquel que no comparte su imaginario debe ser eliminado ya que por su culpa él está perdiendo su goce. La polaridad mortífera, (aquella que conduce a la guerra) está sostenida por la fragilidad del imaginario en el cual yo veo en el otro de entrada un enemigo, es decir, el que no es parecido a mí en el espejo.
Al respecto, Amanda cita el ejemplo del Nacional Socialismo, donde los arios simpatizaban entre sí porque tenían un rasgo que los identificaba, mientras que los judíos no eran iguales a ellos pero poseían el manejo del dinero, lo cual les quitaba el goce a los arios, y por esto los judíos debían desaparecer, explica Amanda.
Aquí realiza una acotación interesante: el político actual sabe jugar con ese subjetivismo al prometerles, a los ciudadanos que comparten sus ideales, que les va a devolver lo que otros les roban. Para que funcione el negocio de la política actual, los políticos necesitan poner a distintas partes de la sociedad en contra.
“A los nuevos amos del discurso neoliberal les conviene tener a la sociedad fragmentada, atemorizada. Ese temor muchas veces se basa en una realidad mediática, por lo cual su realidad es cuestionable”, expresa Amanda, reflexionando sobre el caso colombiano.
La Cultura de Diálogo: una herramienta para resolver fragmentación y la polarización
Uno de los asistentes expuso que Colombia nace con el ideal de liberación del opresor, creando así una nueva sociedad. Sin embargo, durante la Patria Boba la incapacidad de los líderes de ponerse de acuerdo hace que el ideario de nación nazca fracturado; así la sociedad termina dividida entre dos bandos que generalizan la incapacidad de ponerse de acuerdo en cómo resolver los conflictos dentro de los sectores que la conforman. Lo anterior es un problema que no se ha resuelto. Ha estado presente durante las guerras del siglo XIX, a mediados del siglo XX y es una dinámica muy presente en la polarización actual.
Como conclusión se planteó que la cultura de diálogo aparece como una herramienta para desmontar la polarización. Ofrecer y construir espacios de diálogo es muy útil para cambiar el desarrollo de los conflictos ideológicos. Cuando surgen este tipo de espacios, no necesariamente se debe aspirar a cambiar la forma de pensar del otro, pero sí es posible sembrar la duda. Dejando los odios de lado, haciendo notar que ninguna de las creencias de los dos polos son verdades absolutas y practicando el ejercicio de escuchar, habrá un avance significativo en contra de la polarización política.