Reporte Desayuno de Paz sobre las relaciones civico-militares

Rodeemos el Diálogo

Desayuno de Paz No. 6 de 2015

28 de febrero de 2015

Invitado: Andrés Dávila L. de G.

Tema: Relaciones cívico-militares

 

Después de la habitual presentación de ReD y de felicitar a Carolina Gómez por el éxito de la conferencia organizada en gran parte por ella y realizada el 26 de febrero, Liderazgo, Emprendimiento, Tecnología y Construcción de Paz, los asistentes se presentan y responden a la pregunta: ¿Qué saben ustedes sobre los militares?

Las respuestas revelan una gran ambigüedad en la actitud y los sentimientos hacia los militares. Se expresan sentimientos de temor, resistencia y desagrado recordando los numerosos abusos del poder de las armas. Pero se reconoce que las relaciones familiares y laborales, los recuerdos históricos y las experiencias de vida influyen poderosamente en esa actitud, para bien y para mal, y también pueden matizar los juicios en blanco y negro. La cercanía a personas que son militares o policías permite desmontar prejuicios y prevenciones. Igualmente, se les reconoce a algunos de ellos (ej. General Mora) su coraje al comprometerse con el proceso de paz, a pesar de que el estamento militar está fragmentado. También, se enfatiza que las fuerzas armadas son y serán parte integral de la realidad colombiana y de cómo se construirá el sistema de defensa en el futuro; las FF.AA. tienen que ser parte de cualquier proceso de paz y posconflicto exitoso.

Andrés Dávila, investigador sobre políticas de seguridad y relaciones civiles-militares, comparte recuerdos de su propio paso por el mundo castrense cuando cumplió con su servicio militar obligatorio; relata experiencias duras que lo marcaron, y revela sus propios sentimientos encontrados. Pero insiste en que la sociedad civil debe aproximarse al tema de las relaciones con el poder de las armas, teniendo en cuenta que los militares son parte importante en cualquier proceso de paz exitoso; debe asumirlo para el bien de la democracia y no dejarle las decisiones al gobierno y a los expertos. A continuación aborda los siguientes puntos:

  1. La paradoja de la coexistencia poder militar-democracia en Colombia:

Aunque las FF.AA. y el gasto militar han crecido desde los años 90 hasta hoy (pasando de 2% a 4,5% del PIB y 500.000 hombres), y a pesar de su institucionalización desde mediados del Siglo XX, históricamente han estado subordinadas al poder civil. No hay tradición de caudillos en Colombia. Y a pesar de la influencia de los Estados Unidos en el modelo militar colombiano, se institucionalizan con valores propios. Hubo sólo un golpe militar en el Siglo XX, el de Rojas Pinilla (una “dictablanda”), y a este gobierno militar le pusieron fin las élites y él se fue “por las buenas”. Los militares en Colombia respetan la institucionalidad democrática. Tradicionalmente, cuando se crean tensiones entre el poder presidencial y los militares, ceden los militares.

  1. El narcotráfico y los militares:

Mientras que antes de los años 80 las fuerzas armadas se enmarcaban en la doctrina de seguridad nacional y su tarea principal era combatir el comunismo, en años posteriores tienen que hacer una transición y pasan a liderar la lucha contra el narcotráfico (tarea en que se generan tensiones con la Policía, que cumple a veces las mismas funciones). Pero los grandes carteles de la droga infiltran las instituciones castrenses y las debilitan. Esta debilidad hace que la represión sea ineficaz y no obtenga resultados finales.

  1. Conflicto sociedad civil-fuerzas militares:

Se menciona el caso específico de la comunidad de paz de San José de Apartadó, caso emblemático (aunque no el único) del conflicto entre civiles y militares. Para las FF.AA., San José de Apartadó representa un desafío frente a su honor militar y al mandato de ejercer la fuerza de las armas en todo el territorio nacional. Por eso muestran a la comunidad como “guerrilleros” o “narcotraficantes”.

También las comunidades indígenas – sus valores, su modo de vida, su concepción del territorio – resultan ajenas para las FF.AA. (Aunque, paradójicamente, muchos miembros de las fuerzas militares y la policía son indígenas.) Esto genera una tensión histórica. Se necesita generar instancias de intermediación para propiciar escucha y generar confianza.

Una posible solución es sacar al Ejército y poner la Policía o la Armada en la zona.

  1. Los militares y la justicia transicional:

Las nuevas realidades del proceso de paz ponen a prueba los valores militares. Muchos de los militares de hoy no admiten que se les ponga al mismo nivel que a los guerrilleros. En procesos de paz anteriores se les han hecho concesiones a los guerrilleros (por ej. M-19, que llegaron a gobernar) y a los militares no (fueron a la cárcel). Esto influye en la actual reflexión sobre la justicia transicional para el país.La Ley de Justicia y Paz aporta un recorrido y enseñanzas que se deben retomar. Frente a la propuesta del ex presidente Gaviria, que apunta hacia el olvido, deben encontrarse fórmulas pragmáticas, satisfactorias para las distintas partes. Deben evitarse los fundamentalismos de cualquier lado y ceder posiciones para construir la democracia. Debemos ser imaginativos. Es un elemento importante que los generales estén involucrados en las conversaciones en La Habana, lo que ha mantenido en pie el proceso de negociación.

  1. Género y fuerzas militares:

Las fuerzas militares y de policía eran históricamente instituciones exclusivamente de hombres. Ya no. Las transformaciones que implica la presencia de mujeres, y la reglamentación para mujeres, generan tensiones (como también las genera la presencia de homosexuales, más escondida).Que haya mujeres en las fuerzas no implica un enfoque de géneroen la institución. No obstante, la Policía ya tiene una General como Sub-directora. Las otras armas no han avanzado tanto. Cambiar la cultura predominantemente masculina, machista, tomará generaciones. Andrés sugiere contactar a una oficial mujer y escucharla.

  1. El tamaño de las fuerzas:

Hay ejemplos de que no se deben reducir las fuerzas armadas rápidamente tras los acuerdos de paz, pues está demostrado que después de terminarse un conflicto armado se genera un aumento de la violencia (por ej. Guatemala). La disminución de los efectivos tendrá que darse a futuro. En cuanto al gasto en seguridad y defensa, el presupuesto deberá mantenerse por muchos años para cubrir los derechos pensionales de este personal que además se jubila muy joven.Habrá también que repensar la repartición de roles y funciones entre el Ejército y la Policía, que aunque depende de MinDefensa es muy autónoma y rivaliza eficazmente con el Ejército. Por otra parte, existen problemas de corrupción en todas las fuerzas que serán difíciles de corregir. Adicionalmente, ¿cuál de las fuerzas se encargará del mantenimiento del orden en áreas rurales? Frente a la rivalidad Ejército-Policía, ¿es posible pensar en una tercera fuerza? No parece factible. Frente a la mentalidad militar férreamente anticomunista y atada aún a la doctrina de seguridad nacional, se debe formar mejor a los militares en derechos humanos, educarlos, hacerlos más útiles para el desarrollo y la democracia. Se sugiere que hagan acompañamiento en los procesos de restitución de tierras. Se señala también la inconveniencia del sistema de justicia penal militar y la ampliación del fuero militar.

Para finalizar, Andrés recuerda que es necesario incluir a los militares en estos nuevos procesos, escucharlos y entender los riesgos a los que se exponen, para no generar más conflicto y evitar una mala transición. Pero no debe olvidarse que los cambios de mentalidad son lentos, y por lo tanto los cambios internos en las fuerzas armadas van a tomar décadas