Tertulia Literaria de Reconciliación y Paz
Invitado: Rafael Baena – Periodista y escritor colombiano.
Octubre 22 de 2015
En esta oportunidad Rodeemos el Diálogo conversó con Rafael Baena a cerca de la literatura y sus relaciones con el conflicto y la paz en Colombia. Desde sus inicios en los años 90 como redactor y posteriormente como editor, trabajó en reconocidos periódicos y revistas, como El Espectador y Cambio 16. Años más tarde decidió marcar una distancia respecto del periodismo para dedicarse exclusivamente a su gran pasión: la escritura y la fotografía.
Foto: El Pais
Durante su ejercicio periodístico, escribió tres novelas motivadas además por las inquietudes que le manifestaban sus tres hijos –aun pequeños– respecto a qué era lo que estaba pasando en el país. Escribió su primera novela pensando en los jóvenes. En ella, se inventó un país sacudido por guerras civiles y problemas agrarios como expresión de lo que fue el siglo XIX; una historia que con letras daba cuenta de un corazón –un país– reventado. Y a esa primera historia la tituló Tanta sangre vista (2007) como evocación al episodio en que un comandante rebelde no logra explicarse porque después de tanta sangre derramada por la guerra civil, “su gente” –sus hombres– siguen peleando con él y se pregunta ¿será que tanta bala y tanta sangre vista los ha aturdido de tal manera que no saben que más hacer? Y este proyecto literario ha logrado tal éxito que próximamente tendrá lugar su lanzamiento como novela gráfica.
Su segunda novela Vuelvan caras carajo (2010), que no es más que la expresión de un grito de guerra de la caballería llanera, versa sobre la caballería revolucionaria en la época de la independencia, en un intento de novelar a Juan José Roldón, un capitán negro venezolano quien una vez en el Pantano de Vargas –días previos a la Batalla de Boyacá– “salvó la patria” –siguiendo la petición de Bolívar– de los ataques de la caballería española. Paralelamente, escribe su tercera novela Samaria films xxx (2010). Posteriormente surgió el proyecto La bala vendida (2011) cuyo discurso antibélico sitúa como tema central la guerra de los mil días.
¿Por qué escribir la guerra que ha azotado a Colombia? ¿Por qué fotografiarla? ¿Cómo transcurre la guerra “reciente”, la de su generación? Con todas estas inquietudes nace Siempre fue ahora o nunca (2014) donde el personaje de Raquel Arbeláez permite establecer un hilo conductor entre hechos históricos: la clase media que militó en el M-19, un guerrillero que luego de reinsertarse a la vida civil se dedica al narcotráfico, la de un general honesto que es llamado a calificar servicios luego de expresar en un discurso público la necesidad de hacer reformas sociales y no sólo hacer la guerra, la corrupción de las clases políticas, entre otros. Una historia signada por la violencia que tuvo lugar con mayor fuerza en la segunda mitad del siglo XX y que ha determinado el ADN nacional.
Ante la pregunta: ¿Cuál es el valor agregado de transitar y vivir el ser periodista y escritor? Rafael expresa que hay una pasión en él hacia la escritura y un procesual desencanto del periodismo en el sentido que los medios de comunicación hoy por hoy han desdibujado su razón de ser, aun cuando sin ellos no se tendría acceso a significativa información en el país.
Después reflexionamos sobre la siguiente pregunta: ¿Tiene la literatura un papel privilegiado para hablar de los retos que tenemos como sociedad en términos de reconciliación? Las artes en general son un motor de divulgación de objetivos comunitarios y elevados como la paz, el perdón y la tolerancia. La referencia al tema de la paz llevó a Rafael a comentar que ella consiste en muchas cosas, por ejemplo, en una presencia estatal responsable, en el respeto a los derechos humanos; por eso, va mucho más allá de la firma del acuerdo en la Habana. Aunque aún un importante número de colombianos esté en desacuerdo con el proceso de paz, hoy es un momento histórico para dar un primer paso fuera del círculo vicioso de guerra que ha signado al país. Es importante reconocer que el posconflicto tomará mínimo dos generaciones.
También conversamos sobre la preocupación alrededor de los niveles tan bajos de lectura en el país. En este sentido, se puso sobre la mesa que uno de los principales problema de Colombia es la educación. Más allá de los problemas de la institucionalidad, se planteó el tema de una pedagogía que se enfoque en la motivación por el aprendizaje a través de medios alternativos, como por ejemplo, el arte en todas sus manifestaciones y la literatura en particular.
Al respecto, se expresó que la escritura es liberadora de emociones y desde su capacidad de humanizarnos, ha permitido a muchos, confrontar el conflicto y la guerra del país y contar aquello que desde la institucionalidad no se dice. Una de las participantes compartió su proyecto “cartas de amor en medio del conflicto”, un libro que retrata a través de cartas originales de familiares de personas desaparecidas el horror de la guerra en Colombia.
Otra participante comentó el trabajo colectivo que hace meses ha emprendido con sus compañeros de clase de maestría y que se traduce en la escritura de una novela sobre la paz en Colombia; trabajo colectivo que además surge en el marco de un seminario donde se ha logrado una proximidad a los procesos políticos en Colombia desde 1958 hasta la actualidad a través de novelas, como las que precisamente ha escrito Rafael Baena y otros autores como Evelio Rosero, Mario Mendoza y Héctor Abad. Esta metodología, ha permitido que los estudiantes descubran el valor de poner a conversar política y literatura –confrontándolas con textos académicos– además de no perder esa sensibilidad que parece anularse con la naturalización de la guerra y el conflicto armado.
Finalmente, rescatamos el gran valor de la novela histórica tanto fuera como dentro de la academia y de la literatura en general, no solo como elemento para contar lo que ha pasado sino para transformar la sociedad colombiana. Las experiencias compartidas por los asistentes son una muestra clara de que ello es posible. La tertulia cerró con el lema “Yo firmo por la paz porque”… a lo que los asistentes expresaron: queremos una sociedad mejor, unas generaciones no viciadas por la guerra, creemos en la humanidad, porque es un momento histórico que no se puede desperdiciar, queremos más armonía, no queremos más dolor, tenemos el derecho de vivir en paz, porque debemos ser cómplices de esa gran utopía.