Laboratorios de cocreación: una apuesta para reinvindicar el valor de la verdad para la paz en Colombia

¿Se alinearán las estrellas para negociar la paz con el ELN?

22/06/2020

¿Se alinearán las estrellas para negociar la paz con el ELN? Karen Arteaga Garzón, Gwen Burnyeat, Andrei Gómez-Suárez y Germán Otálora Gallego, miembros de ReD, argumentan que las posibilidades de una futura negociación con el ELN dependen de una solución a las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos, Cuba, Venezuela y Colombia.


Después de un breve cese al fuego unilateral declarado por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en abril de 2020, el conflicto armado entre el último grupo guerrillero de Colombia y el Estado se reanudó con fuerza. Los ataques del ELN contra oleoductos y los bombardeos de las fuerzas armadas contra los campamentos del ELN no solo afectan la situación humanitaria de las poblaciones rurales más vulnerables en zonas con presencia del ELN, sino que muestra que una negociación de paz con el ELN parece cada vez más remota. Con base en reportes de prensa y conversaciones confidenciales con expertos y actores clave, este artículo argumenta que la posibilidad de una futura negociación con el ELN depende tanto de la coyuntura geopolítica regional, en particular las relaciones entre Estados Unidos, Cuba, Venezuela y Colombia, como de los desarrollos políticos al interior de cada uno de estos países.

La geopolítica alrededor del ELN

El ELN fue fundado en 1964 por un grupo de estudiantes colombianos entrenados en La Habana e inspirados por la revolución cubana, quienes adoptaron la doctrina de guerra de guerrillas del Che Guevara. A pesar que la ideología marxista-guevarista del ELN ha evolucionado a través de los años, incorporando aspectos de la teología de la liberación (representada por la figura icónica del sacerdote guerrillero Camilo Torres y, después, por los sacerdotes españoles Manuel Pérez y Domingo Laín), desde que Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela en 1999, el ELN ha desarrollado fuertes afinidades con el chavismo y la revolución bolivariana. 

Muchos colombianos ven al ELN erróneamente como “el hermano menor” de las FARC: menor en tamaño, importancia, y poder militar. Podría argumentarse que ese fue el error del gobierno Santos – creyó que, si el ELN veía que el proceso avanzaba con las FARC, se alinearía fácilmente, por ende no avanzaron las negociaciones en paralelo. No obstante, aunque los objetivos de la lucha armada del ELN y las FARC fueron similares, sus proyectos e ideologías tenían diferencias sustanciales. Es crucial entender cómo el ELN se ve a sí mismo para analizar las posibilidades de unas negociaciones de paz en el futuro. A pesar de que el Estado colombiano dio por muerto al ELN en 1970 después de la ‘Operación Anorí’, en la que se diezmaron las tropas de esa guerrilla, el ELN ha resistido las ofensivas contrainsurgentes por décadas. En la década de 1980, el ELN empezó a extorsionar grandes compañías petroleras, entre ellas las involucradas con el oleoducto Caño Limón–Coveñas, de interés estratégico para Estados Unidos; y ocupó territorios en los que había presencia de proyectos mineros y energéticos, lo que supuso una rápida expansión de esta guerrilla. Si bien la capacidad militar del ELN se debilitó a finales de los 90 y principios de los 2000 cuando grupos paramilitares atacaron algunos de los bastiones del ELN, desde que inició la implementación del Acuerdo Final del 2016 el poder y la presencia territorial del ELN han incrementado.

Rodeemos el diálogo ¿SE ALINEARÁN LAS ESTRELLAS PARA NEGOCIAR LA PAZ CON EL ELN?

La frontera colombo-venezolana ha sido tradicionalmente una de las regiones clave del control territorial del ELN. Antes de que Chávez llegara al poder, los gobiernos venezolanos históricamente mantuvieron al margen de su territorio al ELN, pero Chávez hizo caso omiso de su presencia en Venezuela, lo que permitió que el ELN se consolidara como una insurgencia bolivariana binacional. Hoy, el ELN tiene presencia en 13 de los 23 estados venezolanos, controla rutas lucrativas de narcotráfico, y mantiene una lucha ideológica compartida contra lo que el ELN y el chavismo perciben como ‘imperialismo estadounidense’.

La política exterior de Trump hacia Latinoamérica, al estilo de la Guerra Fría

Desde el inicio del conflicto armado interno con las FARC, el ELN y otros grupos guerrilleros en la década de 1960, los diferentes gobiernos en Colombia han adelantado esfuerzos de guerra y paz en paralelo, influenciados en buena parte por sus relaciones internacionales, especialmente con los Estados Unidos. Durante la administración de Obama, EE.UU. jugó un rol clave en los diálogos entre el gobierno de Santos y las FARC al delegar en 2015 a Bernie Aronson como su enviado especial para las negociaciones de La Habana, y al pasar del ‘Plan Colombia’ (acuerdo bilateral firmado en 2000 para canalizar el apoyo de EE.UU. en la lucha contrainsurgente en Colombia) a ‘Paz Colombia’, un acuerdo que ofreció 450 millones de dólares en ayuda para consolidar la paz en Colombia.

El gobierno de Santos inició negociaciones de paz con el ELN en 2017, lo que coincidió con la llegada de Trump a la Casa Blanca. EE.UU. no participó en esas conversaciones. Por el contrario, Trump inició una línea de mano dura hacia Latinoamérica en general, reviviendo una política exterior al estilo de la Guerra Fría y un discurso anticomunista. Mientras que Obama restableció las relaciones diplomáticas con Cuba con el objetivo de normalizar gradualmente la relación bilateral y llevar a la isla hacia una transformación controlada del régimen, Trump deshizo esas esperanzas. Ya que la Florida es un estado clave para la reelección de Trump, y su población incluye un número considerable de cubanoamericanos de derecha y políticamente activos, al igual que una creciente diáspora venezolana que rechaza a Nicolás Maduro y al chavismo, la política exterior estadounidense hacia Latinoamérica se ha volcado cada vez más hacia posturas anticomunistas hacia Cuba y Venezuela. 

¿Se alinearán las estrellas para negociar la paz con el ELN?

El principal asesor de Trump en el Concejo de Seguridad Nacional para Asuntos del Hemisferio Occidental es Mauricio Claver-Carone, aliado cercano del Senador republicano Marco Rubio y quien Trump acaba de nominar para la dirección del Banco Interamericano del Desarollo. Claver-Carone considera a Cuba como el centro de la política de izquierda en Latinoamérica y ha abogado por una estrategia de “presión máxima” contra Venezuela. Esto se ha materializado en sanciones contra la administración de Maduro (entre ellas sanciones contra PDVSA, la empresa petrolera estatal), el apoyo al fallido golpe liderado por Juan Guaidó desde enero de 2019 y el envío de ayuda humanitaria politizada desde Colombia y Brasil que se adelantó en contra las recomendaciones de la Cruz Roja y las Naciones Unidas en febrero de 2019. La reciente imputación contra Maduro por narcotráfico y terrorismo, junto al anuncio de una recompensa de 15 millones de dólares por información que pueda llevar a su arresto —al igual que la condena contra 14 de sus colaboradores más cercanos—, son muestra de cómo se está intensificando la estrategia de Estados Unidos contra Venezuela. 

Desde que se posesionó Trump, su relación con Colombia se ha concentrado casi exclusivamente en dos frentes: Venezuela y narcotráfico, temas que son afines a las narrativas dominantes del gobierno de Duque, incluso desde su campaña electoral. La paz ha sido dejada completamente de lado en las relaciones entre Colombia y Estados Unidos. La agenda antinarcóticos de Trump se centra en el incremento de los cultivos de coca en Colombia, que llegaron a 154,000 hectareas en 2019. El primer funcionario del gobierno estadounidense con el que se reunió Duque en su gobierno fue el Subdirector de Política Nacional de Control de Drogas, en septiembre de 2018; mientras que en la primera reunión entre Trump y Duque, Trump presionó al nuevo presidente colombiano para que retomara el uso de glifosato para fumigar los cultivos de coca en el país, una petición en la que el gobierno de Trump ha insistido desde entonces. Recientemente, Duque manifestó su intención de implementar de nuevo una estrategia de fumigación aérea con glifosato, a pesar de los impactos sociales y ambientales que ello supone, de las limitaciones que la Corte Constitucional ha establecido para el uso de glifosato, de los conceptos de la Organización Mundial de la Salud, y a pesar de las protestas en contra de la fumigación aérea por parte de campesinos, movimientos de cocaleros y organizaciones afines al proceso de paz que abogan por la implementación del punto cuatro del acuerdo de paz de La Habana, en el que se privilegia la sustitución voluntaria sobre la erradicación forzada. En mayo de 2020, la embajada de EE.UU. en Bogotá anunció que una brigada de 800 tropas sería desplegada en Colombia para apoyar operaciones de inteligencia y antinarcóticos, una muestra más de la dirección que la política exterior de Estados Unidos hacia Colombia ha tomado.

La afinidad Duque-Trump: un obstáculo para la paz con el ELN 

Las posibilidades de una negociación entre el gobierno de Duque y el ELN parecen limitadas en este momento por la retórica anticomunista y de ‘narcoterrorismo’ que comparten Duque, Trump y sus respectivas bases políticas. Durante su campaña presidencial, Duque prometió una política de mano dura contra el ELN, así como modificar sustancialmente el acuerdo de paz con las FARC. Cuando se posesionó en el cargo, en agosto de 2018, Duque anunció que haría una evaluación del progreso que del gobierno de Santos en sus negociaciones con el ELN, y dejó al equipo negociador del ELN esperando durante seis meses en La Habana. Entre agosto de 2018 y enero de 2019, el Alto Comisionado de Paz de Duque, Miguel Ceballos, trató de persuadir al ELN de forma confidencial para que accediera a las condiciones de Duque para una negociación: cesar toda actividad criminal y liberar a todos los secuestrados. 

En enero de 2019, el ELN detonó un carro bomba en una Escuela de Cadetes de la Policía en Bogotá que mató a 22 cadetes. Duque levantó formalmente a las negociaciones con el ELN y solicitó a Cuba, que había actuado como garante del incipiente proceso de paz y fue aliada clave en las negociaciones entre Santos y las FARC, que entregara al equipo negociador del ELN. Igualmente solicitó una orden de arresto por parte de la Interpol contra los delegados del ELN y pidió a Cuba y Noruega, otro de los países garantes, ignorar los protocolos que la administración Santos había firmado para que los negociadores del ELN retornaran a la selva colombiana en caso de que las negociaciones fracasaran. 

Rodeemos el diálogo ¿negociar la paz con el ELN?

En mayo de 2020, el Departamento de Estado de EE.UU. incluyó a Cuba en la lista de países que no cooperan plenamente con los esfuerzos antiterroristas de los Estados Unidos, usando la presencia del ELN en Venezuela y Cuba como justificación, lo que fue celebrado por Miguel Ceballos, quien hizo énfasis en la negativa de Cuba para entregar a los negociadores del ELN. Como respuesta, el partido político FARC decidió levantarse de la Comisión de Seguimiento y Verificación de los acuerdos de paz (CSIVI) —mecanismo clave bilateral que reúne al gobierno y FARC para mantener un diálogo acerca de la implementación del acuerdo—, lo que demuestra su preocupación por las políticas de Duque y Trump frente a la sostenibilidad de la paz en Colombia; una preocupación que muchos comparten, incluyendo analistas de Rodeemos el Diálogo

La interacción entre la política internacional y doméstica en la región

Con la llegada de Trump en los Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil e Iván Duque en Colombia, la región ha visto un viraje notable hacia la derecha. Inclusive, países como Bolivia y Ecuador se han alineado inesperadamente a la política exterior de Trump. La crisis venezolana ha debilitado la posición de Cuba en el hemisferio occidental y ha fortalecido a la derecha cubana en Miami. Maduro ha resistido hasta ahora la oposición de Guaidó, así como los intentos de EE.UU. y Colombia de desestabilizar su régimen, mantiene el control de las fuerzas armadas, y aún cuenta con un apoyo popular amplio. Sin embargo, el país está dividido entre chavistas y la oposición. Millones de venezolanos han dejado el país, aunque muchos han regresado después de encontrar condiciones difíciles en Colombia y otros países suramericanos. La ausencia de relaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia ha llevado a que la zona fronteriza sea tierra de nadie y sea propensa a la proliferación de actores armados no estatales. 

Trump está llegando al final de su primer periodo presidencial y su campaña por la reelección ya está en pleno furor. En junio será su primer evento de campaña en Tulsa, Oklahoma, a pesar del riesgo de infecciones masivas en medio de la pandemia por COVID-19. En parte por los efectos de su manejo del coronavirus y del asesinato de George Floyd, los índices de popularidad de Trump están por debajo del 40%, por lo que deberá esforzarse para ser reelegido. Trump depende de Claver-Carone, Rubio y sus bases latinas anticomunistas, lo que implica que su discurso y política exterior al estilo de la Guerra Fría seguirán siendo piedras angulares de su campaña electoral.

En Colombia, la popularidad del Presidente Duque, quien está a mitad de su mandato, está erosionado. Su pobre manejo de la implementación del acuerdo de paz ha llevado a muchos moderados hacia la oposición, al tiempo que ha perdido el apoyo de los sectores más radicales de su coalición política por no “hacer trizas” el acuerdo. Con las protestas masivas de noviembre de 2019 la popularidad de Duque llegó a ser menor al 30%. Si bien este índice ha aumentado gracias a la percepción de que el presidente ha manejado adecuadamente la emergencia del coronavirus, su favorabilidad solo llega al 54%. El capital político de Duque depende del apoyo del expresidente y hoy senador Álvaro Uribe, cuya prioridad en la actualidad es asegurar que su partido, el Centro Democrático, mantenga el poder en las elecciones presidenciales del 2022. El apoyo reciente de Uribe al proceso de paz con el ELN se podría atribuir a estos objetivos electorales. 

¿Se podrían alinear las estrellas en una coyuntura geopolítica favorable a la paz? 

Las negociaciones entre el gobierno Santos y las FARC lograron un acuerdo de paz en gran parte gracias a la coyuntura geopolítica: Obama estaba en la Casa Blanca y apoyaba al proceso de paz, al igual que la Unión Europea y la ONU, mientras que Castro y Chávez ofrecieron su apoyo desde la izquierda latinoamericana y alentaron a las FARC para que negociaran la paz. Con la llegada de Trump y Bolsonaro, las muertes de Castro y Chávez, y la crisis de legitimidad del régimen de Maduro, el contexto geopolítico es sustancialmente diferente en este momento. La región parece estar dividida en polos ideológicos como en los tiempos de la Guerra Fría: por un lado están Cuba, Venezuela y el ELN en Colombia, quienes predican un socialismo del siglo XXI; por el otro, los EE UU., Colombia, Brasil y las diásporas cubanas y venezolanas de derecha, quienes se atrincheran en un neoconservadurismo cada vez más radical. 

La posibilidad de una solución negociada al conflicto con el ELN depende de un cambio en esa polarización, lo cual pasa por los desarrollos políticos internos en esos cuatro países y sus relaciones exteriores durante los próximos dos años, especialmente en lo que se refiere a las elecciones presidenciales en EE.UU. y Colombia. Si Joe Biden es elegido para la Casa Blanca, es posible que éste dé un giro a la política exterior estadounidense para volver a las doctrinas de Obama, posiblemente normalizaría las relaciones comerciales y diplomáticas con Cuba, y sería más factible una solución diplomática a la crisis en Venezuela en lugar de una solución militar. Además, se podría fortalecer un apoyo bipartidista a un enfoque integral frente a la construcción de paz en Colombia, en lugar de privilegiar una estrategia puramente antinarcóticos y antiterrorista, al igual que una actitud más positiva ante unas posibles negociaciones con el ELN. Una solución diplomática a la crisis en Venezuela es fundamental si se quiere llegar a una salida negociada con el ELN. Dada la naturaleza cada vez más binacional tanto de las tropas como de las narrativas ideológicas del ELN, este conflicto solo podrá resolverse en conjunto con una solución a la situación en Venezuela.

Un gobierno de Biden tendría un impacto considerable en la administración de Duque, ya que los gobiernos colombianos han sido tradicionalmente pragmáticos y complacientes frente a la política exterior de Estados Unidos. En tal escenario, los sectores moderados de la coalición de Duque ganarían fuerza y podrían alejar al gobierno de sus facciones más radicales, para así evitar una victoria fácil de los defensores del acuerdo de paz en las elecciones presidenciales de 2022. En esas elecciones, la paz va a pasar a entenderse como la protección de las vidas de las poblaciones más vulnerables, tanto a la violencia como al COVID-19. Algunos de los asuntos clave van a ser los asesinatos de líderes sociales, la implementación del acuerdo de paz de 2016 con las FARC y la solución al conflicto armado con el ELN. 

Sin embargo, si Trump es reelegido las posibilidades de paz no se cerrarían necesariamente. Una vez asegure su segundo período, Trump no tendría que preocuparse por alebrestar a sus bases políticas en Florida. Sus prioridades, usualmente impredecibles e inconsistentes ideológicamente, podrían cambiar dramáticamente. Si Trump, por ejemplo, identifica intereses económicos en Venezuela o Cuba, no es imposible que su política exterior hacia la región tome una dirección más constructiva. 

En cualquier caso, la coyuntura que se avecina ofrece una ventana de oportunidad para establecer un diálogo que pueda armonizar las agendas de política exterior en la región, por lo que es importante pensar en soluciones viables a la crisis actual. En la década de 1980, el Grupo de Contadora, impulsado por Colombia, México, Panamá y Venezuela, buscó establecer un diálogo regional que diera solución a la crisis centroamericana causada por los conflictos militares en El Salvador, Nicaragua y Guatemala. Un posible camino a seguir en el actual impase geopolítico puede inspirarse en el ejemplo de Contadora, y abrir un diálogo regional entre Cuba, Colombia, Venezuela y Estados Unidos. Algunos de los actores clave en ese proceso podrían ser el Instituto de Paz de EE.UU. y el Alto Comisionado para la Paz en Colombia. Veremos si las estrellas se alinean para cerrar de una vez por todas el reciclaje de la violencia política en Colombia y sus efectos en los países vecinos.

SOBRE EL AUTOR

Karen Arteaga Garzón

Karen Arteaga Garzón es la Directora de Rodeemos el Diálogo en Colombia. Tiene una maestría en Ciencia Política de la Universidad de los Andes, ha trabajado en análisis de conflictos, participación de la sociedad civil en procesos de paz y en metodologías de diálogo.

Gwen Burnyeat

Gwen Burnyeat es Wolfson Scholar y Candidata a Doctora en Antropología en UCL, autora de Chocolate, Politics and Peace-building: An Ethnography of the Peace Community of San José de Apartadó, Colombia (Palgrave Macmillan 2018) y productora del documental etnográfico Chocolate de Paz (2016).

Andrei Gomez-Suarez

Andrei Gómez-Suárez es co-fundador de Rodeemos el Diálogo, investigador asociado en la Universidad de Bristol y el Instituto de las Américas de UCL, es autor de los libros Genocidio, Geopolítica y Redes Transnacionales (Uniandes 2018), y El Triunfo del No (Ícono 2016).

Germán Otálora Gallego

Germán Otálora Gallego es miembro de los equipos de Justicia Transicional y ELN de Rodeemos el Diálogo. Tiene una maestría en Prevención de Conflictos y Construcción de Paz de la Universidad de Durham y una maestría en Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Anteriormente fue asesor en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia (2011-2018).

Pedagogía de Paz en tiempos de pandemia

A raíz de las medidas de confinamiento que nos obligaron a suspender las actividades de pedagogía que realizamos de manera presencial en colegios, en el equipo de pedagogía de ReD iniciamos en abril una exploración de las alternativas posibles para continuar avanzando en nuestro propósito.

Convocamos en mayo al grupo de maestros cercanos al trabajo de ReD, en Pasto, Cali, Bogotá, Cajicá y Tocancipá, para conocer la forma como se están adaptando al cambio a lo virtual, y su interés por continuar fortaleciendo la construcción de paz desde la pedagogía en medio del actual escenario; como resultado de estas reuniones, además de una encuesta que diseñamos con este propósito, obtuvimos valiosos insumos para estructurar una propuesta viable y pertinente para el momento. 

Esta consulta puso en evidencia además una realidad que preocupa:

una importante proporción  de los alumnos (que en algunos colegios alcanza el 70%) no tiene acceso al internet, por lo que los maestros deben acudir en estos casos a recursos como grupos de Whatsapp o mensajes de voz a voz para llegar a ellos. 

Luego de este análisis, se concretó la conformación de una red de maestros, denominada Rodeemos el Diálogo con los Maestros, cuyo énfasis estará en la formación de docentes a través de la generación de conocimiento compartido alrededor de la construcción de paz, y el fortalecimiento de habilidades para el uso de herramientas tecnológicas para educación virtual. La red funcionará con encuentros mensuales, por ahora virtuales, a partir de junio, mediante cineforos, talleres y diálogos sobre los temas priorizados que comprenden entre otros:  conflicto armado y derechos de las víctimas; Acuerdo de Paz; la verdad como bien público, verdad y memoria; arte, deporte y memoria; cultura del diálogo; diálogo y no violencia; diálogo y memoria. 

Lanzamos esta red con una conversación, el 19 de junio pasado, con Ciro Galindo, protagonista del documental Ciro y yo, sobreviviente del conflicto armado, como tantos colombianos.

La Red está integrada por docentes y otras personas o entidades que desarrollen acciones de pedagogía de paz con población escolar. De esta manera, con el trabajo en red con los maestros cumplimos uno de los objetivos del proyecto MEMPAZ(*) y avanzamos de manera muy importante en nuestro propósito de mejorar el alcance y el impacto en la construcción de paz a través de una cultura del diálogo.

Por otra parte, trabajamos en la adecuación al medio virtual de dos de nuestras guías para la realización de talleres con los niños y jóvenes, y estamos programando su aplicación con un grupo piloto antes de ofrecerla a los colegios.


(*) MEMPAZ. Memorias desde las márgenes: Proyecto de investigación entre la Universidad de Bristol y la Universidad Nacional de Colombia, en el cual participa Rodeemos el Diálogo con el componente pedagógico. Busca aprender prácticas de memoria de organizaciones de base y visibilizarlas en los niveles nacional e internacional.  

Protegido: Test – infografía

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COVID-19: ¿una ventana de oportunidad para las negociaciones con el ELN?

Por: Gwen Burnyeat y Andrei Gómez-Suarez

¿Podrían las transformaciones globales impulsadas por la pandemia del coronavirus abrir una oportunidad para una futura negociación en Colombia entre el gobierno de Iván Duque y el grupo insurgente del ELN? Los miembros de ReD, Gwen Burnyeat y Andrei Gómez-Suárez, analizan las perspectivas de ambos lados, sus gestos unilaterales recientes, y evalúan las posibilidades y retos para la paz en el contexto actual.

Recientemente se ha especulado mucho que la pandemia COVID-19 podría ofrecer una ventana de oportunidad para reiniciar las negociaciones entre el gobierno de Iván Duque y la última guerrilla insurgente en Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), en guerra contra el gobierno colombiano desde 1964. Estas especulaciones surgen principalmente de dos gestos unilaterales, uno por parte del ELN y otro por parte del gobierno de Duque.

Primero, el 29 de marzo el Alto Comisionado para la Paz del gobierno de Duque, Miguel Ceballos, designó nuevamente a dos antiguos comandantes del ELN, Francisco Galán y Felipe Torres, como “promotores de paz”, un rol dado a miembros o exmiembros de grupos armados que se comprometen a contribuir con su experiencia a preparar el camino para las negociaciones de paz con grupos armados ilegales, mientras el gobierno suspende cualquier proceso legal en su contra por sus acciones en estos grupos. Galán y Torres, quienes renunciaron al ELN y se desmovilizaron hace varios años, habían sido designados previamente por la administración de Juan Manuel Santos (2010-2018) como “promotores de paz”. En enero de 2019, luego de que el ELN detonara un carro bomba en la Academia Nacional de Policía General Santander, matando a 23 personas, Duque había cancelado el nombramiento de todos los promotores de paz, reactivando las órdenes de captura en su contra. Además de Galán y Torres, esto incluyó a Juan Carlos Cuéllar y Eduardo Martínez, miembros activos del ELN, quienes también habían sido designados promotores de paz. Galán y Cuéllar fueron capturados; Martínez y Torres pasaron a la clandestinidad. Galán y Torres eran buscados por una investigación contra todo el Comando Central del ELN (COCE) por un secuestro en 1999, en el cual ellos no participaron porque entonces se encontraban en prisión, pero hasta que esta investigación no sea cerrada formalmente, necesitan el perdón presidencial para caminar libremente.

En segundo lugar, el 30 de marzo, el ELN declaró el cese al fuego unilateral por todo el mes de abril. En su comunicado, el ELN enfatizó que esta decisión respondía al pedido hecho por el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, por un cese al fuego global durante la pandemia del coronavirus, una petición replicada por millones de personas alrededor del mundo, incluyendo funcionarios de las Naciones Unidas en Colombia quienes específicamente han llamado al ELN a cesar hostilidades y aliviar la dimensión humanitaria de la crisis actual.

Ambos gestos unilaterales son esperanzadores. Sin embargo, para ser realistas sobre las posibilidades de nuevas negociaciones entre el gobierno y el ELN, y para entender los retos y oportunidades que estos gestos ofrecen, es necesario considerar las perspectivas de ambos lados. Utilizamos los comunicados públicos de ambos, reuniones a puerta cerrada con actores involucrados en el proceso, y el diálogo público organizado recientemente por Rodeemos el Diálogo con varios expertos sobre las posibilidades de un proceso de paz con el ELN, para tratar de ponernos en los zapatos tanto del gobierno de Duque como del ELN.

Contextualizando las perspectivas de cada lado: “resistencia” versus “legalidad”

Ni el ELN ni el gobierno de Duque son entidades homogéneas. Ambos son ecosistemas complejos, cada uno con sus propias dinámicas internas, narrativas identitarias, equilibrios políticos de poder, e ideas sobre cómo la opinión pública colombiana les percibe. 

El ELN, el grupo insurgente más antiguo de Colombia, con raíces ideológicas en el marxismo y la teología de la liberación, tiene más de 4000 combatientes y ha expandido progresivamente su control geográfico sobre áreas previamente controladas por las FARC. La cohesión del ELN está fundamentada en el compromiso ideológico compartido por numerosas facciones locales con gran diversidad territorial y considerable autonomía. Las decisiones del COCE fluctúan de acuerdo a la interacción dinámica de sus facciones y su posición geográfica, y entre más moderados y quienes le apuestan a una línea más dura. El Quinto Congreso del ELN en 2014 alcanzó un consenso para explorar negociaciones de paz con el gobierno de Santos – una expresión del dominio del ala moderada. A esto le siguió una fase exploratoria, que resultó en el inicio de negociaciones formales en febrero de 2017 en Quito, con el anuncio de una agenda oficial de seis puntos.

Entre octubre de 2017 y enero de 2018, un círculo virtuoso de gestos unilaterales y bilaterales llevaron a un cese al fuego bilateral de cien días, el cual incluyó un mecanismo híbrido de monitoreo compuesto por representantes de la comunidad internacional y la sociedad civil colombiana. Mientras el cese al fuego bilateral fue bienvenido por redes pro paz, dado que aliviaba el sufrimiento humanitario, el ELN y el gobierno sostenían diferentes interpretaciones sobre qué constituía violaciones al cese al fuego, y al final fue imposible extenderlo. Paradójicamente, lo que buscaba ser un paso para crear confianza terminó creando un profundo impase en las negociaciones. Esto, agravado por el corto tiempo que le restaba al gobierno Santos en el poder, la creciente crítica del ELN al gobierno por la implementación del Acuerdo de Paz de la Habana firmado con las FARC en 2016, y el secuestro de dos periodistas ecuatorianos por parte del ELN, entre otros sucesos, arruinaron el progreso hecho en las negociaciones adelantadas por Santos. El apoyo dentro del ELN y entre sus bases giró hace la facción de línea dura, la cual no ve en la paz negociada una solución viable y más bien aboga por continuar el fortalecimiento militar del ELN, en el cual ve su resistencia contra una oligarquía que permanece.

El presidente Duque, el candidato del partido de derecha Centro Democrático, ganó las elecciones de 2018 con la promesa de modificar drásticamente el Acuerdo de Paz de la Habana con las FARC y tomar una posición de línea dura contra el ELN. Los gobiernos en sí mismos son ecosistemas complejos y dinámicos dentro de la estructura más amplia del Estado, e incluyen múltiples personas e instituciones inmersas en relaciones entre ellas mismas, con varios jugadores dentro del establecimiento político, con la oposición política, y con la opinión pública colombiana. El capital político de Duque proviene de manera abrumadora del apoyo del expresidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), hoy Senador, cuya popularidad yace sobre su política de “Seguridad Democrática”, quien fue un opositor acérrimo a las negociaciones de Santos con las FARC, liderando el triunfo del “No” en la votación del  plebiscito de paz de 2016. Sin embargo, el gobierno también está compuesto por una alianza con el Partido Conservador a través de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, y múltiples otras alianzas con políticos nacionales y locales de diferentes partidos.

Cuando Duque asumió la presidencia en agosto de 2018, el equipo de negociación del ELN estaba en la Habana, a donde la mesa de negociación fue trasladada en mayo de 2018. Allí esperaron, y declararon públicamente su intención de continuar el diálogo con el nuevo gobierno. Duque anunció que evaluaría el estado de las negociaciones antes de tomar una decisión definitiva. Su gobierno ha presionado constantemente por la liberación de todos los secuestrados del ELN y la cesación de toda actividad criminal como condiciones para la negociación. El ELN, por su parte, argumentó que tales acciones se harían en una serie de gestos humanitarios bilaterales una vez las negociaciones progresaran. 

Mientras tanto, las negociaciones permanecieron congeladas, ninguna delegación del gobierno llegó a la Habana, y el conflicto se intensificó en regiones como el Catatumbo, Cauca, Chocó y Nariño. Con el carro bomba del ELN en enero de 2019, el gobierno Duque finalizó formalmente las negociaciones, argumentando que el ELN no mostraba voluntad depaz, y pidió una orden judicial de la Interpol en contra de los negociadores del ELN en Cuba. El gobierno instó a Cuba y a Noruega, garantes de las negociaciones de Santos con el ELN, a ignorar los protocolos firmados con su predecesor que garantizaba el retorno seguro del equipo de negociación del ELN a la selva colombiana en caso de ruptura de las conversaciones de paz, y devolver a los negociadores a Colombia para ser capturados.

Desde entonces, dos miembros del COCE del ELN (Nicolás Rodríguez y Pablo Beltrán) han permanecido en la Habana (Cuba decidió respetar los protocolos), dando entrevistas de manera frecuente a la prensa en las que expresan su deseo de reiniciar las negociaciones e instando a Duque a enviar un equipo de negociación para continuar con la agenda existente, dado que ésta fue firmada por el Estado colombiano. El gobierno de Duque, mientras tanto, sostiene que la agenda previa fue firmada por el gobierno de Santos, y que las nuevas negociaciones requerirían una nueva agenda. Duque continúa enfatizando mayores gestos unilaterales permanentes como condiciones para la negociación, especialmente la liberación de secuestrados y la cesación de actividades criminales, en línea con el la consigna insigne de su gobierno, “paz con legalidad”.

Interpretando los gestos unilaterales

Mientras algunos observadores especulaban con que el gesto del ELN de declarar el cese al fuego y el gesto del gobierno de Duque de restablecer a Felipe Torres y Francisco Galán como promotores de paz fuesen signos de negociaciones secretas en progreso, la declaración pública hecha por el ELN rechazando a Torres y a Galán como facilitadores legítimos del diálogo, y su posterior declaración el 27 de abril, que pone fin al cese al fuego unilateral, confirman que estos dos gestos unilaterales no fueron más que coincidencia. Sin embargo, ambos gestos son esperanzadores en sí mismos si los situamos en el contexto de la perspectiva de cada lado.

El ELN tiende a rechazar gestos unilaterales, aseverando que el gobierno no los ve como un gesto de un grupo fuerte dispuesto a hacer concesiones y preparar el camino hacia la paz, trabajando colaborativamente entre dos antagonistas, sino más bien una muestra de debilidad. El gesto del ELN es entonces sugestivo de un posible giro hacia un consenso, al menos sobre la búsqueda de un camino para aliviar el sufrimiento humanitario. El cumplimiento de todos los frentes del ELN del cese al fuego hasta ahora (entre el 1 y el 22 de abril no ha habido ataques por parte del ELN) es también positivo, considerando la fragmentación geográfica del ELN y su jerarquía no-vertical, y es indicativo de la capacidad de comando y control del COCE. El Ejército colombiano no ha instigado ningún ataque desde el 12 de marzo, lo que sugiere que el gobierno, de igual manera, ha priorizado la respuesta a la crisis del Coronavirus. Esta convergencia de estrategias unilaterales ha materializado una tregua tácita, la cual podría dar surgimiento a un círculo virtuoso de decisiones que lleven a desescalar el conflicto en el largo plazo. Mucho sectores de la sociedad civil y de la comunidad internacional han celebrado el impacto positivo del cese al fuego en la vida de aquellas comunidades desgarradas por la guerra.

Sin embargo, esto no puede ser malinterpretado como un paso hacia la apertura de una mesa de negociación y un giro dentro del ELN hacia el consenso para una paz negociada. Por el contrario, la geopolítica alrededor de Venezuela ofrece un contexto propicio para la radicalización del ELN. Las amenazas constantes de Donald Trump hacia el régimen de Maduro y la aproximación confrontacional de Duque hacia Venezuela refuerzan la percepción que tiene el ELN de sí mismo de ser el bastión de la resistencia en contra del neoliberalismo global y el fascismo. El cese al fuego unilateral podría también ser leído como un movimiento para reconquistar legitimidad internacional en el contexto de declive de las democracias neoliberales, y posicionarse como opositores a Trump.

El gesto de la administración Duque de reinstaurar a Torres y Galán como promotores de paz sugiere la voluntad de por lo menos un sector del gobierno de tomar pasos tangibles hacia la paz, respondiendo así al llamado de muchos sectores pro paz de la sociedad civil colombiana y de la comunidad internacional para que el gobierno busque una “paz completa” – una que abarque a todos los grupos armados ilegales del país. Así como una insurgencia tiene posiciones internas duras y moderadas, que fluctúan en el poder y visibilidad de acuerdo al desenlace del presente político, así sucede con un gobierno. La intensificación de la violencia en el conflicto con el ELN, y la crisis humanitaria de los migrantes venezolanos llegando a Colombia, han sido agravadas ahora por la crisis del coronavirus. Los sectores pro-paz dentro del gobierno tienen ahora la oportunidad de elevar la protección de la vida al mandato central de la administración Duque, más allá de la lucha sectaria entre la derecha y la izquierda que hasta ahora ha  dominado sus narrativas políticas, en las cuales la administración Duque ha quedado atrapada desde su llegada al poder sobre la base de su oposición a Santos y su proceso de paz.

Posibilidades y retos para la paz: abriendo la ventana de oportunidad

La paz no es un proceso linear. Aunque estos dos gestos unilaterales no lleven a ambos lados hacia una mesa de negociación en el futuro inmediato, de todas formas dan más oxígeno a los elementos pro-paz dentro del gobierno, el establecimiento político, y entre la sociedad civil colombiana y la comunidad internacional.

Los impactos de estos gestos positivos deben ser reconocidos y protegidos para mantener la posibilidad de abrir una ventana que eventualmente podría traer de vuelta los diálogos malogrados. Por ejemplo, la plataforma multipartidista, Defendamos la Paz, ha incrementado su lobby a favor de las negociaciones, llamando al ELN a extender el cese al fuego o incluso a hacerlo permanente y al gobierno para responder en la misma tónica. De manera significativa, Álvaro Uribe ha hecho declaraciones vía Twitter en apoyo de la paz, añadiendo su voz al llamado internacional para el cese al fuego en el contexto del coronavirus, e incentivando al gobierno a designar nuevamente a Felipe Torres y a Francisco Galán como promotores de paz. El apoyo de Uribe sería crucial para que cualquier diálogo futuro prospere, dado que su influencia determinaría no sólo la posición del Centro Democrático, sino que también podría moldear la opinión pública hacia las negociaciones con el ELN.

Vemos cuatro condiciones interdependientes que se refuerzan mutuamente como esenciales para la negociación Duque-ELN. La primera, el gobierno Duque necesita mostrar suficiente voluntad y capital político para llevar a cabo negociaciones de paz. La segunda, el ELN debe construir internamente un consenso suficiente para comprometerse con una solución negociada al conflicto, y aceptar que la agenda sería diferente a la que concebían cuando se comprometieron a negociar con la administración Santos. La tercera, el crecimiento del apoyo en la opinión pública colombiana para un fin de la violencia en el país. En cuarto lugar, un ambiente geopolítico favorable para la promoción de una paz sostenible en Colombia, el cual ha sido afectado de manera adversa por el desdén de la administración Trump al Acuerdo de Paz de la Habana con las FARC y el deterioro de la crisis venezolana.

La pandemia del coronavirus está modificando radicalmente el mundo. Mientras los gobiernos están extendiendo los bloqueos, ¿podría el ELN de manera semejante reconsiderar y extender el cese al fuego? ¿Podría el aumento del apoyo ciudadano y político cristalizarse alrededor de un mandato gubernamental por la protección a la vida? ¿Podría el gobierno continuar absteniéndose del combate militar con el ELN y ofrecer un gesto unilateral explícito de desescalamiento? Y ¿podría el resultado de las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos crear un contexto geopolítico más favorable para las futuras negociaciones con el ELN? Las transformaciones de las identidades políticas alrededor del mundo bajo el coronavirus cambiarán las tendencias globales en muchas dimensiones, desde las políticas económicas neoliberales, el estado de bienestar, populismo, hasta la solidaridad comunitaria. Estas transformaciones podrían redefinir cómo el gobierno Duque y el ELN se ven a sí mismos y al otro, y cómo la sociedad colombiana se siente frente a la solución negociada al conflicto. La ventana de oportunidad queda para abrirse.

Sobre los autores

Gwen Burnyeat es Wolfson Scholar y Candidata a Doctora en Antropología en UCL, autora de Chocolate, Politics and Peace-building: An Ethnography of the Peace Community of San José de Apartadó, Colombia (Palgrave Macmillan 2018) y productora del documental etnográfico Chocolate de Paz (2016).

Andrei Gómez-Suárez es cofundador de Rodeemos el Diálogo (ReD), Investigador Asociado en Memoria y Reconciliación en Colombia en la Universidad de Bristol, Investigador Honorario en el Instituto de las Americas en UCL, y Consultor Senior para Positive Negatives. Es autor de  Genocide, Geopolitics and Transnational Networks: a Con-textualisation of the destruction of the Unión Patriótica in Colombia (Routledge, 2015) y El Triunfo del No (Ícono, 2016).


Nota sobre la traducción: este texto originalmente publicado en inglés fue traducido por Jorge Varela, miembro de ReD y Candidato a Doctor en Historia de UCL. Los errores son responsabilidad exclusiva de los autores.

Los líderes, nuestros superhéroes

11 de julio de 2018

Oriana Soler y Camilo Villarreal

Imagen 1.pngComo Los Increíbles, los líderes enmascarados protegiendo su identidad.

¿Cuantos ya vieron la nueva entrega de Los Increíbles? Muchos de los “centennials” crecimos con las películas de Disney Pixar, siguiendo a los personajes en cada entrega de las muchas sagas cinematográficas. Dentro de estas sagas, una de las más esperadas fue la segunda parte de Los Increíbles, que fue estrenada este año tras catorce de espera. Fuimos a verla el miércoles, porque era cine a mitad de precio, y encontramos que además de las cómicas escenas donde un bebé lucha contra un mapache descubriendo sus poderes, esta película lleva un mensaje urgente para la realidad de Colombia.

La película es sobre la reivindicación de los súper, en una sociedad que prefiere el mal a las incomodidades que puede causar la lucha contra él. Se culpa a los líderes por la destrucción de la ciudad, cuando realmente buscan proteger a su comunidad del mal. De ahí se derivan una serie de estigmatizaciones que realmente protegen a los villanos, destruyen a los héroes y muestran cómo el Estado es incapaz de luchar contra los males que afectan a las comunidades. Parece como si Disney hubiera conocido la situación de los líderes sociales en Colombia y hubiera decidido caricaturizarla, incluyendo la persecución policial y el desplazamiento forzado de muchos de ellos.

Estamos ante ese mismo problema: una sociedad que se ha acostumbrado a que le hagan daño y que estigmatiza a quien actúa para evitar que esto siga siendo así. Que prefiere llamar guerrillero a un líder social, antes que escucharlo y reflexionar sobre lo que está pasando en nuestro país. Con medios que no buscan informar con la verdad, sino con la realidad que les conviene a los políticos de turno. Con empresas interesadas en callar líderes y en invisibilizar la lucha de cientos de comunidades. Vivimos en el mundo de Los Increíbles, seguimos hipnotizados por el Roba-pantallas para creer que es mejor un mundo de malos, de mafias, violencia y corrupción, que uno donde haya gente que quiere hacer lo mejor. Gente que trabaja por su comunidad porque le nace y no porque gane algo por hacerlo. La cultura que distingue a los líderes sociales en nuestro país es realmente diferente a la que se ve en la política, tanto central como regional; es una manera diferente de ver el cambio social. Realmente son nuestros superhéroes.

Pero a la fecha van más de trescientos asesinatos de líderes sociales, ocurridos  durante la implementación del Acuerdo de Paz. Y a medida que crecen las cifras, se hacen mayores los temores de que se repita el genocidio de la Unión Patriótica, en un país que no recuerda lo que fue eso. En un país que estigmatizó a los miembros de ese partido, e inclusive a pueblos enteros como fue el caso de Segovia, y hoy no se alarma cuando las Águilas Negras amenazan líderes llamándolos guerrilleros. Mientras tanto, estas retóricas son reafirmadas por el Estado por medio de la persecución a miembros de Marcha Patriótica como Piedad Córdoba y Francisco Toloza. Inclusive por medio de lo que en algún momento se llamó Farcpolítica, que buscaba vincular con actividades ilegales a congresistas de izquierda, equiparándolos con los parapolíticos. Este tipo de procesos se replican hoy contra el senador Alberto Castilla del Polo Democrático Alternativo y el representante indígena Germán Bernardo Carlosama, vinculados, según la Fiscalía, al ELN.

Ahora, ¿dónde está la solución? ¿Será que la reivindicación de nuestros héroes también está en darles cámaras? Muchos líderes mueren siendo invisibles. Luchan por los derechos de su gente y su territorio, pero por fuera de su vereda nadie conoce su nombre ni su rostro. Quizás la solución esté en dedicarnos a estudiar las diferentes luchas que se dan en todo el país y los esfuerzos que hace cada líder social en su territorio. Conocer de cerca los actores amigables a las luchas sociales que ellos llevan, y saber quiénes son los actores determinados a destruirlos. Tenemos que cambiar nuestro ideal de héroe: no puede ser el hacedor de guerra el objeto de nuestra admiración, sino el constructor de paz.

Tenemos que darnos cuenta de que nuestros héroes no son los de las películas. Los verdaderos héroes de nuestra sociedad son los líderes y lideresas sociales y comunitarios. Defensores de derechos humanos, ambientales, de la restitución de tierras, de la población LGBTI+,  lideresas feministas , representantes de indígenas y afros, presidentes de Juntas de Acción Comunal y de Comités Cívicos. Ellos ponen su pecho en riesgo para buscar lo que quieren sus comunidades. Y puede que no tengan uniforme, mucho menos tienen superpoderes; pero tienen una fuerza de convicción comparable a la del mismo Señor Increíble. Se mueven por ideas, por sentimientos de amor y fuerza positiva de cambio. Son desconocidos y misteriosos quizás, muestran lo que algunos queremos ver cambiado en nuestra sociedad y aquello a lo que otros le tienen miedo. Muestran el país que no sólo tiene de todo, sino que es de todos. Pero bien lo dice la canción de Ana y Jaime (compuesta por Nelson Osorio):

“Ricardo sentó a los hombres y les habló con despacio, palabras verde esperanza vestidas de sal y selva. Les dijo la vida es nuestra, también es nuestra la tierra, y las palabras que traigo son semillas también nuestras… Ay, ay, ay, Ricardo murió ese día.”

#LosHeroesenColombiaSiExisten  #LosLideresSonSuperHeroes

 

 

La oposición constructiva

27 de junio de 2018

Sergio Villareal

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Después de la noche del lunes, muchos nos despertamos a descubrir que pasábamos a la oposición oficial. Las esperanzas de otra traición como la de Santos a Uribe fueron enterradas cuando Duque llamó a sus bancadas aliadas a congelar el debate de la JEP.

Ahora nos toca la tarea de ser oposición, y muchos como yo no teníamos todavía  conciencia política la última vez que Uribe tuvo el país bajo su mando. Teníamos 9, 10 y 11 años, y ahora no sabemos cómo reaccionar. Lo claro es que hay tres respuestas comunes a estas circunstancias y tres posibles rutas de acción para que, desde agosto de 2018 hasta agosto de 2022, podamos convivir en esta situación.

La primera forma es una que he llamado “la Roy Barreras”: esta evita completamente pasar a  ser de oposición y busca cómo cambiar su ideología y principios para ser presidente del Senado en alguno de los próximos cuatro años. El senador que una vez fue “La fuerza de la paz” ahora es más bien “La fuerza de la leguleyada” o “La fuerza del oportunismo”, ya que después de haber defendido los acuerdos de paz con las FARC, ha pasado a ser uno de sus mayores detractores; claro, después de saber quién iba a ser presidente. Sin embargo, Roy Barreras no es el único en cometer este pecado: David Barguil dijo que estaba de acuerdo con Santos en los temas de la paz, –en su entrevista con Yamid Amat en Canal Uno–, y después pasó a ser el más valiente escudero del nuevo presidente, Iván Duque, y de sus políticas sobre la paz. También hay otros como Rodrigo Lara, que estuvo del lado del gobierno hasta volverse detractor de la JEP, para luego  volver a apoyarla y después volver a criticarla junto con su partido; y eso fue desde 2017. Sin embargo, para los que no tenemos el estómago para negociar ministerios, hay otras formas de lidiar con la circunstancias.

La segunda forma la he apodado “la forma Uribe”: es la que toman las bancadas que se salen de la sala antes de votar, afectando el quorum decisorio del Congreso en cualquiera de las dos cámaras, y que, cuando no son capaces de esto, sólo se salen para decir que el gobierno es ilegitimo. Estos son los grupos que tienden a mostrar dificultades en aceptar las derrotas, y que excusan sus fallas humanas y sus errores electorales en factores externos tales como los hackers u Odebrecht, ignorando sus propios usos de estas maquinarias. Piensen cómo Zuluaga usó al hacker para sacarle información a Pacho Santos en las primarias del Centro Democrático. O cómo Zuluaga después se reunió con Odebrecht en Brasil junto con Iván Duque y posteriormente fue investigado por ese motivo y hubo que intercambiar favores para sacarlo del lio con el CNE.

La tercera forma es “la forma Mockus”, o la Oposición Constructiva: es una que no gana puestos, no gana gloria, y no mejora sus chances electorales. Es una que no es compatible con el egocentrismo y que no tiene ningún otro fin que ayudar al país. Esta se trata de conseguir acuerdos y compromisos para la creación de un mejor país, nada más. La Oposición Constructiva reúne a dos o más miembros con diferentes opiniones políticas, unos del gobierno, otros de la oposición, y logran que cada uno ceda hasta cierto punto para poder avanzar. Se trata de conseguir una superioridad moral sobre aquellos que están dispuestos a sabotear al gobierno y a no progresar.

Senador Petro: tienes en tus manos ocho millones de votos. Ocho millones de personas que el 17 de junio te dimos nuestro apoyo, ya fuera que ganaras y te hicieras presidente o que perdieras y te volvieras líder de la Oposición. Yo tan solo soy un activista, pero te digo que ya convocaste a una multitud de personas durante la campaña y para después. La decisión es completamente tuya: ¿Cuál de estos caminos vas a tomar? Tu suerte es nuestra suerte.

 

La tragedia de Colombia es tener una sociedad civil vibrante sin capacidad de movilización política: Rodrigo Uprimny

Conversatorio de Paz No. 1 de 2018

24 de enero

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Como un académico que intenta hacer activismo en derechos humanos se definió Rodrigo Uprimny,  el invitado de Rodeemos el Diálogo al primer Conservatorio de 2018 en torno de los avances en la implementación jurídica del Acuerdo con las FARC.

Mecanismo de implementación jurídica del Acuerdo de Paz

Antes es oportuno hacer una reflexión teórica sobre la complejidad y volatilidad que caracteriza  los procesos de paz. Desde el punto de vista jurídico la implementación de los acuerdos de paz es difícil: o bien se adelanta el proceso por vías extrajudiciales para luego dar a lo acordado legitimación jurídica  vía  constituyente, o se opta por  que  el proceso se ajuste al marco constitucional vigente desde el comienzo.

En el acuerdo gobierno-FARC se escogió una vía intermedia:se negoció dentro del marco de la constitución pero se creó a la vez un procedimiento extraordinario de implementación: el fast-track. Éste teníados pilares:

  1. Facultades especiales al Presidente de la República para expedir decretos con fuerza de ley
  2. Un procedimiento especial para tramitar las reformas en menor tiempo de lo ordinario con limitación de la participación del Congreso a la hora de votar los proyectos de modo que lo hiciera en bloque y sin entrar a hacer modificaciones.

El triunfo del No en el plebiscito planteó a la Corte un debate jurídico muy difícil, dado que la refrendación popular era requisito para activar el fast-track. La Corte lo resolvió interpretando que era un proceso de múltiples etapas, de manera que hecha la renegociación del acuerdo, podía pasar al Congreso para su refrendación.

En la renegociación se introdujeron cambios sustantivos; por ejemplo, que el Acuerdo no tuviera per se estatus constitucional, esto fue un golpe duro para las FARC que  veían en ello una garantía de cumplimiento por parte del Estado.

No obstante, la refrendación por parte del Congreso activó el fast-track, la debilidad democrática del acuerdo ha pesado mucho en la forma como la Corte Constitucional ha entendido el fast-track. En ese contexto, declaró inconstitucional la prohibición al Congreso de introducir modificaciones y la obligación de votar en bloque, argumentado que implicaba “una sustitución parcial de la Constitución” al menguarse la capacidad deliberativa del legislativo, en contravención a la separación de poderes. Uprimny no comparte esta apreciación, a su criterio lo ideal sería tener fast-track siempre y para todos los proyectos de ley.

Balance general de la implementación jurídica vía fast track

Comparando con otros acuerdos en el mundo y dada la incertidumbre jurídica que teníamos un año atrás, la implementación del Acuerdo en sus 10 meses arroja un balance positivo. En Colombia, no se percibe así dados los riesgos respecto a lo que pueda pasar con las elecciones y a la violencia en los territorios que se evidencia en el asesinato de desmovilizados y líderes sociales.

Sin embargo, de conformidad con el Instituto Kroc de la Universidad de Notre Dame en los Estados Unidos, instituto encargado de hacer el seguimiento, a diciembre 2017 la implementación va bien.

En términos generales hay 572 disposiciones de las cuales se ha ejecutado el 20%; el resto está pendiente. No obstante, se han hecho reformasfundamentales al acuerdo:

  1. La que crea el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SIVJRNR), crea la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad (CEV), la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UBPD) y que fortalece los programas de reparación.
  2. La que da estatus jurídico al acuerdo; ya no es parte de la constitución, pero tiene fuerza jurídica y es deber de las autoridades implementarlo.
  3. La que permite la incorporación política de las FARC y su tránsito a movimiento político: la FARC (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) que está pendiente de aprobación por la Corte Constitucional.

En cuanto a las leyes que ya se expidieron y están en revisión ante la Corte Constitucional están la Ley Estatutaria de la JEP y El Estatuto de la Oposición.

En cuanto a decretos con fuerza de ley se ha avanzado, más no con la celeridad esperada. Se han expedido 20 decretos: algunos los tumbó la Corte y otros están en proceso de revisión por la misma, como son: el de la CEV yla UBPD.

La JEP

La entrada en vigencia de leyes estatutarias en Colombia está condicionada a la revisión por parte de la Corte Constitucional, que actualmente estudia el proyecto de Ley Estatutaria de la JEP.

Conforme a lo aprobado hasta ahora, algunos de los magistrados ya elegidos para actuar como tales tendrían una inhabilidad o prohibición por haber litigado en casos de derechos humanos contra el estado colombiano. Para Uprimny, esta prohibición es inconstitucional dado que se creó con posterioridad a la elección de los magistrados. Adicionalmente, es sustancialmente improcedente excluir del tribunal encargado de cerrar jurídicamente el conflicto evaluando entre otras las violaciones a los derechos humanos, precisamente a los más idóneos para ello. Estima que tal inhabilidad nunca entrará en vigencia.

Uprimny valora que la Corte, contrario a lo que algunos consideraban inadmisible por sustituir la constitución, haya validado la creación de la JEP para cerrar el conflicto y la aplicación de penas alternativas. A la vez señala que por su afán de ser árbitro y dar gusto a diferentes actores la Corte ha incurrido en varios errores:

  1. Respecto de las FARC; aceptar que podían participar en política aun cuando hubieran cometido crímenes internacionales -de guerra y de lesa humanidad. La JEP se encargará de armonizar esta participación con el cumplimiento de las penas.
  2. Respecto de los militares, aceptando una propuesta de regulación de la responsabilidad del mando que no es compatible con el derecho internacional y dificulta imputar responsabilidades a altos mandos por acciones de sus subordinados. Este fue uno de los puntos criticados por la Fiscal de la CPI.
  3. En relación con los empresarios y terceros en general, dejando sin piso la obligatoriedad de acudir a la JEP, argumentando que esa jurisdicción era violatoria del principio del juez natural. Uprimny no comparte este argumento pues de ser así toda la JEP sería improcedente.

Teniendo en cuenta que esta jurisdicción deberá hacer un cierre jurídico integral del conflicto armado, lo ideal hubiera sido que (1) no se limitara a las FARC, sino que incluyera a todos los participantes —agentes de la fuerza pública, guerrilleros, paramilitares, y terceros. Sin embargo, este punto fue modificado en la renegociación del acuerdo en el sentido de hacer más difícil involucrar a terceros y limitarla solo a quienes participaron de manera activa y determinante. Posteriormente, la Corte tumbó la obligatoriedad de la JEP respecto de terceros. (2) que las sentencias de la JEP fueranautónomas y no estuviera supeditadas a revisión. Sin embargo, esta posición generó fuerte rechazo en los círculos jurídicos y en la propia Corte que vio en ella una violación de la supremacía de la Constitución. En consecuencia los recursos de tutela que se presenten ante la JEP podrán ser revisados por la Corte Constitucional.

Circunscripciones Especiales de Paz

Estas circunscripciones pensadas para territorios fuertemente victimizados están en el limbo por la objeción en el Congreso con el argumento que las Farc están encubiertas detrás de ellas. Cuando se discutieron ya se había terminado el fast-track y se había roto la unidad nacional por parte de Cambio Radical, lo cual complicaba toda acción.

Se hizo una primera votación que no obtuvo la mayoría absoluta que requería por constituir reforma constitucional. Se votó de nuevo y obtuvo 50 votos a favor dando lugar a un debate matemático en torno a lo que constituye mayoría absoluta en un senado con 102 curules. En principio se dijo que se hundía por falta de mayoría, pero el senador Roy Barreras argumentó que las 3 curules de senadores detenidos no podían ser reemplazadas de modo que en la práctica sí se había obtenido la mayoría. Sin embargo, el debate está vivo dado que se introdujeron otras interpretaciones en torno a la mayoría absoluta de 99. Se presentó una tutela, vino la vacancia judicial y al regreso el presidente del Senado presentó una apelación sobre el asunto que se encuentra ante el Consejo de Estado, lo lógico es que confirme la decisión del Tribunal Administrativo de Cundinamarca que exigió al Senado continuar el trámite.

Para Uprimny, del debate meramente jurídico se pasará a uno político de modo que si el Consejo de Estado confirma la decisión del Tribunal, el presidente del Senado tendrá que cumplirla, pero por razones de tiempo antes de marzo no tendremos las circunscripciones. Lo ideal es que se corrijan los aspectos controversiales de las circunscripciones y que se tengan unas elecciones atípicas.

Evaluación del desempeño de la Corte y su capacidad de respuesta antes del cambio de gobierno

A la Corte ingresaron recientemente 5 magistrados nuevos por lo que es difícil prever cual será la orientación de las nuevas decisiones. Sin embargo mirando los precedentes se intuye que seguirá en la línea intermedia de normalizar lo excepcional en el sentido de ir encauzando el acuerdo por el proceso ordinario.

Afortunadamente los temas más sensibles como el SIVJRNR, el estatus jurídico del acuerdo y la reincorporación política de las Farc ya fueron aprobados. El test que viene ahora para la Corte será la revisión de la Ley Estatutaria de la JEP y de la Ley de Amnistía. En la Ley Estatutaria de la JEP hay 3 puntos sensibles respecto de los cuales se espera que la actuación de la corte constitucional consista en:

  • Dejar sin piso las inhabilidades de los magistrados.
  • Moderar la ley estatutaria de manera que si bien la JEP no puede obligar a terceros a comparecer ante ella, sí pueda documentar casos contra terceros y remitirlos a la justicia ordinaria cuando considere. Esto ayudaría a incentivar la comparecencia voluntaria de terceros.
  • Fijar una lectura diferente frente a un tema tan sensible como lo es el de la violencia sexual contra menores que fue excluida masivamente por el Congreso de la posibilidad de penas alternativas de la JEP y en consecuencia deberá tener las penas ordinarias del código penal. Uprimny considera que esto es un error por cuanto no solo contradice el acuerdo sino que desestructura por completo la razón de ser de la JEP. Precisamente se buscaba que las personas pudieran acudir ante esta instancia para dar su narrativa de todos los crímenes en que hubieran participado bajo el entendido de que recibirían una pena alternativa. Al excluir un crimen como la violencia sexual, no sólo se rompe la estructura y se genera una dificultad práctica a la hora de aplicar las penas:- matar un menor, pena alternativa y forzar un aborto, pena ordinaria- sino que se desincentiva el que se cuente la verdad de estos delitos.

Sabiendo que ya no hay fast-track y que hay temas pendientes, se espera que el gobierno Santos realice la implementación jurídica por medios ordinarios y mensajes de urgencia del ejecutivo al Congreso. Estos últimos están previstos en la Constitución para la presentación de leyes prioritarias, y discusión en sesiones conjuntas de las comisiones de Cámara y Senado, lo que agiliza el trámite considerablemente.

Si el Gobierno tiene apoyo político, prácticamente podría sacar en los próximos meses toda la legislación que falta.Sin embargo, el gran problema del acuerdo de paz ha sido el déficit de legitimidad que ha tenido en una sociedad polarizada. No obstante que desde el punto de vista jurídico la Corte avaló el fast-track y el acuerdo está blindado, no se han trabajado mecanismos para dar fuerza popular a los acuerdos. Se recomendó al Gobierno establecer cabildos abiertos a lo largo del país que manifestaran su apoyo a la paz pero finalmente no se hicieron de manera que serán las elecciones las que legitimen políticamente el acuerdo.

Impacto de la ausencia de las AUC en la JEP

En opinión del Uprimny aunque la mayor parte de paramilitares ya definió su situación jurídica a través de Justicia y Paz, los paramilitares podrían concurrir voluntariamente ante la JEP. Igualmente la Comisión de la Verdad puede convocarlos para que se conozca la verdad del paramilitarismo

Relación del derecho, el cambio social y el papel político del juez

Uprimny cree que en Colombia es positivo que los jueces se involucren moderadamenteen influenciar el cambio social, de manera que ayuden a garantizar derechos que están en la constitución cuando los órganos políticos no lo hacen. Ve con buenos ojos que la Corte y algunos jueces no teman hacer avances en temas sensibles como por ejemplo el matrimonio igualitario y la interrupción del embarazo aunque lo deseable sería que se hiciera por la vía legislativa para darle legitimidad democrática.

Retos de la JEP, la CEV y la UBPD en los meses previos a las elecciones

En la JEP y la CEV hay representación de diversos sectores y equilibrio entre academia, narrativas periodísticas, género, representatividad étnica y de las regiones. Sin embargo preocupa el funcionamiento de la JEP por su estructura y número de magistrados —3 salas, 1 Tribunal con 4 secciones, 38 magistrados— por lo que se espera que los magistrados entiendan la grandeza de su labor y puedan trabajar en equipo.

Adicionalmente a la función de esclarecimiento fáctico de la verdad, la CEV tiene una función muy importante de construcción de convivencia y garantía de no repetición. En sintonía con esto la comisión debería centrar su labor inicial en la creación a corto plazo de escenarios de reconciliación, la promoción del acercamiento entre distintos grupos de víctimas, y de vÍctimas con victimarios, especialmente en las regiones.

Respecto de la sincronización entre la JEP y la CEV se debatió bastante si se debería priorizar la verdad o la judicialización pero finalmente el acuerdo no fue claro al respecto de modo que arrancaron simultáneamente, pero la CEV avanzará con mayor celeridad por cuanto tiene menos integrantes y es menos formal.

Disponibilidad y capacidad del estado colombiano para absorber los conocimientos de la sociedad civil para la implementación de la paz

La tragedia de Colombia es tener una sociedad civil vibrante sin capacidad de movilización política. La movilización por la paz por ejemplo, duró poco y no convocó masivamente a los colombianos. El Estado tiene instancias distintas de receptividad y ésta también varía entre instituciones.

Blindaje jurídico del Acuerdo y reconocimiento internacional

En principio el Acuerdo podía tener estatus internacional como Acuerdo Especial (AE)acompañado de una declaración presidencial. En el Derecho Internacional hay un limbo jurídico sobre los acuerdos de paz entre un estado y un grupo alzado en armas al cual no se le haya reconocido beligerancia y por ende no sea sujeto de derecho internacional. Tales acuerdos no clasifican como tratados pero a la vez es deseable como garantía de cumplimiento que tengan alguna fuerza jurídica. En el caso del acuerdo con las Farc ha hecho carrera la idea de considerarlo un AE conforme al DIH, pero con la salvedad de que ello no lo incorpora automáticamente a la constitución como erróneamente se argumentó por el fiscal Montealegre y Álvaro Leyva.

Los AEs son los que se suscriben para disminuir los sufrimientos de la guerra y cumplir mejor el DIH. Algunos argumentan que un acuerdo de paz no puede ser considerando AE porque precisamente este último se refiere a cómo conducir la guerra y mientras que el acuerdo de paz es sobre cómo acabarla. Uprimny alega que precisamente la mejor manera de acabar los sufrimientos de la guerra es acabar la guerra y en ese sentido si podríamos considerar el acuerdo de fin del conflicto como un AE.

Debido a que el estatus jurídico de un AE ante el Derecho Internacional no es claro del todo, se han discutido argumentos en el sentido de que una declaración unilateral también podría comprometer internacionalmente la responsabilidad del estado colombiano. La Corte Internacional de Justicia ha desarrollado toda una teoría de los Actos Jurídicos Unilaterales como fuente de Derecho Internacional y en ese contexto sería válido el argumento en favor de la fuerza jurídica del Acuerdo, lo cual es de vital importancia. No obstante reconoce que el problema real radica en la aplicación en la práctica, pues no es un asunto meramente jurídico sino político.

Si bien es cierto que el Acuerdo no se puede deshacer, ante la incertidumbre de las elecciones presidenciales sí existe el riesgo de que la implementación sea asfixiada y que en lugar de una paz con posibilidades de transformación social nos quedemos con una paz mínima, lo que seguramente desincentivará el interés del ELN en un acuerdo.

En concepto de Uprimny, el Gobierno debería hacer más política en lugar de aferrarse tanto a lo jurídico, no porque el derecho no sea importante, sino porque la paz se blinda en la medida en que haya mayor movilización política a su favor.

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Seguridad y responsabilidad  del Estado

La garantía de seguridad es un asunto crucial para el sostenimiento de la paz y el  fortalecimiento democrático. Un proceso de paz que no garantice la seguridad a los reintegrados está condenado al fracaso. En el acuerdo hay muchos puntos referentes a la seguridad que ya se han implementado como los mecanismos de protección y la Unidad de Desmantelamiento para investigar y sancionar el paramilitarismo.

Frente al asesinato de reinsertados y líderes sociales conviene generar presión para que los líderes políticos envíen un mensaje en el sentido de condenar todo crimen contra líderes sociales y militantes de cualquier partido. Uprinmy no cree que haya un plan nacional de exterminio, pero sin duda el ambiente político sí genera a nivel regional reacciones sistemáticas.

Reparación, Justicia y Verdad para las víctimas: avances y expectativas frente al acuerdo

Este acuerdo comparado con otros acuerdos en el mundo representa un gran avance en cuanto a los derechos de las víctimas. Respecto de la reparación, el acuerdo fortaleció y dio más coherencia a los procesos de reparación administrativa que ya existían y muchas víctimas han sido ya reparadas o se han iniciado los procesos. No obstante se prevé que por la restricción fiscal que enfrenta el país actualmente, las reparaciones materiales no serán tan vigorosas como se quisiera. Lo deseable es que el Gobierno amortigüe la situación con una política consistente y sostenible que armonice las políticas fiscales con políticas sociales de erradicación de la pobreza, derechos sociales y políticas de justicia.

Sin duda el acuerdo logró equilibrar los derechos de las víctimas con la posibilidad de una paz negociada. Respecto al esclarecimiento de la verdad, Uprimny no espera resultados rápidos salvo que la CEV opte por permitir el esclarecimiento de casos individuales. Aún no ha manifestado cómo manejará la relación entre narrativa y casos individuales, pero eventualmente podría dar la verdad a las víctimas en casos concretos sin tener que esperar los tres años de plazo que tiene para su informe.

Resaltóla contribución a la verdad por parte de la UBPD. Esta unidad es la menos controversial y tiene un rol humanitario crucial: aclarar a las familias de personas declaradas desaparecidas (desparecidos forzados y todo aquel perdido en el conflicto) la verdad sobre lo que sucedió y facilitar el proceso de duelo

En cuanto a la justicia, en la JEP hay tres salas que van a recibir una carga fuerte de trabajo. De la Sala de Amnistía e Indultos y la Sala de Situaciones Jurídicas se prevé que tendrá decisiones en el corto plazo pero no son de relevancia para las víctimas. La Sala de Reconocimiento sí compete directamente a los intereses de las víctimas. A ésta llegarán todos los casos, y deberá recomendar al Tribunal la aplicación de sanciones alternativas, o acusar crímenes de lesa humanidad. Desafortunadamente los informes de esta sala tomarán más tiempo por lo que algunos han recomendado, a excombatientes que saben que tendrán que responder por delitos de lesa humanidad, que pidan a la JEP ir cumpliendo sentencia antes de ser condenados como muestra de compromiso con la paz. Esto daría un gran mensaje a las víctimas y podría tener un impacto positivo en la popularidad de la Farc.

A manera de conclusión

El conversatorio con Rodrigo Uprimny dejó 3 mensajes contundentes que representan retos para Rodeemos el Diálogo y la sociedad colombiana:

  1. Falta movilización social por la Paz.
  2. Es importante que todos los colombianos comprendan la implementación para defender lo que se ha logrado hasta ahora.
  3. Es necesario actuar políticamente.