Desayuno de Paz No. 21 de 2016

Invitado: Pedro Arenas, consultor de Indepaz

Tema: Posibilidades para la coca y la paz

Bogotá, 25 de junio

¿Va a ser posible desmontar el narcotráfico? ¿Cómo es la relación del narcotráfico con otras economías? ¿Cuál es el papel de los planes de desarrollo en relación con la coca y el narcotráfico? Son algunas de las preguntas que enuncian en esta ocasión los asistentes, en el momento de la presentación individual acostumbrada al iniciar cada desayuno de paz.

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De Raspachín a Director de Observatorio de Cultivos Declarados Ilícitos

Pedro José Arenas es de Puerto Lleras, sur del Meta. Su experiencia como raspachín en la adolescencia, su participación en cargos populares en el Guaviare, así como el haber hecho parte de los movimientos de campesinos cocaleros de los 90, le han permitido tener  la comprensión y el conocimiento directo de cómo funciona el mundo de los campesinos recolectores de coca. Desde allí ha trabajado por los derechos agrarios cocaleros y por mejorar las políticas de narcóticos. Actualmente trabaja con Indepaz, en el Observatorio de Cultivos y Cultivadores Declarados Ilícitos de Colombia, y participa en la en la Red internacional que promueve cambios en las políticas de drogas.

El Problema no son los Acuerdos

Con una voz calmada y paciente nos invita a reflexionar sobre la coca y la paz, mostrando el gran obstáculo que sigue teniendo el ámbito de la ilegalidad del cultivo de la hoja. El problema no son los acuerdos, dice de manera contundente, pues el cuarto punto cumple las expectativas y está bien articulado con el primero, aunque lamenta que no se haya incluido la suspensión inmediata de las fumigaciones, algo que habían pedido las FARC. El problema con el acuerdo está en la letra menuda, que continúa invitando a la sustitución voluntaria y concertada de los cultivos para que los campesinos puedan acceder al apoyo del Gobierno; sin embargo con esta condición, se convierte en una sustitución forzada. La ilegalidad parece así un círculo vicioso, ya que para recibir apoyo e inversión se debe salir de la ilegalidad, pero para salir se necesita haber garantizado otras formas de subsistencia que no dan espera a que se erradiquen los cultivos. Por esto, insiste en que hay que escuchar más a las comunidades y avanzar en buscar cómo sacar de la “criminalidad” a familias que por necesidad de supervivencia son cultivadoras.

“El problema no son las fábricas”, dice uno de los invitados, “el problema son los mercados”, porque mientras ellos existan siempre va a haber producción. Esta es una de las grandes limitaciones que tiene el acuerdo, dice Pedro; y en general las políticas anti-drogas, pues en el mundo los mercados están en aumento y su abastecimiento responde a una dinámica de producción de la región andina, que incluye principalmente a Colombia, Perú y Bolivia y que, en  las últimas décadas, ha aportado una cantidad de producto constante.

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La relación de las FARC con el narcotráfico

¿Cómo es la relación de las FARC con las comunidades por el narcotráfico?, pregunta otro asistente. Pedro nos recuerda  que en Colombia las guerrillas surgieron primero que el narcotráfico y sólo a finales de los 70 y comienzos de los 80 se unieron a esta economía después de un debate interno; y lo hicieron con el argumento de que era parte de las economías campesinas: cuando en la Macarena las FARC empezaron a cortar las plantas de coca, los campesinos ofrecían cortarlas si les garantizaban  la compra de otros productos como el fríjol. Las FARC fueron aprovechando los vacíos que tenía el Estados en muchas zonas, incluso asumiendo la autoridad para exigir que se les pagara a los trabajadores, o para resolver problemas de linderos, entre otros asuntos. En el acuerdo de La Habana sobre el punto 4, se reconoció que las FARC sí participaron y obtuvieron rentas de esta economía, en función del delito de rebelión: es decir no para el enriquecimiento personal sino para el funcionamiento de la organización.

Las comunidades y el cultivo de coca

Se hace la pregunta por el beneficio que tendrán las comunidades al desmontar esta economía. Pedro anota que el fortalecimiento y la expansión del cultivo de coca respondieron también a las políticas agrarias que no protegían –ni protegen- la agricultura lícita de los pequeños cultivadores.  Desaparecieron las instituciones del Estado que fomentaban estas economías, como el IDEMA (Instituto de Mercadeo Agropecuario), el INCORA, para la reforma agraria, el DRI (Desarrollo rural integral), o instituciones para la creación de distritos de riego. A finales de los 90 con la apertura económica del gobierno de Gaviria, empezó a decaer la producción agrícola. ¿Cómo incentivar entonces la sustitución de los cultivos, si el Presidente dice que no se va a afectar el modelo de desarrollo?, pregunta Pedro.

Soluciones: legalización, descriminalización del cultivo

La conversación suscitaba muchas preguntas: ¿no sería más sencilla la legalización? Pregunta el moderador. Pedro comenta que quizás el camino más viable para afrontar todos estos problemas sea pensar en la sustitución de los usos y la regulación de los mercados, no en la sustitución de los cultivos. Pero en Colombia necesitamos un cambio cultural que nos permita mirar la coca como la planta con sus diversas posibilidades, no como cocaína. Abrir otros mercados para la coca va a ser necesario.

Otra preocupación surge entre los presentes: el narcotráfico y la violencia están relacionados y puede que ésta se recrudezca. La respuesta nos lleva nuevamente a la idea antes expuesta: es necesario ofrecer soluciones reales a los campesinos, afros e indígenas a través de políticas agrarias que los protejan. También sería necesario pensar de otra forma las políticas de drogas, pues no pueden seguir teniendo una visión nacional de conteos por héctareas, ni criminalizando solo a las personas que cultivan, sin atender el contexto completo con el que se mueve el mercado.

Cerca del mediodía, nuevamente una voz calmada y sensata nos invita a pensar en la importancia que tiene el acuerdo, y asumir que el proceso de paz para ser un punto de partida y no el final. Un punto en el cual todo está por hacerse y en el que es cada vez más necesaria la participación de todos los colombianos. Llegó el momento de la sociedad civil. Ahora tenemos que pensar cómo vamos a llevar todas estas propuestas y reflexiones también  hasta los territorios.

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Autor: Pedro José Arenas