Desayuno de paz No. 43 de 2016
Invitada: Esperanza Hernández Delgado (Profesora Universidad de la Salle)
Tema: La construcción de paz
10 de diciembre
Esperanza Hernández es investigadora en temas relacionados con la construcción de paz y ha escrito libros sobre la resistencia civil no violenta, tanto en Colombia como en América Latina. Ha publicado también experiencias de mediación del conflicto armado en Colombia.
El concepto de paz imperfecta
Esperanza nos recuerda que los estudios de paz empiezan después de la segunda guerra mundial, pero sólo desde 1992 existe la disciplina de la construcción de paz. En el tema de la paz hemos pasado por tres conceptualizaciones distintas. 1) La paz minimalista: la paz como ausencia de guerra. 2) La paz maximalista: la paz como justicia social y ausencia de violencia, la visión más amplia y utópica. 3) La paz imperfecta: el concepto nace en 1998 en Granada, en el Instituto Universitario de la Paz y los Conflictos, y su autor fue Francisco Muñoz. Este es el enfoque más propositivo, y asume que la paz es un proceso inacabado y perfectible. Admite la complejidad de los conflictos y que sigue habiendo violencia estructural. Se fundamenta en la resolución pacífica de los conflictos y en un optimismo inteligente.
En Colombia podríamos aplicar el concepto de paz imperfecta, ya que tiene varias implicaciones teóricas importantes. Por ejemplo, implica un cambio de “chip” que nos invita a reconocer a Colombia a partir de sus experiencias de paz y no de guerra; invita también a subrayar la importancia del empoderamiento pacifista.
Resistencia civil
Las más auténticas experiencias de construcción de paz se dan por medio de la resistencia civil, que tiene tres características: 1) es una acción colectiva; 2) tiene origen en la base social, es decir, surge de la gente; y 3) no admite el uso de la violencia.
Las primeras de estas resistencias en Colombia se dieron en los pueblos indígenas y afro contra la colonización. En los últimos años hemos presenciado muchas de estas resistencia: resistencias de las víctimas, resistencia de los indígenas, por ejemplo en el Cauca; resistencias de negritudes, por ejemplo el caso de Cocomacia en 1982 en el Chocó; resistencias campesinas como las de San José de Apartadó o la de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC); resistencia de mujeres, como la de la OFP, Amor de Mujeres o Tejedoras de Vida del Putumayo; o grupos de hombres, como los objetores de conciencia.
La experiencia de la ATCC
En las orillas del Río Carare viven unas 7.000 familias, y la mayoría de ellas llegó del Chocó huyendo de la pobreza. En estas comunidades el color de la piel nunca ha sido un problema, como tampoco lo ha sido la religión (hay cuatro diferentes iglesias en la zona).
En los años 70 llegan las Farc a la región y se ganan la simpatía de las comunidades; de ahí nacen dos frentes. Con la posterior llegada del ejército empieza a agudizarse el conflicto, cuyo blanco son los campesinos; ajusticiados por ambos bandos, ellos recuerdan esa época como la de “la ley del silencio”. Con la llegada de los paramilitares y su alianza con el ejército, escaló aún más el conflicto. El ejército le dio a la comunidad cuatro alternativas: irse con la guerrilla, unirse al ejército, abandonar la zona o morir.
A este ultimátum la comunidad respondió con un intento de frenar la violencia a través del diálogo con los grupos armados, y unos 30 campesinos decidieron salir por el río a buscar a los actores del conflicto para realizar acuerdos. Poco a poco más campesinos se unieron a esta iniciativa basada en una metodología propia que incluía diálogos públicos, acuerdos firmados y oraciones colectivas con los actores.
Cuando el movimiento se veía fortalecido, una coalición de paramilitares, empresarios y políticos de la zona mataron a todos sus líderes, incluyendo a Silvia Duzán, quien se encontraba realizando un documental en la zona. Los victimarios pensaron que matando a los líderes la lucha iba a desaparecer, pero la respuesta fue seguir luchando. Hoy la comunidad ha logrado acabar con la violencia armada en su territorio. Sin embargo, la resistencia ahora es contra la violencia estructural: la lucha es por lograr inversiones públicas para eliminar la pobreza y la exclusión.
La importancia de la mediación
En Colombia, desde 30 años antes de la constitución del 91, los indígenas ya hacían mediación; por eso la mediación es parte del patrimonio de paz del país. Durante el Gobierno de Álvaro Uribe se prohibió hacer cualquier tipo de mediación con grupos armados sin previa autorización del gobierno; sin embargo, las mediaciones siguen existiendo.
Estas experiencias nos han enseñado mucho. Para los indígenas un mediador debe cumplir tres condiciones: ser reconocido por la comunidad, ser una persona que ama la vida y ser una persona sencilla. Esto contrasta con la visión de occidente que piensa que el mediador debe ser un tercero neutral, mientras que aquí el mediador es parte de la comunidad y puede incluso ser víctima.
Concluyendo, nos dice Esperanza, la paz es imperfecta y todo está por construir. No hay ni paz ni igualdad absolutas, pero sí existe el compromiso de resolver los conflictos pacíficamente.