Desayuno de Paz No. 26 de 2016

Invitada: María Eugenia Gómez de Antequera

Tema: La paz y la resiliencia empiezan en familia

Agosto 6, Bogotá

Era el desayuno No. 26 del año y muchos de los asistentes nos mostrábamos ansiosos por la información que recibiríamos en este desayuno de paz. No era para menos, pues en esta ocasión contaríamos con la historia de vida de María Eugenia Gómez de Antequera, quien fue esposa del dirigente de la Unión Patriótica José Antequera, asesinado en marzo de 1989. María Eugenia nos habló sobre la familia y la reconciliación.

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Historia de una generación

María Eugenia afirmó que estaba nerviosa, pero habló sin tabús y sin eufemismos. Va a cumplir 65 años dentro de poco y mencionar su edad fue la puerta que se abrió para hablar de cómo conoció a José Antequera en medio de una coyuntura importante para los movimientos sociales colombianos, especialmente el estudiantil. En los años sesenta, cuando apenas era una estudiante de sociología de 18 años, lo conoció. En esta época se estaba empezando a gestar un movimiento estudiantil intelectual en todo el país. Esta fue una generación comprometida y María Eugenia no dudó en decir que se sentía orgullosa de haber empezado ese movimiento.

Para esta época tan importante, Barranquilla, además de ser el lugar en el que vivió con Antequera, también fue el lugar en el que aprovecharon para crear grupos de estudio. Leían, trataban de incluir gente joven para construir paz y había juventudes conservadoras con las que se podía dialogar. Con tristeza, afirma que esta generación fue eliminada.

La creación y el exterminio de la Unión Patriótica

Después del auge del movimiento estudiantil, José Antequera tuvo la iniciativa de crear la Unión Patriótica (UP) como movimiento político. La UP quería darle participación política a diferentes movimientos y actores de la izquierda colombiana. Sin embargo, el país no estaba preparado para esta apertura democrática, pues la UP fue eliminada sistemáticamente.

María Eugenia afirma que el caso de la Unión Patriótica ha permanecido en la total impunidad y señala: “Algunos tuvimos la suerte de sobrevivir, pero no quiero decir que no haya sentido el exterminio. Me siento con un orgullo doloroso, a pesar de todo esto nunca he creído en la venganza. Todos tenemos derecho a estar en paz”. Uno de los asistentes de este desayuno afirmó que la construcción histórica que él tenía de este acontecimiento era lo que los medios habían informado, en que señalaban que el exterminio de la Unión Patriótica era “justificado” y los perpetradores héroes de la patria.

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La familia como base de construcción de paz

La apuesta que tenían los integrantes de este movimiento estudiantil era tener hijos para que las generaciones que nacieran se educaran para construir paz. Para este movimiento, era todo un goce de la vida porque estaban construyendo paz, no solo entre los que la querían, sino que también se dialogaba con otros sectores de la sociedad.

El plan que tenían tanto José Antequera como María Eugenia era tener hijos para la paz, y tuvieron a Erika y a José. Lastimosamente, pudieron compartir muy poco en familia. Cuando Erika tenía 9 años y José 4 años, asesinaron a su padre, José Antequera, en el aeropuerto El Dorado el 3 de marzo de 1989.

María Eugenia nos contó que el día que mataron a José Antequera, ella cogió a sus hijos de la mano, los sentó en frente y les dijo: su padre está muerto. Con seguridad, comentó en el desayuno que no tenía por qué esconder la verdad a sus hijos y ellos tenían que estar presentes en todos los eventos de la muerte de su padre. Además, tomó la decisión de no borrar el apellido de Antequera de su propio nombre, para que el mundo supiera que él existió.

Levantar una familia sola no fue nada fácil. Si bien tenía que sanar el dolor de la muerte de su compañero y estar con sus hijos, el proceso de superar la muerte de Antequera duró 15 años; ella era evasiva y no quería participar de muchos eventos. Afirmó que en los eventos era reconocida, pero que tenía la necesidad de huir de los espacios sociales y evitar la interacción. Sin embargo, con la ayuda psicosocial de profesionales, ella comprendió por qué le costaba tanto esfuerzo hablar de lo sucedido y expresarse como lo hizo en el desayuno.

El juego con sus hijos también tomó un papel fundamental para lograr la familia de paz. Se inventó un juego con sus hijos que se llamó Charlas con Mary. Estos juegos se hacían los sábados después del desayuno y se utilizaban todas las herramientas domésticas. Sus hijos podían expresarse de la manera que quisieran y podían estar acompañados de amigos si querían. Estas charlas fortalecían los lazos y permitían que todos expresaran todo lo que les dolía. María Eugenia afirmó que en una ocasión su hija le preguntó por qué se había muerto el papá y no ella; que su hijo le preguntaba sobre el color de labial que tanto le gustaba. En estas charlas no había cabida para odios o venganza.

María Eugenia no simpatiza con la palabra perdón, y prefiere la palabra comprensión. María Eugenia es símbolo de fortaleza y resiliencia, y afirma que junto a su compañero hizo bien en educar a sus hijos lejos de la venganza y en pro de la paz, pues su hijo, José Antequera, está nominado como Nobel de Paz.

El piano por cargar

El desayuno fue intergeneracional, por tanto, María Eugenia y varios asistentes insistieron en tratar la responsabilidad que tienen las nuevas generaciones para evitar todo lo que pasó. María Eugenia señaló que las generaciones antiguas llevan cargando un piano pesado, que es la guerra. Las nuevas generaciones deben aprender que esa guerra no tiene ganadores ni perdedores y que el dolor se acomoda más que la pobreza. Además, señaló que hay una manera de crear un cambio social sin que sea implícita la violencia.

Defiende este proceso de paz porque confía en las partes, de lo contrario no podría caminar hacia delante. Por tanto, ella invita a la reflexión cuando se le hace la crítica a este proceso de ser “paz con impunidad”.