Desayuno de Paz No. 9 de 2016.

Serie sobre Diversidades y Construcción de Paz

Invitado: Benjamín Jacanamijoy – Uaira Uaua, artista de la comunidad Inga

Bogotá, 2 de abril

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Enchumbando el diálogo

Benjamín viene del Valle del Sibundoy (que significa el sol), en el Putumayo, zona de taitas, yagé y curanderismo indígena a partir de plantas medicinales. Basado en su experiencia, orientó el diálogo hacia tres temas: el yagé y su relación con el conflicto, el arte de contar la propia historia, “el vivir bien” y el “pensar bonito” (ser bueno) , entendido como aprendizaje vital heredado de sus ancestros y aprendido en la interacción con su comunidad.

El yagé y el conflicto

El Valle de Sibundoy está ubicado en la parte alta de Putumayo, la zona que gracias a su posición geográfica ha sufrido de manera leve los estragos del conflicto armado; el medio Putumayo, donde está Mocoa, la capital, es también calmado. En la parte baja, el clima permite la siembra de coca; con las fumigaciones a las plantaciones hubo desplazamientos. Además, una zona del Valle estuvo bajo la influencia del Mono Jojoy, guerrillero de las FARC, quien llamó a un paro armado en el año 1999. Dicho paro involucró amenazas a los miembros de la comunidad Inga de Mano-Santiago, donde nació Benjamín, además saqueos y combates con el ejército amenazaron a sus miembros. La población colona-campesina no obedeció al paro y las FARC aumentaron su presencia allí. Esto llevó a que en el Valle escaseara la comida por tres meses y debieron aprender a alimentarse con unos tubérculos que antes eran sólo usados como comida para los animales. De igual manera, este grupo armado y otros aprovecharon su presencia para reclutar jóvenes ingas. Benjamín dice que en medio de esas dificultades encontraron lo positivo de aprender a sobrevivir de otra manera.

Hay una amplia relación entre el yagé y el “pensar bonito”. El ritual del yagé enseña a pensar bonito: ayuda al Pai Mañá (el corazón que va aprendiendo). Por esto, el yagé sirve como medicina en lo físico y en lo espiritual. El yagé es un elemento importante para el proceso de reintegración de los miembros indígenas que fueron reclutados por distintos grupos armados. Benjamín nos dice que el yagé les hace un llamado a estas personas y les hace entender que lo que ellos hicieron no fue bueno. De igual manera, gracias al yagé, la comunidad perdona y reintegra a los excombatientes Ingas, los cuales son purificados espiritualmente en el ritual. No obstante, la comunidad tiene temor de que algunos excombatientes al volver no sigan por el camino de “pensar bonito”.

Historias Propias y arte

Benjamín considera que las historias propias permiten definir la identidad. A la edad de 5 años empezó a tomar yagé bajo la influencia de su padre, el taita Antonio Jacanamijoy (comedor de curí). Al principio pensaba que todos lo tomaban, luego descubrió que él pertenecía a una familia de taitas. Dos años después, Benjamín fue a vivir con su abuela materna, quien además de tejer y cultivar la chagra, era una gran contadora de historias. Con ella aprendió la tradición del chumbe –un tejido que puede medir de 5 a 10 cm. de ancho por 5 metros de largo, que cuenta historias a través de símbolos y colores y que cumple muchas funciones, entre ellas, dar calor, estabilidad y seguridad al vientre femenino. Generalmente se usa para sostener la cintura de las mujeres o para envolver a los niños con el fin de inscribir en sus cuerpos la rectitud y la buena conducta.

Consciente de la importancia de su tradición, en 1987, Benjamín como estudiante de arte de la Universidad Nacional, empieza a vender los sayos (ponchos) y los chumbes tejidos por su abuela y se interesa en la forma en que éstos cuentan la historia de sus ancestros y de la comunidad. Al ver que no había ningún interés por esto, decidió escribir su primer libro: Chumbe: arte Inga, publicado a principios de los años noventa.

La técnica no fue el único aspecto que Benjamín acercó a su tradición. Benjamín adoptó el nombre artístico de “Uaira Uaua”, palabras quechuas que significan en español “hijo del viento”. Uaira Uraua simboliza también una práctica que los taitas Ingas realizan con cuarzos y con el viento para diagnosticar si un lugar está enfermo. El arte no sólo le permite a Benjamín estar más cerca a su tradición, sino que también le permite ser un intérprete o traductor de su propia cultura.

En el 2015, Benjamín enchumbó (rodeó) con luces LED la Torre Colpatria en la capital de Colombia. Su intención era “enchumbar a don Dinero“, que para él significa el lugar bogotano donde habitan los empresarios y los grandes políticos. Así como los colonizadores pusieron iglesias y cruces para simbolizar su poder, ahora tenemos otros símbolos del poder del dinero. No hace denuncias, al contrario: enchumbar la Torre Colpatria refleja su intención de contar siempre las historias bien tejidas y bien hechas, porque para lo otro están los expertos, nos dice.

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Pensar bonito

Benjamín aplica la historia del pensar bonito con cada experiencia que sucede y la relaciona con las historias propias de su comunidad. Cuenta que su abuela le había regalado un banco, una silla pequeña, a la que alguna vez le cayó una gota de pintura; en vez de pensar que se había averiado, aprovechó y continúo pintándolo. Esta experiencia la tomó en sus enseñanzas a estudiantes en colegios, donde explora la espiritualidad a través del arte.

Su padre quedó huérfano a los 5 años y desde los 15 hasta los 85 años se dedicó al arte de curar: soplar para alejar los malos espíritus y agarrar los buenos. Era un hombre que hablaba poco. Sin embargo, le repetía: suma kawsay, suma yuyai: “vivir bien” y “pensar bonito”. Benjamín no sabía qué responderle, hasta que una vez le dijo: “caminar con el corazón contento”. Hoy, su filosofía de vida es que a través de las experiencias podemos entablar una convivencia con el otro y con los nuestros, pues “es tiempo de familia y de ojos estrellas”. Nos explica que las estrellas son los ojos de nuestros antepasados que nos guiarán hacia el futuro.

Respecto del actual proceso de paz, nos dice que los Ingas siempre han vivido en conflicto, por el despojo de sus tierras desde la colonización, ya que se consideraron baldías. Han tenido que vivir entendiendo al otro y ahora no ve por qué no podrían entenderse, escuchando al otro. El arte le permite contar historias buenas: “Somos los nuevos mayores; la historia pasará a nuestros hijos a través de nosotros”.

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Reflexiones finales 

Al cierre de esta conversación, se resaltan tres reflexiones. En primer lugar, en momentos transicionales la capacidad de resiliencia de la gente también tiene una realidad paralela. En segundo lugar, un llamado a construir nuestra propia historia. Reconstruir la memoria y reconocer la historia propia es importante, y no de manera acrítica, porque allí hay gran potencial para construir paz. Finalmente, la importancia de vivir bien y pensar bonito, y de las historias bien tejidas, que de nuevo nos llevan al valor de la memoria.

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