Murales, conflicto y guerra: Reflexiones preliminares de Bill Rolston Conversatorio de Rodeemos el Diálogo en la Universidad de Los Andes

19 de octubre de  2015

El Profesor Bill Rolston, de la Universidad de Ulster, habló con ReD en la Universidad de Los Andes sobre los murales políticos. Bill, ya jubilado, pasó 35 años dictando cátedra de sociología y justicia transicional. En 1981 comenzaron a interesarle los murales políticos, pues le gustaba la manera como se podía tomar una idea política compleja y hacerla reconocible. Afirma que hay veces que le encanta el arte, aún en casos en que odia la política.

Gran parte de su interés se concentra en su país natal, Irlanda del Norte, pero ha estudiado el arte callejero también en Chile, Gaza, Irán y otros países. El Leverhulme Trust apoya su investigación sobre el arte callejero en Colombia, y ya ha explorado varias ciudades colombianas.

Antes de referirse a imágenes específicas, aclaró que para él los grafiti no son tan importantes como el arte. Para comenzar, es un académico y hay un sesgo en la academia, lo que significa que los académicos buscan declaraciones o mensajes explícitos y es menos probable que se concentren en cosas tales como las etiquetas (“tags”) de los artistas grafiteros. Otro problema es que los “viejos izquierdosos” como él se sienten más cómodos con mensajes explícitos, no indirectos.

Rolston dio ejemplos de murales con mensajes claramente políticos que vio en Bogotá, incluyendo uno con el número de víctimas del desplazamiento forzado y otro con las víctimas de la Unión Patriótica (UP, partido de izquierda), así como varias imágenes dentro y alrededor de la Universidad Nacional. Sin embargo, cuestionó el estilo indígena de la zona de la Candelaria. En cierto sentido esas imágenes se pueden comparar con murales similares, como los que se observan en Toribío.  La diferencia es que en Toribío están enraizados en la zona indígena y con frecuencia son obra de artistas indígenas. La pregunta que surge en cuanto a imágenes indígenas por artistas no indígenas en áreas no indígenas es si son menos auténticas.  Y el peligro es que lo que se refleja en estos últimos murales es su “exotismo” más que su política.

Terminó sus observaciones sobre Bogotá admitiendo que su rechazo de los  grafiti no funciona en esta ciudad. En sus viajes por Colombia tuvo la impresión que los grafiteros y grafiteras de otras ciudades admiran los de Bogotá por su habilidad e ingeniosidad. Al mismo tiempo, piensan que quizás los bogotanos han tenido la vida fácil. Bogotá no sufrió las masacres que se presentaron en muchas áreas donde hay murales. Los grafiteros y grafiteras bogotanos no tienen que pintar con un ojo atento a que aparezcan los paramilitares, como ocurre en algunos otros lugares.

En toda Colombia los artistas callejeros bogotanos tienen la reputación de tener la vida fácil: Bogotá no ha vivido las masacres – y sus artistas hacen política a distancia. Sin embargo, Bogotá es la única ciudad que él conoce en que se haya asesinado a un grafitero. Diego Felipe Becerra  tenía 16 años y fue abatido por un policía que afirmó que pensaba que Diego era un ladrón armado.

Al hablar de Cali, Bill mostró un mural famoso del Museo Libre de Arte Público de Colombia, que mostraba una serie de mujeres desnudas a la entrada de una estación del metro. La diversidad de las mujeres parecía expresar que aunque no todas las mujeres son iguales – “no hay que meterlas todas en un mismo grupo” – sin embargo todas tienen los mismos derechos. Sin embargo, Bill utilizó la oportunidad para señalar cómo a veces los murales pueden convertirse en “ruido blanco”. ¿Cuántas de las 20.000 personas que pasan frente a ese mural cada día captarían el mensaje de diversidad e igualdad de derechos?

Comenzamos Buenaventura con una imagen del espacio humanitario de Puente Nayero. Después de un breve recuento de la historia de este espacio humanitario, Bill mostró un enorme mural que representaba la historia de Buenaventura. De allí pasó a Toribío, diciendo que este es su lugar favorito para el arte callejero. En el pueblo, con sus vínculos con los indígenas Nasa, Bill encontró que los murales indígenas son más políticos, contrastando con el exotismo de Bogotá. Se observaron ejemplos de la resistencia indígena, con el maíz como símbolo principal.

Aunque no se encontraron muchos murales en Mocoa, algunos tenían el apoyo de grupos de derechos humanos de las mujeres. Bill comparó a Mocoa con Barrancabermeja, donde encontró murales con una mayor influencia de la lucha entre los sindicatos y los paramilitares. Pasamos rápidamente por Cartagena, donde hay pocos murales que destacar, y llegamos a Mampuján, donde Bill encontró mensajes políticos relacionados con la violencia paramilitar. Cada ciudad colombiana tiene su propia situación política y sus murales reflejan esa situación específica.

Terminamos en Medellín, con una gran influencia del hip-hop.  Aunque al principio puede parecer una versión más pequeña de Bogotá, es un lugar muy diferente para trabajar. Puesto que persiste un mayor nivel de presencia paramilitar en Medellín, los grafiteros tienen que ser más discretos que en Bogotá. La foto que acompaña este texto es un ejemplo que viene de la Comuna 13, víctima de la Operación Orión.

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A continuación se desató una animada discusión. La primera pregunta fue sobre las similitudes y diferencias entre el arte callejero en Colombia y en Irlanda del Norte. La conclusión de Bill es que cada país es diferente – y que hasta las ciudades de Colombia son diferentes entre sí. El contexto político de cada una determina qué tipo de arte callejero se observa. Un factor común a todos es que con frecuencia los murales políticos se relacionan con la memoria, una característica especialmente pronunciada en Colombia.

Otra pregunta se refirió a su movilidad al interior de Colombia, y Bill elogió la ayuda y el apoyo de los activistas, los grupos de mujeres, las ONG y las víctimas, sin quienes no hubiera podido realizar este proyecto. También hablamos de la relación entre los gobiernos locales y los artistas callejeros, y que tras la muerte de Diego se generó bastante apoyo. Otro asistente se refirió al tono anti-Estados Unidos de los murales en Colombia, a lo que Bill respondió que no había encontrado muchos murales específicamente en contra de Estados Unidos.

Otro participante preguntó: ¿cómo se aprende a “leer murales”? La respuesta de Bill fue sencilla: se aprende de las personas que saben leerlos. Se centra en los símbolos. Por ejemplo, en Gaza el símbolo más común es la llave. Las llaves representan las llaves de los hogares de poblaciones palestinas desplazadas por Israel. La llave representa, entonces, la memoria, la represión y la esperanza de regresar y volver a usarlas.

Otro asistente quería saber si los murales en Irlanda del Norte habían cambiado tras la firma del acuerdo de paz, y si Bill ha percibido cambios en Colombia.  ¿Ha habido un giro hacia el futuro? Aunque en Colombia no ha notado nada así, Bill nos instó a no pensar en términos literales. Los mismos símbolos aparecen durante y después del conflicto, pero su significado se redefine. Dio el ejemplo de Bobby Sands en Irlanda del Norte, cuya imagen se transformó, de “apoye la guerra” a “no hemos abandonado a Bobby Sands, venga con nosotros (al proceso de paz)”.

Tocamos brevemente el tema de los murales que expresan oposición al proceso de paz, o si hay grafiti de derecha. Aunque los grafiti normalmente se asocian con la izquierda, sí se encuentran grafiti de derecha. La línea divisoria entre víctimas y perpetradores no siempre es clara.  A menudo, los perpetradores se sienten, o se han sentido, victimizados de alguna manera. ¿Se les debe permitir poner mensajes en las paredes? En últimas, del conflicto resulta un nuevo tipo de batalla: la batalla por la memoria, por las víctimas, todo ello desarrollándose en los espacios públicos.

Esta idea se profundizó con una pregunta sobre las debilidades del proceso de paz de Irlanda del Norte y cómo podrían relacionarse con Colombia. Quizás la idea de la memoria no se trató tan a fondo durante el proceso de paz, y por esa razón el conflicto persiste. Puede ser, pero Bill cree que generalmente cuando uno se aleja de la guerra, se aproxima a un “meta conflicto”, una guerra en torno a la memoria, un acalorado debate en torno a qué generó el conflicto inicialmente .

Por ende, concluimos que después de la guerra se genera un conflicto sobre las razones del conflicto, y los murales son uno de los medios a través de los cuales se despliega esta disputa.