Nombrar lo innombrable: la Comisión de la Verdad y el arte

Snapshot de la Comisión de la Verdad # 14

La Comisión de la Verdad ha iniciado una serie de encuentros bajo el nombre de Nombrar lo innombrable con diferentes artistas colombianos que han hecho de la reflexión sobre el conflicto armado un eje fundamental de su quehacer. Hasta el día de hoy, se han realizado seis de estos encuentros con invitados que han departido sobre la labor del arte como ejercicio de reconocimiento y de comprensión del conflicto armado.

La Comisión realiza estos encuentros bajo el presupuesto de que el arte ha ejercido en Colombia una función fundamental de resistencia y testimonio sobre los horrores vividos en medio de la violencia. Además, reconoce que el arte, gracias a los lenguajes que utiliza, puede ahondar sobre las condiciones más profundas del ser humano.

Arte y reconocimiento

Los diferentes artistas invitados a la serie Nombrar lo innombrable coincidieron en afirmar que el arte juega un rol fundamental a la hora de brindar espacios de reconocimiento para las víctimas y de comprender las dinámicas del conflicto. 

Doris Salcedo arguye que la función del artista es justamente ir detrás de las huellas dejadas por la violencia sobre las víctimas, de tal manera que puedan ser reconstruidas y así darle inteligibilidad al conflicto. El arte es entonces un medio para reconstruir lo dañado, para dignificar a aquel que perdió o que vio afectada su vida. El escritor Pablo Montoya, por su parte, utiliza la literatura para reflexionar sobre la degradación de los lazos y valores básicos de convivencia en medio las más difíciles condiciones económicas. Esto lo hace a través de una historia sobre la fosa común conocida como La Escombrera, en Medellín, en la que adopta la perspectiva los sectores populares y su relación con las diferentes formas de violencia en que se vieron inmersos. 

En el intento por comprender el conflicto armado, la historia se convierte en la mejor aliada de los artistas entrevistados tanto para comprender sus orígenes como para encontrar antecedentes de resistencia y conciliación. Esta visión histórica es de largo plazo, encontrando en el período colonial un caldo de cultivo de los mayores horrores y de resquicios de esperanza. Pablo Montoya propone la violencia como una herencia del proceso de conquista a través del cual se impusieron los españoles sobre las comunidades amerindias. Este autor encuentra en la literatura del período colonial una exaltación a este proceso de imposición, conformando mitos fundacionales que marcarían la violencia posterior que viviría Colombia.

Por su parte, la actriz Patricia Ariza, antigua militante de la UP, propone en sus distintas obras de teatro una reinterpretación de la famosa Rebelión de los Comuneros de 1781 como un precedente de resistencia.

Las víctimas, el eje de la reflexión

Las víctimas son el punto de encuentro entre la reflexión artística y el conflicto armado. La necesidad de darles voz, de reconocerles y de dignificarlas permea la obra artística de todos los entrevistados. En particular, la obra de Doris Salcedo explora con gran profundidad y desde diferentes perspectivas y momentos históricos el problema de la memoria y el reconocimiento. Salcedo nos habla sobre la ruptura que implica el desplazamiento y la nostalgia por la vida abandonada en su obra “La casa viuda”. En su obra “Plegaria muda”, retoma las ejecuciones extrajudiciales hechas por el ejército colombiano para reflexionar sobre el lugar en la sociedad de los jóvenes asesinados, buscando así rediginificar sus vidas, en contraste con las fosas comunes en las que fueron enterrados. Otros de los temas explorados por la artista incluyen la rotura temporal que implica el asesinato, el recuerdo de las vidas olvidadas, los momentos claves del conflicto, entre otros.

En el caso de la cineasta Laura Mora, su arte es en sí un acto de liberación y catarsis dado que ella misma es víctima del conflicto. Según nos cuenta, la idea de su película Matar a Jesús estuvo intrínsecamente ligada con su historia personal pues su padre fue asesinado en el año 2002. Esta película es un intento por comprender las razones y las condiciones del asesino de su padre. Su testimonio, sin embargo, va mucho más allá y nos permite adentrarnos en los dilemas profundos que enfrentan las víctimas una vez se encontraron frente a frente con el conflicto. Laura nos habla sobre la compleja relación con su ciudad, Medellín, cómo el arte se convirtió en una vía de escape para emprender un viaje hacia Australia, donde viviría un largo tiempo, y cómo la realización de la película la llevó hasta Buenos Aires, la ciudad preferida de su padre, permitiéndole concluir el duelo por su pérdida.


Rodeemos el Diálogo celebra esta iniciativa de la Comisión de la Verdad, pues reconoce el potencial que tiene el arte dentro del proceso de reconocimiento de las víctimas del conflicto armado e invita a la sociedad civil a conocer y apropiarse de este proyecto.