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COVID-19: ¿una ventana de oportunidad para las negociaciones con el ELN?

Por: Gwen Burnyeat y Andrei Gómez-Suarez

¿Podrían las transformaciones globales impulsadas por la pandemia del coronavirus abrir una oportunidad para una futura negociación en Colombia entre el gobierno de Iván Duque y el grupo insurgente del ELN? Los miembros de ReD, Gwen Burnyeat y Andrei Gómez-Suárez, analizan las perspectivas de ambos lados, sus gestos unilaterales recientes, y evalúan las posibilidades y retos para la paz en el contexto actual.

Recientemente se ha especulado mucho que la pandemia COVID-19 podría ofrecer una ventana de oportunidad para reiniciar las negociaciones entre el gobierno de Iván Duque y la última guerrilla insurgente en Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), en guerra contra el gobierno colombiano desde 1964. Estas especulaciones surgen principalmente de dos gestos unilaterales, uno por parte del ELN y otro por parte del gobierno de Duque.

Primero, el 29 de marzo el Alto Comisionado para la Paz del gobierno de Duque, Miguel Ceballos, designó nuevamente a dos antiguos comandantes del ELN, Francisco Galán y Felipe Torres, como “promotores de paz”, un rol dado a miembros o exmiembros de grupos armados que se comprometen a contribuir con su experiencia a preparar el camino para las negociaciones de paz con grupos armados ilegales, mientras el gobierno suspende cualquier proceso legal en su contra por sus acciones en estos grupos. Galán y Torres, quienes renunciaron al ELN y se desmovilizaron hace varios años, habían sido designados previamente por la administración de Juan Manuel Santos (2010-2018) como “promotores de paz”. En enero de 2019, luego de que el ELN detonara un carro bomba en la Academia Nacional de Policía General Santander, matando a 23 personas, Duque había cancelado el nombramiento de todos los promotores de paz, reactivando las órdenes de captura en su contra. Además de Galán y Torres, esto incluyó a Juan Carlos Cuéllar y Eduardo Martínez, miembros activos del ELN, quienes también habían sido designados promotores de paz. Galán y Cuéllar fueron capturados; Martínez y Torres pasaron a la clandestinidad. Galán y Torres eran buscados por una investigación contra todo el Comando Central del ELN (COCE) por un secuestro en 1999, en el cual ellos no participaron porque entonces se encontraban en prisión, pero hasta que esta investigación no sea cerrada formalmente, necesitan el perdón presidencial para caminar libremente.

En segundo lugar, el 30 de marzo, el ELN declaró el cese al fuego unilateral por todo el mes de abril. En su comunicado, el ELN enfatizó que esta decisión respondía al pedido hecho por el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, por un cese al fuego global durante la pandemia del coronavirus, una petición replicada por millones de personas alrededor del mundo, incluyendo funcionarios de las Naciones Unidas en Colombia quienes específicamente han llamado al ELN a cesar hostilidades y aliviar la dimensión humanitaria de la crisis actual.

Ambos gestos unilaterales son esperanzadores. Sin embargo, para ser realistas sobre las posibilidades de nuevas negociaciones entre el gobierno y el ELN, y para entender los retos y oportunidades que estos gestos ofrecen, es necesario considerar las perspectivas de ambos lados. Utilizamos los comunicados públicos de ambos, reuniones a puerta cerrada con actores involucrados en el proceso, y el diálogo público organizado recientemente por Rodeemos el Diálogo con varios expertos sobre las posibilidades de un proceso de paz con el ELN, para tratar de ponernos en los zapatos tanto del gobierno de Duque como del ELN.

Contextualizando las perspectivas de cada lado: “resistencia” versus “legalidad”

Ni el ELN ni el gobierno de Duque son entidades homogéneas. Ambos son ecosistemas complejos, cada uno con sus propias dinámicas internas, narrativas identitarias, equilibrios políticos de poder, e ideas sobre cómo la opinión pública colombiana les percibe. 

El ELN, el grupo insurgente más antiguo de Colombia, con raíces ideológicas en el marxismo y la teología de la liberación, tiene más de 4000 combatientes y ha expandido progresivamente su control geográfico sobre áreas previamente controladas por las FARC. La cohesión del ELN está fundamentada en el compromiso ideológico compartido por numerosas facciones locales con gran diversidad territorial y considerable autonomía. Las decisiones del COCE fluctúan de acuerdo a la interacción dinámica de sus facciones y su posición geográfica, y entre más moderados y quienes le apuestan a una línea más dura. El Quinto Congreso del ELN en 2014 alcanzó un consenso para explorar negociaciones de paz con el gobierno de Santos – una expresión del dominio del ala moderada. A esto le siguió una fase exploratoria, que resultó en el inicio de negociaciones formales en febrero de 2017 en Quito, con el anuncio de una agenda oficial de seis puntos.

Entre octubre de 2017 y enero de 2018, un círculo virtuoso de gestos unilaterales y bilaterales llevaron a un cese al fuego bilateral de cien días, el cual incluyó un mecanismo híbrido de monitoreo compuesto por representantes de la comunidad internacional y la sociedad civil colombiana. Mientras el cese al fuego bilateral fue bienvenido por redes pro paz, dado que aliviaba el sufrimiento humanitario, el ELN y el gobierno sostenían diferentes interpretaciones sobre qué constituía violaciones al cese al fuego, y al final fue imposible extenderlo. Paradójicamente, lo que buscaba ser un paso para crear confianza terminó creando un profundo impase en las negociaciones. Esto, agravado por el corto tiempo que le restaba al gobierno Santos en el poder, la creciente crítica del ELN al gobierno por la implementación del Acuerdo de Paz de la Habana firmado con las FARC en 2016, y el secuestro de dos periodistas ecuatorianos por parte del ELN, entre otros sucesos, arruinaron el progreso hecho en las negociaciones adelantadas por Santos. El apoyo dentro del ELN y entre sus bases giró hace la facción de línea dura, la cual no ve en la paz negociada una solución viable y más bien aboga por continuar el fortalecimiento militar del ELN, en el cual ve su resistencia contra una oligarquía que permanece.

El presidente Duque, el candidato del partido de derecha Centro Democrático, ganó las elecciones de 2018 con la promesa de modificar drásticamente el Acuerdo de Paz de la Habana con las FARC y tomar una posición de línea dura contra el ELN. Los gobiernos en sí mismos son ecosistemas complejos y dinámicos dentro de la estructura más amplia del Estado, e incluyen múltiples personas e instituciones inmersas en relaciones entre ellas mismas, con varios jugadores dentro del establecimiento político, con la oposición política, y con la opinión pública colombiana. El capital político de Duque proviene de manera abrumadora del apoyo del expresidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), hoy Senador, cuya popularidad yace sobre su política de “Seguridad Democrática”, quien fue un opositor acérrimo a las negociaciones de Santos con las FARC, liderando el triunfo del “No” en la votación del  plebiscito de paz de 2016. Sin embargo, el gobierno también está compuesto por una alianza con el Partido Conservador a través de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, y múltiples otras alianzas con políticos nacionales y locales de diferentes partidos.

Cuando Duque asumió la presidencia en agosto de 2018, el equipo de negociación del ELN estaba en la Habana, a donde la mesa de negociación fue trasladada en mayo de 2018. Allí esperaron, y declararon públicamente su intención de continuar el diálogo con el nuevo gobierno. Duque anunció que evaluaría el estado de las negociaciones antes de tomar una decisión definitiva. Su gobierno ha presionado constantemente por la liberación de todos los secuestrados del ELN y la cesación de toda actividad criminal como condiciones para la negociación. El ELN, por su parte, argumentó que tales acciones se harían en una serie de gestos humanitarios bilaterales una vez las negociaciones progresaran. 

Mientras tanto, las negociaciones permanecieron congeladas, ninguna delegación del gobierno llegó a la Habana, y el conflicto se intensificó en regiones como el Catatumbo, Cauca, Chocó y Nariño. Con el carro bomba del ELN en enero de 2019, el gobierno Duque finalizó formalmente las negociaciones, argumentando que el ELN no mostraba voluntad depaz, y pidió una orden judicial de la Interpol en contra de los negociadores del ELN en Cuba. El gobierno instó a Cuba y a Noruega, garantes de las negociaciones de Santos con el ELN, a ignorar los protocolos firmados con su predecesor que garantizaba el retorno seguro del equipo de negociación del ELN a la selva colombiana en caso de ruptura de las conversaciones de paz, y devolver a los negociadores a Colombia para ser capturados.

Desde entonces, dos miembros del COCE del ELN (Nicolás Rodríguez y Pablo Beltrán) han permanecido en la Habana (Cuba decidió respetar los protocolos), dando entrevistas de manera frecuente a la prensa en las que expresan su deseo de reiniciar las negociaciones e instando a Duque a enviar un equipo de negociación para continuar con la agenda existente, dado que ésta fue firmada por el Estado colombiano. El gobierno de Duque, mientras tanto, sostiene que la agenda previa fue firmada por el gobierno de Santos, y que las nuevas negociaciones requerirían una nueva agenda. Duque continúa enfatizando mayores gestos unilaterales permanentes como condiciones para la negociación, especialmente la liberación de secuestrados y la cesación de actividades criminales, en línea con el la consigna insigne de su gobierno, “paz con legalidad”.

Interpretando los gestos unilaterales

Mientras algunos observadores especulaban con que el gesto del ELN de declarar el cese al fuego y el gesto del gobierno de Duque de restablecer a Felipe Torres y Francisco Galán como promotores de paz fuesen signos de negociaciones secretas en progreso, la declaración pública hecha por el ELN rechazando a Torres y a Galán como facilitadores legítimos del diálogo, y su posterior declaración el 27 de abril, que pone fin al cese al fuego unilateral, confirman que estos dos gestos unilaterales no fueron más que coincidencia. Sin embargo, ambos gestos son esperanzadores en sí mismos si los situamos en el contexto de la perspectiva de cada lado.

El ELN tiende a rechazar gestos unilaterales, aseverando que el gobierno no los ve como un gesto de un grupo fuerte dispuesto a hacer concesiones y preparar el camino hacia la paz, trabajando colaborativamente entre dos antagonistas, sino más bien una muestra de debilidad. El gesto del ELN es entonces sugestivo de un posible giro hacia un consenso, al menos sobre la búsqueda de un camino para aliviar el sufrimiento humanitario. El cumplimiento de todos los frentes del ELN del cese al fuego hasta ahora (entre el 1 y el 22 de abril no ha habido ataques por parte del ELN) es también positivo, considerando la fragmentación geográfica del ELN y su jerarquía no-vertical, y es indicativo de la capacidad de comando y control del COCE. El Ejército colombiano no ha instigado ningún ataque desde el 12 de marzo, lo que sugiere que el gobierno, de igual manera, ha priorizado la respuesta a la crisis del Coronavirus. Esta convergencia de estrategias unilaterales ha materializado una tregua tácita, la cual podría dar surgimiento a un círculo virtuoso de decisiones que lleven a desescalar el conflicto en el largo plazo. Mucho sectores de la sociedad civil y de la comunidad internacional han celebrado el impacto positivo del cese al fuego en la vida de aquellas comunidades desgarradas por la guerra.

Sin embargo, esto no puede ser malinterpretado como un paso hacia la apertura de una mesa de negociación y un giro dentro del ELN hacia el consenso para una paz negociada. Por el contrario, la geopolítica alrededor de Venezuela ofrece un contexto propicio para la radicalización del ELN. Las amenazas constantes de Donald Trump hacia el régimen de Maduro y la aproximación confrontacional de Duque hacia Venezuela refuerzan la percepción que tiene el ELN de sí mismo de ser el bastión de la resistencia en contra del neoliberalismo global y el fascismo. El cese al fuego unilateral podría también ser leído como un movimiento para reconquistar legitimidad internacional en el contexto de declive de las democracias neoliberales, y posicionarse como opositores a Trump.

El gesto de la administración Duque de reinstaurar a Torres y Galán como promotores de paz sugiere la voluntad de por lo menos un sector del gobierno de tomar pasos tangibles hacia la paz, respondiendo así al llamado de muchos sectores pro paz de la sociedad civil colombiana y de la comunidad internacional para que el gobierno busque una “paz completa” – una que abarque a todos los grupos armados ilegales del país. Así como una insurgencia tiene posiciones internas duras y moderadas, que fluctúan en el poder y visibilidad de acuerdo al desenlace del presente político, así sucede con un gobierno. La intensificación de la violencia en el conflicto con el ELN, y la crisis humanitaria de los migrantes venezolanos llegando a Colombia, han sido agravadas ahora por la crisis del coronavirus. Los sectores pro-paz dentro del gobierno tienen ahora la oportunidad de elevar la protección de la vida al mandato central de la administración Duque, más allá de la lucha sectaria entre la derecha y la izquierda que hasta ahora ha  dominado sus narrativas políticas, en las cuales la administración Duque ha quedado atrapada desde su llegada al poder sobre la base de su oposición a Santos y su proceso de paz.

Posibilidades y retos para la paz: abriendo la ventana de oportunidad

La paz no es un proceso linear. Aunque estos dos gestos unilaterales no lleven a ambos lados hacia una mesa de negociación en el futuro inmediato, de todas formas dan más oxígeno a los elementos pro-paz dentro del gobierno, el establecimiento político, y entre la sociedad civil colombiana y la comunidad internacional.

Los impactos de estos gestos positivos deben ser reconocidos y protegidos para mantener la posibilidad de abrir una ventana que eventualmente podría traer de vuelta los diálogos malogrados. Por ejemplo, la plataforma multipartidista, Defendamos la Paz, ha incrementado su lobby a favor de las negociaciones, llamando al ELN a extender el cese al fuego o incluso a hacerlo permanente y al gobierno para responder en la misma tónica. De manera significativa, Álvaro Uribe ha hecho declaraciones vía Twitter en apoyo de la paz, añadiendo su voz al llamado internacional para el cese al fuego en el contexto del coronavirus, e incentivando al gobierno a designar nuevamente a Felipe Torres y a Francisco Galán como promotores de paz. El apoyo de Uribe sería crucial para que cualquier diálogo futuro prospere, dado que su influencia determinaría no sólo la posición del Centro Democrático, sino que también podría moldear la opinión pública hacia las negociaciones con el ELN.

Vemos cuatro condiciones interdependientes que se refuerzan mutuamente como esenciales para la negociación Duque-ELN. La primera, el gobierno Duque necesita mostrar suficiente voluntad y capital político para llevar a cabo negociaciones de paz. La segunda, el ELN debe construir internamente un consenso suficiente para comprometerse con una solución negociada al conflicto, y aceptar que la agenda sería diferente a la que concebían cuando se comprometieron a negociar con la administración Santos. La tercera, el crecimiento del apoyo en la opinión pública colombiana para un fin de la violencia en el país. En cuarto lugar, un ambiente geopolítico favorable para la promoción de una paz sostenible en Colombia, el cual ha sido afectado de manera adversa por el desdén de la administración Trump al Acuerdo de Paz de la Habana con las FARC y el deterioro de la crisis venezolana.

La pandemia del coronavirus está modificando radicalmente el mundo. Mientras los gobiernos están extendiendo los bloqueos, ¿podría el ELN de manera semejante reconsiderar y extender el cese al fuego? ¿Podría el aumento del apoyo ciudadano y político cristalizarse alrededor de un mandato gubernamental por la protección a la vida? ¿Podría el gobierno continuar absteniéndose del combate militar con el ELN y ofrecer un gesto unilateral explícito de desescalamiento? Y ¿podría el resultado de las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos crear un contexto geopolítico más favorable para las futuras negociaciones con el ELN? Las transformaciones de las identidades políticas alrededor del mundo bajo el coronavirus cambiarán las tendencias globales en muchas dimensiones, desde las políticas económicas neoliberales, el estado de bienestar, populismo, hasta la solidaridad comunitaria. Estas transformaciones podrían redefinir cómo el gobierno Duque y el ELN se ven a sí mismos y al otro, y cómo la sociedad colombiana se siente frente a la solución negociada al conflicto. La ventana de oportunidad queda para abrirse.

Sobre los autores

Gwen Burnyeat es Wolfson Scholar y Candidata a Doctora en Antropología en UCL, autora de Chocolate, Politics and Peace-building: An Ethnography of the Peace Community of San José de Apartadó, Colombia (Palgrave Macmillan 2018) y productora del documental etnográfico Chocolate de Paz (2016).

Andrei Gómez-Suárez es cofundador de Rodeemos el Diálogo (ReD), Investigador Asociado en Memoria y Reconciliación en Colombia en la Universidad de Bristol, Investigador Honorario en el Instituto de las Americas en UCL, y Consultor Senior para Positive Negatives. Es autor de  Genocide, Geopolitics and Transnational Networks: a Con-textualisation of the destruction of the Unión Patriótica in Colombia (Routledge, 2015) y El Triunfo del No (Ícono, 2016).


Nota sobre la traducción: este texto originalmente publicado en inglés fue traducido por Jorge Varela, miembro de ReD y Candidato a Doctor en Historia de UCL. Los errores son responsabilidad exclusiva de los autores.

Rodeemos el Diálogo Cali: Tres años de trabajo en construcción de paz

“[Cali es] una ciudad que necesita la educación para la paz. […] Es muy importante apostarle a [esto] desde temprana edad, para que las personas reflexionen sobre cómo la violencia no puede ser normalizada, porque o si no nos quedamos con la idea de que Cali es violenta, o Colombia es violenta. Así como se aprenden cosas, se pueden desaprender otras.”

Freddy Alpalá, ReD Cali.

Desde febrero de 2017, un grupo de estudiantes de la Universidad del Valle se interesó por construir un núcleo de Rodeemos el Diálogo (ReD) en Cali. Desde su creación, el grupo ha estado trabajando en proyectos pedagógicos que permitan construir ciudadanías empoderadas, críticas con su entorno y capaces de aportar a la construcción de paz en el país.  

Los integrantes de ReD Cali iniciaron su trabajo con reuniones de planeación y capacitación en la metodología afectivo-participativa, base para la elaboración de “no-talleres” como herramientas pedagógicas de transformación emocional. Jóvenes de diferentes colegios públicos y privados han participado en estos no-talleres. 

En 2018, ReD Cali decidió presentarse a convocatorias organizadas por la Alcaldía que les permitieran visibilizarse como grupo y mejorar su trabajo. Primero, se presentaron a la convocatoria “Laboratorios Sociales de construcción de paz – PazLab”, y quedaron seleccionados junto con otras 24 iniciativas para recibir capacitaciones durante un semestre en técnicas de construcción de paz. En la premiación final, este proyecto ocupó el segundo lugar. Segundo, para finales del 2018, ReD Cali fue seleccionada en una convocatoria que les permitió publicar sus memorias de trabajo en una compilación que realizó la Alcaldía de Cali para sistematizar las iniciativas más exitosas de construcción de paz. Entre estas iniciativas, ReD Cali fue reconocida como la mejor proyecto de construcción de paz en la ciudad.

En 2019, ReD Cali, junto con Bogotá y Pasto, empezó a realizar no-talleres en colegios sobre el trabajo de la Comisión de la Verdad. Esta iniciativa está enmarcada en el proyecto Memorias desde las Márgenes (MEMPAZ), liderado por la Universidad de Bristol y el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad de Nacional de Colombia. El propósito de este componente del proyecto es trabajar con las nuevas generaciones, que en su mayoría han sido afectadas indirectamente por el conflicto armado, y reconocer el valor de la verdad como un bien público, necesario para la reconciliación en Colombia.  La Alcaldía de Cali, en el marco de la semana de los derechos humanos reconoció este esfuerzo y premió a ReD como una “Organización constructora de paz y de derechos humanos que vela por la construcción de Paz en Cali”. 

En estos tres años, ReD Cali ha llegado a 13 Colegios y trabajado con 718 estudiantes, logros muy importantes para este grupo de jóvenes que ha entendido y está dando ejemplo que todos podemos construir paz.

ReD Cali tiene varios retos para para 2020. Por un lado, está explorando nuevas alianzas institucionales con la Secretaría de Educación, la Secretaría de Paz y Cultura Ciudadana y la Casa de la Verdad y con otras iniciativas ciudadanas de paz para formular agendas de trabajo conjuntas que se enfoquen en procesos de reconciliación. El objetivo de estas alianzas es aterrizar los conceptos de la construcción de paz al escenario cotidiano de los habitantes de Cali para así ampliar el alcance poblacional y consolidar el impacto positivo para quitarle oxígeno al conflicto armado.

Comunicado Día de las Víctimas – 9 de abril

Desde Rodeemos el Diálogo, que nació como una apuesta de la sociedad civil para apoyar la salida negociada al conflicto armado y fomentar la construcción de paz a través del diálogo, encontramos inadmisible que siga aumentando el número de víctimas en el país, y nos unimos a la conmemoración del Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas del Conflicto Armado

Reconocemos las luchas sociales y personales de las más de nueve millones de víctimas que ha dejado el conflicto armado, en su empeño por seguir construyendo un camino de no violencia en Colombia. Desde la sociedad civil, acompañamos el proceso que muchas de ellas vienen gestando y que no ha sido en vano, como lo han comprobado los jóvenes de Rodeemos el Diálogo que han sido parte del proyecto A Ser Historia, con el cual han llevado a cabo más de una decena de encuentros con víctimas. En estos encuentros han escuchado cómo se desarrollaron algunos de los eventos más dolorosos en la historia de Colombia. Sus relatos muestran lo inaceptable de lo ocurrido, y por ello la importancia de garantizar la no repetición de la violencia sociopolítica.

Más allá del dolor, las víctimas del conflicto armado en nuestro país han mostrado una infinita capacidad de transformación. Han liderado el proceso de construcción de paz, y han trabajado sin descanso por la reconciliación. Han mostrado que es posible perdonar lo imperdonable. Ellas son ejemplo vivo de resiliencia. Gracias a sus aportes en diferentes momentos del proceso de paz, hemos avanzado en quitarle oxígeno a la guerra. Por eso hoy queremos manifestarles nuestra expresión de profundo respeto, solidaridad y reconocimiento.

ReD respalda la elección de Alejandro Castillejo

Rodeemos el Diálogo respalda la elección de Alejandro Castillejo como nuevo comisionado de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, decisión del pleno de las y los comisionados luego de un proceso amplio, público y pluralista en el que participaron personas con una gran trayectoria.

Felicitamos a Alejandro Castillejo por ser elegido en este arduo proceso. Confiamos en que su amplia trayectoria en memoria en distintos rincones de Colombia, su experiencia académica rigurosa y su trabajo internacional en los ámbitos de justicia transicional y comisiones de la verdad en el mundo, aportarán a la comprensión de la complejidad del conflicto armado, para el cumplimiento del mandato de la Comisión.

Hemos acompañado el trabajo de la Comisión de la Verdad desde su inicio; también, hemos trabajado con Alejandro Castillejo desde diversos espacios. Entendiendo que la tarea más grande es de la sociedad civil que debe transformar sus formas violentas en todos los niveles de la cotidianidad, expresamos nuestra disposición y apoyo para continuar el trabajo de esclarecimiento del conflicto armado interno y sus causas, que promueva el reconocimiento de lo sucedido y la convivencia en los territorios.

El gobierno colombiano debe considerar cuidadosamente las recomendaciones realizadas por el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre los defensores de derechos humanos

En la primera semana de marzo de 2020, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidos lanzó un reporte hecho por el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Situación de los Defensores y de las Defensoras de Derechos Humanos, Michel Forst, luego de su visita a Colombia en 2019 para investigar la situación actual de derechos humanos en este país. Este reporte ha sido fuertemente criticado por la administración Duque y sus aliados políticos. El reporte reconoce los diferentes compromisos hechos por el Estado colombiano para reducir las violaciones de derechos humanos, como el empeño de la Fiscalía General por reducir la impunidad de los asesinatos de los defensores de derechos humanos, y la firma por parte del gobierno del Pacto por la Vida y la Protección de los Líderes Sociales y Personas Defensoras de Derechos Humanos.

Sin embargo, el reporte recalca la situación crítica que actualmente están enfrentando los defensores de derechos humanos en Colombia. Estos continúan siendo blanco de amenazas de muerte y homicidios por parte de diferentes grupos armados, haciendo a Colombia el país más peligroso para ser un defensor de derechos humanos. El reporte sugiere un conjunto de reformas, incentivando al gobierno colombiano a implementar plenamente el Acuerdo de Paz de 2016 firmado con la antigua guerrilla FARC-EP, el cual, tomando como un todo interdependiente, plantea medidas sólidas para prevenir la recurrencia de futuros ciclos de violencia. No es aún tarde para esto, pero el tiempo se agota y, mientras tanto, los asesinatos de lideres sociales y defensores de derechos humanos continúan en aumento.

El gobierno colombiano reaccionó inmediatamente al reporte de las Naciones Unidas, socavándole en declaraciones públicas y sosteniendo que sus recomendaciones constituían un ataque a la soberanía del gobierno. Adicionalmente, durante una entrevista radial, Alicia Arango, Ministra del Interior, comparó el asesinato de defensores de derechos humanos a aquellos asesinatos producidos en medio de atracos por celulares, negando así el carácter político y premeditado de los primeros. Algunos aliados políticos del gobierno en el Congreso incluso sugirieron el cierre de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia.

El 9 de marzo, para reducir las crecientes tensiones entre el gobierno colombiano y las Naciones Unidas, el presidente Iván Duque se reunión en Nueva York con el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Gutiérrez, donde acordaron continuar con la cooperación con todas las agencias de las Naciones Unidas presentes en el territorio colombiano. El presiente Duque señaló públicamente que el gobierno colombiano no rechazaba la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos y que, por el contrario, recientemente se le había renovado su mandato en Colombia.

Rodeemos el Diálogo reconoce el rol fundamental que la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha jugado a lo largo de los años en la protección de los derechos humanos durante el conflicto armado y, más recientemente, durante la implementación del Acuerdo de Paz. Apoyamos su trabajo e invitamos al gobierno colombiano a considerar muy cuidadosamente sus recomendaciones para una implementación completa del Acuerdo de Paz. También instamos a la administración Duque a implementar políticas de protección de los defensores de derechos humanos, quienes permanecen en alto en riesgo en Colombia.

La JEP Incorporó muchas Lecciones de Justicia y Paz: Giovanni Álvarez, Fiscal de la JEP, conferencia University College London

El 26 de febrero de 2020, Giovanni Álvarez, director de la Unidad de Investigación y Acusación (UIA) de la Jurisdicción Especial para la Paz en Colombia (JEP), dio una conferencia en University College London (UCL). Esta fue organizada por el Instituto de las Américas de UCL, en alianza con el Centro de Latinoamérica y el Caribe de LSE, y por Rodeemos el Diálogo.

Antes de convertirse en director de la UIA y Fiscal de la JEP, Giovani Álvarez trabajó 25 años en la oficina de la Fiscalía General de Colombia, investigando casos de violaciones de derechos humanos, secuestros, desapariciones y desplazamientos forzados. También dirigió casos contra comandantes paramilitares en el marco de la Ley de Justicia y Paz (LJP) de 2005, un importante antecedente de la JEP. A continuación, presentamos los aspectos más relevantes de su conferencia.

De La Ley de Justicia y Paz a la JEP

La LJP buscaba reintegrar a los paramilitares a la vida civil de acuerdo con los pilares de la justicia transicional – verdad, justicia reparación y no repetición. Algunos de los mayores logros de este proceso fueron: el enjuiciamiento de 470 comandantes paramilitares, la investigación de 60 congresistas por apoyar grupos paramilitares, la identificación de 4.300 víctimas de desaparición forzada, y las reparaciones de 10.855 víctimas por vías administrativas. Sin embargo, este proceso solo se enfocó en los grupos paramilitares, lo que implicó que otros actores del conflicto armado, como los agentes del estado y terceros civiles, fueran excluidos de las sentencias de la LJP. Esto se convirtió en un obstáculo para acceder a la verdad detrás de la multiplicidad de crímenes cometidos durante el conflicto armado. Además, algunos dirigentes paramilitares continuaron liderando estructuras criminales desde la cárcel, lo que contribuyó a la continuación del conflicto armado.

El acuerdo de paz del 2016 entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) incorporó muchas de las lecciones aprendidas en la LJP. A diferencia de la LJP, la JEP investiga crímenes de lesa humanidad, las violaciones al derecho internacional humanitario y los crímenes de guerra cometidos por las FARC y por las Fuerzas Armadas de Colombia en el conflicto armado (1958-2016). Además, la JEP puede investigar a civiles o a agentes del estado que hayan sido acusados de participar directamente en el conflicto y que decidan presentarse voluntariamente ante esta jurisdicción. Para acceder a los beneficios de la JEP, todas las partes deben comprometerse a contribuir a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición.

Avances y Retos de la JEP

Hasta la fecha, 12.481 personas han solicitado ser procesados por la JEP: 9.734 excombatientes de las FARC, 2.640 miembros de las Fuerzas Armadas y 95 agentes estatales no militares. Los magistrados también están estudiando las peticiones de 900 terceros civiles, que incluyen empresarios, congresistas y alcaldes.

Luego de dos años de implementación del acuerdo de paz, la JEP enfrenta  varios retos. Primero, proteger las vidas de las personas que participan en sus procesos; más de 160 excombatientes de las FARC han sido asesinados desde la firma del acuerdo de paz, y estas amenazas también van en contra de testigos y víctimas. Segundo, para cumplir con las expectativas de la sociedad colombiana, la JEP debe mostrar resultados pronto, emitiendo sentencias e iniciando investigaciones en contra de actores que se han negado a aceptar la responsabilidad de sus crímenes. Tercero, acelerar el proceso de apertura de oficinas regionales en las zonas más afectas por el conflicto, pues la distancia de estas regiones hace más difícil la recolección de evidencias. Cuarto, abrir un macrocaso sobre el delito de violencia sexual en el marco del conflicto armado. Hasta ahora, la JEP ha priorizado siete macrocasos (algunos de ellos basados en regiones, otros en grupos objetivo y otros en patrones de victimización), pero un macrocaso sobre el delito de violencia sexual es un tema muy anhelado por la sociedad colombiana y la comunidad internacional. Finalmente, fortalecer las capacidades forenses para acelerar la búsqueda de más de 100.000 personas desaparecidas.

Las Tareas de la UIA

La UIA tiene seis tareas. Primero, investigar y recolectar evidencia sobre la violación de derechos humanos y del derecho internacional humanitario, para investigar y juzgar a los perpetradores que no acepten su responsabilidad en los casos y que no contribuyan a la verdad. Segundo, solicitar la expulsión de los beneficios de la JEP a los actores acusados que no cumplan con su compromiso a la verdad, justicia, reparación y no repetición. Tercero, ordenar medidas de protección para las víctimas, testigos y acusados; en el contexto actual de recrudecimiento de la violencia, la UIA ha asignado 46 esquemas de protección y ha realizado 90 evaluaciones de riesgo. Cuarto, realizar la exhumación y devolución de los restos a las familias. Quinto, priorizar los casos de violencia sexual,  para ello la UIA ha diseñado un software llamado “Layna” para registrar los expedientes de forma virtual; con este instrumento, se han registrado 1400 violaciones. Sexto, diseñar un protocolo de comunicación con las víctimas, que se lanzará el 9 de abril de 2020.

En conclusión, la conferencia de Giovanni Álvarez mostró que la justicia transicional en Colombia está avanzando. Si se implementa correctamente, este proceso de justicia transicional, aclamado como el más innovador del mundo hasta la fecha, podría establecer importantes precedentes para otros países; el mundo está pendiente de sus desarrollos, pero hay muchos desafíos que enfrentar.

Este artículo fue publicado en UCL Institute of the Americas: https://www.ucl.ac.uk/americas/news/2020/mar/ucl-americas-co-hosts-lecture-eminent-colombian-jurist

El gobierno de Estados Unidos debe considerar el Acuerdo de Paz como un todo interdependiente

Rodeemos el Diálogo es consciente del rol crucial que ha jugado el gobierno estadounidense en el proceso de paz colombiano. Celebramos el apoyo con el cual el gobierno estadounidense ha contribuido a la mitigación de la crisis humanitaria de los migrantes venezolanos que han huido hacia Colombia y hacemos un llamado a otros países a fortalecer dicho apoyo.

Notamos con preocupación, sin embargo, que los recursos de Peace Colombia, el acuerdo bilateral negociado bajo la administración Obama para apoyar la implementación del Acuerdo de Paz de 2016 alcanzado entre el gobierno colombiano y las FARC, han sido redistribuidos hacia la lucha contra el tráfico de drogas, incluyendo el regreso de la fumigación con glifosato, a pesar de que múltiples gobierno alrededor del mundo han prohibido el uso de este herbicida por sus propiedades cancerígenas.

Instamos a la administración Trump para que vigile las robustas estipulaciones del punto cuatro del Acuerdo de Paz, que plantea un solución holística al problema del tráfico de drogas, incluyendo el programa de substitución de cultivos, desmantelamiento de carteles, lavado de dinero y la asistencia al consumidor de drogas ilícitas como parte de una política pública de salud. De igual manera, instamos al gobierno estadounidense a que considere el Acuerdo de Paz como un todo interdependiente, y por tanto que no reduzca recursos para otros aspectos de éste como el desarrollo rural y el apoyo a las víctimas, los cuales, tomados en conjunto, fortalecerán las medidas tomadas para erradicar las drogas ilícitas.

Instamos al Secretario de Estado a remover a la FARC de la lista de grupos terroristas, como lo ha hecho previamente la Unión Europea. Esto no significa darle legitimidad a miembros de las antiguas FARC que nunca se desmovilizaron o quienes han regresado a las armas, sino reconocer los miembros que están cumpliendo con los compromisos encaminados hacia la transición de grupo armado a organización política son parte de la sociedad civil colombiana y deberían ser incentivados a permanecer comprometidos con la reincorporación.
Lamentamos la continua inclusión del partido político de la FARC dentro de la lista de grupos terroristas por parte del gobierno de los Estados Unidos pues esto impide que US AID financie muchas disposiciones del Acuerdo de Paz en las cuales miembros de éste están presentes. Esto crea una dinámica perversa que socava los esfuerzos por llevar a cabo la implementación por parte del gobierno Colombia, obstaculizando a su vez la reconciliación.

Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) queda fuera de la red CISC

El pasado 3 de febrero de 2020, la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia (CISC) notificó a Colombia que el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), principal entidad de preservación y construcción de memoria del conflicto, quedaba fuera de esta red. Elizabeth Silkes (directora de CISC) explicó que había solicitado al director del CNMH que explicara si efectivamente reconocía o no el conflicto armado en Colombia. Al no recibir respuesta, CISC interpretó que el CNMH no está dispuesto a suscribir sus principios. Por su parte, Darío Acevedo (director del CNMH) reconoció públicamente que no envió una carta de respuesta.

Este episodio suscita nuevamente la discusión sobre el papel del CNMH en dirección de Acevedo, pues el reconocimiento estatal del conflicto armado se hizo en virtud de la Ley de Víctimas (Ley 1448 de 2011). Las declaraciones públicas de Acevedo no ofrecen garantías para el cumplimiento del deber de memoria del estado. La posición del actual director del CNMH no es nueva, pero sucesos posteriores generan aún más preocupación.

El 24 de febrero de 2020, el Gerente de Fedegan (Federación Nacional de Ganaderos), José Félix Lafaurie, anunció en la Junta Nacional de la Federación, con presencia de Acevedo, que realizará una alianza con el CNMH, para “contar otra historia que se ha querido negar” y mostrar que los ganaderos solo han sido víctimas de la guerra. Las declaraciones de Lafaurie desconocen los fallos judiciales nacionales contra directivos en ejercicio de la Federación que han sido condenados por paramilitarismo, las sentencias internacionales contra Colombia por la promoción y aquiescencia de la violencia ejercida por paramilitares, sectores estatales y élites empresariales, los numerosos reportes de Naciones Unidas sobre estos vínculos, así como de organizaciones nacionales e internacionales advirtiendo de las devastadoras alianzas a nivel regional y nacional. Esta campaña busca esconder la responsabilidad individual y colectiva de estos actores en el conflicto, más que generar un debate incluyente y respetuoso sobre todo tipo de víctimas.

Rodeemos el Diálogo expresa preocupación por estos hechos; no reconocer el conflicto armado y establecer convenios con organizaciones que no reconocen el involucramiento de algunos de sus afiliados en el conflicto armado va en contravía de los derechos de las víctimas y el deber de memoria del estado consagrado por ley.